CLARIS:
Después de saber que mis cachorros estaban sanos y fuertes, una sensación de plenitud me envolvió. Todo estaba en equilibrio. El amor de mi Alfa, la calidez de mis pequeños... todo parecía alinearse perfectamente. Hacer el amor con Kieran esa noche fue como fundirme en un universo donde solo existíamos él y yo. Cada toque suyo era un incendio en mi piel, y su instinto parecía anticipar cada deseo que yo aún no terminaba de comprender. Nunca era suficiente; cuanto más me hacía suya, más lo necesitaba. Sus besos, sus caricias, su presencia: él era mi todo.
Pero algo extraño comenzó a suceder. Casi imperceptiblemente, mi respiración cambió, profunda e irregular, y una calidez distinta al deseo se extendió por mi cuerpo, alerta y brillante. Abrí los ojos, y lo primero que percibí fue unCLARIS:El dolor era abrumador, un fuego líquido recorriendo mi cuerpo. Cada fibra de mi ser, cada resonancia de mi alma sabía que este momento, tan temido como anhelado, había llegado. Kieran me levantó con cuidado, mirándome con una pizca de miedo. Podía sentirlo a través de nuestro vínculo: su abrasador deseo de protegerme, de hacer todo lo que fuera necesario para mantenerme a salvo. Él se mantenía firme como mi ancla en mitad de este torbellino. Pero sabía que esto no era solo mío, era nuestro. Y este parto no sería común, porque yo no era una loba común. —Gael, ¡ven conmigo! —rugió Kieran, ajustándome entre sus brazos como si fuera lo más preciado en su mundo. Pero antes de dar un paso más hacia la habitación, mi cuerpo tembló con una fuerza tan poderosa que mis manos, aferradas al cuello d
KIERAN:Mientras terminaba de asegurar el pasadizo del refugio de mi madre, una sensación de incertidumbre se enredaba en mis entrañas. Sabía, con una certeza que rozaba la obsesión, que ningún enemigo, ni siquiera Sarah, sería capaz de encontrar este lugar. Este espacio era invisible incluso a los ojos más atentos.Había dedicado tiempo a reacondicionar cada rincón del refugio, preparando este espacio minuciosamente, consciente de que podría convertirse en nuestra única garantía de supervivencia si la guerra se tornaba más brutal de lo que había temido.Observé el lugar por última vez. Claris, su madre y Clara estarían aquí con los cachorros, a salvo, o al menos eso quería creer. Confiaba en ellas. Pero, aun así, esa certeza no aliviaba el tormento. La sola idea de separarme de ellos, incluso por el más breve
VORN:Habíamos conseguido liberar a Sarah de la prisión, un movimiento calculado que, hasta ese momento, había valido la pena. Tal como había dicho, Sarah tenía la capacidad de rastrear no solo al doctor Gael, sino también al propio Kieran. Era casi irónico que este último hubiera cometido tal error. Al enlazarla con el vínculo de hermanos, había abierto una puerta que no cerró a tiempo tras enterarse de su traición. Una negligencia que ahora jugaba a nuestro favor. Habíamos enviado exploradores para inspeccionar la vieja manada de Kieran, y, según los informes, parecía habitada. Sin embargo, los matorrales que la cercaban seguían enredados y salvajes, como si las garras de los lobos no los hubieran pisado en mucho tiempo. No había una manada completa, sino un eco desgastado de lo que alguna vez fue. —¡Deténganse! —ordené con firmeza—. Vamos a acampar aquí hasta que regrese Sarah. —Mi Alfa, creo que sería mejor seguir avanzando —dijo mi hermana, Chandra Selene, con impaciencia y des
VORN: Observé con detenimiento la vieja casa de la familia del Alfa Theron. Había una atmósfera pesada, cargada con los restos de una historia de poder y dominación. El padre de Kieran había sido tan imponente como lo es él ahora. El Alfa de Alfas, el líder supremo entre los alfas, indiscutido y, sin embargo, huía. Escapaba con los suyos cada vez que nos aproximábamos, como si ocultara algo, algo que no quería que descubriéramos. Lo conocía lo suficiente para saber que no se trataba de simple cobardía. No, él no era un cobarde; todo lo contrario, era astuto y calculador. Entonces, ¿por qué no me enfrentaba directamente? Algo se escondía en sus maniobras, pero aún no lograba descifrarlo del todo. Sarah entraba y salía de cada habitación, dejando un eco de rabia y frustración en cada grito. Maldecía incesantemente, y era evidente que la situación la estaba superando. A su alrededor, los restos del mobiliario destrozado hablaban de su estado mental. Yo, en cambio, permanecía inmóvil,
KIERAN: Había escapado una vez más de mis enemigos, y esa realidad quemaba cada rincón de mi ser. Yo, Kieran Theron, el Alfa de Alfas, el más poderoso de los tiempos, había huido tres veces de quienes se atrevían a desafiarme. Lo sabía bien, lo reconocía: lo hacía por ellos. Por mi Luna, por mis cachorros, por la manada. Eran mi prioridad, la única razón que justificaba aquello que consideraba intolerable. Pero aun así, la sensación de fragilidad, de perder las riendas de mi propio destino, me corroía día tras día como una herida que no cesaba de sangrar.Regresé a la reserva, a mi territorio decidido a imponerme. Cada vez que llegaba, corría para ver a mis cachorros. Sus risas llenaban todo el espacio, recordándome que valía la pena seguir luchando. Mis gemelos eran la luz en medio de esta oscuridad interminable. Habían crecido tanto desde la última vez que fui acorralado. No volvería a exponerlos. No volvería a permitir que ninguna amenaza nos alcanzara otra vez. Había creado un j
SARAH: Al escuchar al terrible humano que era Ragnar tan cerca, por instinto me convertí en loba y corrí a toda velocidad. Lo conocía muy bien; era cruel y sanguinario con los de su propia especie. No me podía imaginar lo que podría hacer con nosotros si nos atrapaba. Todavía recordaba cuando se había cruzado en el camino de Kieran. Habíamos ido a una reunión de negocios y se encaprichó con una de las lobas de la manada. Al salir del club, la estaba esperando con toda su banda de maleantes, queriendo arrebatarla de nosotros. No podíamos demostrar quiénes éramos; por eso nos comportábamos como humanas. Mi Alfa se había quedado adentro conversando con los hombres, mientras nosotras nos dirigíamos a los autos. Aborrecíamos esas reuniones con los humanos, pero era algo obligatorio. Nosotras éramos bellas e irresistibles, y los hombres humanos perdían la concentración en los negocios al fijarse en nosotras, y así cerrábamos buenos tratos. —Vaya, miren quiénes al fin se dignaron a sal
CLARIS: Me quedé mirando a mi alfa sin decir nada de inmediato, no entendía porqué me estaba preguntando eso. Aunque no se me escapó como su expresión cambió, como si le estuvieran enterrando una daga en su pecho.—¿Y qué se supone que debo hacer? —dije finalmente, bajando la voz—. ¿Convertirme en lo que tú esperas de mí? ¿Pasar cada segundo de mi vida preocupándome por una manada que únicamente te pertenece a ti? —y fue cuando dije algo que lo dejó sin palabras—: ¡No me gusta ser una Loba! ¡No me gusta! ¡No quiero ser la Luna de nadie! Después de que tuve a los gemelos, mi vida giró por completo en torno a ellos. No quería gastar energía en nada que no estuviera relacionado con su cuidado. Mi mundo era sencillo. Ellos eran mi prioridad y mi único propósito. Disfrutaba del amor y la protección de Kieran, quien había asumido su rol con la intensidad con la que vive todo. Era el Alfa de Alfas, pero escapar de las batallas lo consumían como una herida abierta. Escapar, era algo
KIERAN: No podía creer lo que había oído. Las palabras de Claris me golpearon con una fuerza que nunca esperé sentir. ¡Me estaba rechazando! ¿Acaso entendía lo que acababa de hacer? Quizá no había pronunciado las palabras exactas del vínculo destinado, pero lo había dicho con suficiente claridad como para que su significado fuera indiscutible. No quería ser Luna, no quería ser mi Luna. Aquello rompió algo profundo dentro de mí, algo que ni siquiera sabía que podía quebrarse. Mi mundo, construido a su alrededor, parecía desplomarse. Una parte de mí quería gritarle, exigirle explicaciones, otra entendía que no había palabras suficientes que pudieran reparar este abismo. El vínculo que nos unía palpitaba con un dolor que no podía describirse. Era como si todo lo que pensaba que era nuestro se redujera en un instante a cenizas. Atka rugió dentro de mí. Su furia era palpable, tanto como el desgarrador dolor que lo embargaba. Era nuestra compañera elegida por la Luna, nuestra parej