KIERAN:
La emoción casi me desbordó al ver los ojos verdes de Claris parpadear suavemente desde el cuerpo de Lúmina. Una calidez indescriptible se encendió en mi pecho, expandiéndose hasta mis extremidades. Era ella. Mi Claris, mi Luna, había vuelto a mí. Mis manos instintivamente la sostuvieron con más firmeza, como si temiera que un simple descuido pudiera arrancármela de nuevo.
Antes de que pudiera asustarse al verse aún en forma de loba, usé toda la conexión que teníamos para guiarla de regreso a su forma humana. Fue como un susurro compartido entre nuestras almas, un suave empuje que ella no resistió. Y así, en un resplandor que parecía detener el tiempo, mi Claris regresó. No mi loba, sino mi mujer, mi todo. La tenía frente a mí, frágil y poderosa al mismo tiempo, con los mechones oscuros cayendoALFA KIERAN THERON:El olor me golpeó como una descarga eléctrica, enviando escalofríos por mi columna vertebral. Mi piel se erizó al reconocerlo: era mi propia esencia, pero más dulce, más intensa, entrelazada con algo más que no podía identificar. Imposible. Esto solo ocurría cuando... ¡No! Después de cientos de años esperando, ¿por qué ahora? Mis músculos se tensaron por instinto y, antes de poder procesarlo conscientemente, ya estaba corriendo. El aroma me guió más allá de los límites de la manada, hacia una vieja casa de piedra y madera en las afueras del pueblo. El edificio, rodeado de pinos centenarios, había sido ocupado recientemente por tres humanas. Podía oler sus esencias entremezcladas con el aroma a pintura fresca y cajas de cartón. Mi lobo Atka se agitaba en mi interior, desesperado por irrumpir en la casa, pero tres siglos de control me mantuvieron anclado al suelo. No podía simplemente entrar y asustar a los humanos. ¿Cómo era posible que mi esencia estuviera allí?
CLARIS: Las náuseas me asaltaron de nuevo mientras organizaba los documentos en mi escritorio. Era la tercera vez en la mañana y ya no podía disimular. Corrí hacia el baño, sintiendo la penetrante mirada de mi jefe siguiendo cada uno de mis movimientos. Al pasar junto a él, pude ver cómo arrugaba su nariz con ese gesto de disgusto que tanto lo caracterizaba.Después de tres meses trabajando en este pueblo perdido, conocía bien esa expresión. El señor Kieran Thorne, un hombre huraño de rutinas y cualquier alteración lo perturbaba visiblemente.—Necesito salir temprano hoy —anuncié cuando regresé, limpiándome discretamente el sudor de mi frente—. Tengo una cita médica. Él apenas levantó la vista de sus papeles, pero pude notar cómo sus hombros se tensaban. Después de un silencio que pareció eterno, asintió secamente. Caminé presurosa mirando mi reloj con miedo de demorarme demasiado. Mientras esperaba, suspiré pensando en que no era tiempo para enfermarme ahora. Mi madre y mi pobre h
KIERAN THORNE:Observé cómo mi asistente tomaba sus cosas y se alejaba rumbo a su vieja camioneta. La contemplé desde mi ventana, admirando su extraordinaria belleza y el aura de vitalidad que emanaba. Mi lobo Atka gruñía en mi interior, todavía sin querer aceptar que esa humana hubiera rechazado nuestro ofrecimiento de llevarla a su casa. Soy el Alfa, nadie me rechaza jamás. Pero había algo en ella que me inquietaba. Mientras su destartalado vehículo se alejaba, hice una nota mental: debía proporcionarle un auto mejor y más seguro.El sonido de la puerta interrumpió mis pensamientos. Me giré después de dar una última mirada a la camioneta que desaparecía en la distancia.—Mi Alfa, tu primo Gael está afuera, bastante alterado —informó Fenris, mi Beta, con expresión preocupada—. Me pidió estar presente en lo que describe como una reunión de la más alta importancia y confidencialidad. ¿Tienes idea de qué se trata?—Hazlo pasar y cierra la puerta —respondí, dejándome caer en el sillón tr
CLARIS:Salí de la oficina casi corriendo, no sé. Había algo en la mirada de mi jefe que me hizo temer. Ahora entendía porque nadie quería trabajar con él y como muchas mujeres antes de mí habían renunciado a ese puesto. Kieran Thorne era, sin duda, un hombre extraordinariamente atractivo, el tipo de ejemplar que raramente se encuentra en la vida. Alto, probablemente rozando el metro noventa, con un físico que parecía esculpido por los dioses: hombros anchos, cintura estrecha y músculos definidos que se marcaban incluso bajo sus impecables trajes de diseñador. Su rostro lo enmarcaba una mandíbula fuerte y definida, labios carnosos que rara vez sonreían, y una nariz recta que le daba un aire aristocrático. El cabello negro que llebaba siempre perfectamente peinado hacia atrás, dejaba al descubierto una frente amplia y unas cejas expresivas que acentuaban la intensidad de su mirada. Pero eran sus ojos los que verdaderamente me perturbaban. De un gris acerado que parecía cambiar de to
KIERAN:Me había quedado en mi despacho después de que mi Beta y mi primo se retiraran sin que hubiéramos llegado a un acuerdo. La voz de mi lobo Atka me sacó de mis enmarañados pensamientos cuando intentaba encontrar una solución.—Kieran, creo que nuestra humana tiene problemas —me sorprendió escucharle referirse así a ella.—¿Nuestra? Atka, sé que quizás llegue a ser la madre subrogada de nuestros cachorros, pero eso no la hace nuestra —aclaré mientras me ponía de pie. A pesar de no tener ningún vínculo establecido con Claris, podía sentir su miedo con una intensidad desconcertante. —Vamos a ver qué le sucede, y sobre todo, averigüemos de quién es ese aullido que estoy escuchando.Salí del edificio con paso firme, ignorando las miradas curiosas de mis empleados. El aroma del miedo de Claris era cada vez más fuerte, mezclado con algo más... La preocupación se instaló en mi pecho mientras aceleraba el paso hacia mi automóvil.—Es débil, está asustada y necesita protección —insistió A
KIERAN: La noche había caído cuando mi Audi negro se detuvo frente a la desvencijada casa. El viento helado silbaba entre las tablas sueltas del porche, y la luz mortecina de la única farola revelaba la pintura descascarada de las paredes. Apreté el volante, conteniendo mi ira. El olor a humedad y deterioro ofendía mis sentidos de alfa, pero había algo más en el aire, algo que hacía que mi lobo interior se agitara inquieto.Al bajar del auto, la grava suelta crujió bajo mis pies. Entrecerré los ojos, escaneando la propiedad y notando las ventanas mal selladas, el techo que necesitaba reparaciones urgentes, y ese olor... el inconfundible aroma de otros lobos merodeando la zona. Estaba seguro de que habían descubierto a Claris; no era la primera vez que una de mis asistentes desaparecía de forma misteriosa. Y esta era humana, un blanco fácil para los lobos. Los podía sentir al acecho.—No tiene que bajarse, señor Kieran —la voz de Claris me sacó de mis pensamientos mientras se interpo
CLARIS:No podía creer lo que estaba sucediendo. Mi jefe me había cargado en su hombro como si fuera un saco de patatas. Gritaba y pataleaba con todas mis fuerzas, pero nadie a nuestro alrededor parecía inmutarse, como si fuera lo más normal del mundo. Mamá se había ido en la ambulancia con Clara, dejándome atrás luchando contra este energúmeno. Cuando por fin llegamos a su auto, que ya tenía la puerta abierta, me lanzó sin miramientos al asiento trasero. Me giré furiosa para enfrentarlo, pero sus ojos de un rojo brillante me detuvieron en seco.—¿Qué... qué eres? —balbuceé, retrocediendo instintivamente ante su mirada sobrenatural. El señor Kieran me miró fijamente, con dos puntos rojos brillando en la oscuridad como brasas ardientes. Por un momento, me pareció ver algo más en su rostro, algo salvaje y primitivo que hizo que mi corazón se acelerara. Tenía miedo y, al mismo tiempo, curiosidad.—Ahora no es momento de explicaciones —gruñó, más molesto de lo habitual—. Quédate quieta y
KIERAN: Seguí mis instintos y el olor que me traía el viento de los lobos del norte, nuestros acérrimos enemigos, siempre queriendo adueñarse de mi territorio. La noche estaba cargada de tensión, y el aire vibraba con los aullidos de mis hombres respondiendo a mi llamado de Alfa. Mis músculos se tensaron mientras le daba el control de nuestro cuerpo a mi lobo, Atka.—¿Cuántos? —pregunté a mi Gamma, Rafe, que apareció con el grueso de los hombres—. ¿Cómo entraron a nuestro territorio?—Son unos cincuenta, mi Alfa. Habían pedido autorización para la reunión que tienen con usted. Selene, la hija del alfa, regresó. Pero en vez de dirigirse aquí, lo hicieron hacia la casa de las humanas —me informó con seriedad. La rabia burbujeaba en mi interior. No podía permitir que invadieran nuestro territorio, especialmente ahora que Claris cargaba mis cachorros en su interior. La manada del norte había cruzado la frontera con mi permiso, pero había traspasado el territorio prohibido, y eso era un