FENRIS:
Sabía que el tiempo apremiaba, pero comprendía que mi Alfa tenía que salvar a su Luna, por lo que me dediqué a evacuar a toda la manada mientras él resolvía el problema con ella.
—Rafe, ¿ya se fueron todos? —pregunté al verlo llegar agitado. Su respiración era pesada y el sudor resbalaba por su frente. Lo vi intentando recomponerse al apoyarse en el marco de la puerta antes de contestar. —¿Qué sucede? —Sarah se unió a los lobos del norte, está con Vorn y Chandra Selene tratando de entrar por la puerta sur. Tenemos que irnos, Fenris. Ya tengo el helicóptero encendido. ¿Pudiste preparar algo que Sarah no sepa? —preguntó, dirigiendo de vez en cuando una mirada rápida y tensa hacia la habitación de nuestro Alfa, como si esperara que en un segundo Kieran apareciera. —S&iacGAEL:Había traicionado a mi único primo durante demasiado tiempo para complacer a mi pareja destinada, alguien que nunca me apreció. Pero no más. El alivio se apoderó de mí al llegar a la terraza y ver cómo el helicóptero con él y los demás despegaba, desafiando el caos que nos rodeaba. Lo seguí con la mirada, fijándome en la manera en que su cuerpo entero transmitía determinación, dispuesto a lanzarse en mi ayuda una vez más, algo que había hecho toda su vida. Desde que perdimos a nuestros padres, Kieran se había convertido en mi protector. Yo, débil y torpe en un mundo que valoraba la fuerza, había encontrado consuelo en los estudios, lo que resultó en una carrera en medicina que, al menos en mi mente, me haría útil para la manada. Pero ni siquiera eso podía borrar lo que había hecho.
KIERAN:Miraba a mi Luna dormida en mi regazo mientras la noche extendía su manto sobre el universo, infinito y silencioso. Sentía un peso en el pecho, un dolor que no se atenuaba. Dejar a mi primo atrás había sido una herida que aún sangraba, pero sabía que era necesario. Mi única esperanza era que el plan de Fenris hubiera dado resultado y que Gael pudiera sobrevivir hasta nuestro regreso.El helicóptero comenzó a descender entre el espeso follaje, abriéndose paso hacia un pequeño claro escondido entre los árboles, apenas distinguible desde lo alto. Las ráfagas de aire levantaban las hojas secas, formando remolinos que danzaban bajo las palas del rotor. Finalmente, el estruendo del motor se apagó y todo quedó en un silencio cargado de expectativa.Rafe fue el primero en saltar al suelo, seguido de Elena. Juntos abrieron las puertas para ayudarme a bajar c
KIERAN:Esa creciente curiosidad iluminó su mirada mientras seguía mis pasos, pero no quise revelarle nada aún. Era algo que mi madre había mantenido en secreto casi toda su vida; un lugar que solo mi padre y yo habíamos conocido. Su retiro espiritual, como ella lo llamaba.Cuando llegamos a la casa, vimos a las dos parejas en la entrada, riendo entre ellos mientras sus manos permanecían entrelazadas, como si hubiera algo invisible que los uniera de forma permanente. Fenris lanzó una mirada al verme, con una alegría contenida; la tensión de los últimos meses parecía haberse desvanecido al menos por ese momento.—Qué bueno que los veo —dije mientras Claris me seguía. —Acompáñenme al retiro de mi madre. Estoy seguro de que los enemigos no pudieron dar con él, y además, a Sarah jamás le fue permitido visitar esa ala de la casa.
KIERAN:Levantar una sola pata alteró todo a su alrededor. Al tocar el agua de la fuente, esta comenzó a moverse de forma hipnótica, alzándose en formas y figuras que desafiaban la lógica, cobrando vida frente a mis ojos. Era una energía indomable, un pulso tan profundo como las raíces primigenias de la tierra misma, incontenible y absoluto.—Soy yo… —aseguró con firmeza.Todo dentro de mí reaccionó de inmediato. El recuerdo de mi madre vino a mí, vívido como un destello abrumador. Una chispa olvidada en mi memoria, pero esta era mi Luna. Un rugido profundo y feroz brotó de mi pecho, sacudiendo el aire mientras me transformaba en mi lobo.—Lúmina… —gruñó Atka desde lo más profundo de mí, reconociéndola como nuestra mitad—. Soy tu lobo.Ella inclinó levemente la cabeza, en un
SARAH:Gritaba con rabia, furiosa, desde la oscura y húmeda prisión donde los humanos me mantenían encerrada. Había creído, con ingenua arrogancia, que presentarme como la esposa del doctor Gael —el mismo al que estos humanos, bajo las órdenes del Beta Fenris, habían rescatado y llevado a un lugar seguro— me abriría las puertas de la libertad y me permitiría ir tras Kieran. Pero estaba equivocada. Me encontraba atrapada en un espacio que olía a miedo, polvo y metal oxidado. La desesperación comenzaba a rasgar mis pensamientos. A pesar de no saber con certeza hacia dónde Kieran había ido, confiaba en que me sería fácil descubrirlo si lograba salir. No era solo intuición: Kieran parecía haber olvidado que, hace muchos años, había creado un vínculo conmigo cuando éramos jóvenes, un lazo fraternal que nos permitía sentirnos mutuamente a la distancia. A lo largo del tiempo, había explotado esa conexión hasta sus límites, pero tal parecía que él ahora lo ignoraba. Su descuido podría jugar
GAEL: Me habían llevado a una casa desconocida. El policía, amablemente me dijo que vendrían pronto por mí para llevarme al hospital. Sentí un escalofrío recorrerme al escuchar eso. Aunque las heridas dolían con cada movimiento, me negaba rotundamente a que un médico humano se involucrara. No podía permitírmelo. Era un lobo, y sabía que con el tiempo las heridas sanarían por sí solas. —Muchas gracias, soy doctor —le dije, tratando de sonar seguro—, y le aseguro que no tengo nada grave. Me curaré yo mismo. Gracias por toda su ayuda. El hombre asintió algo desconcertado, pero finalmente me dejó marchar después de un firme apretón de manos. Respiré profundamente. No podía permitirme perder más tiempo. Lo primero fue buscar un teléfono. Tenía que informar. Marqué con dedos temblorosos un número que ni siquiera Sarah conocía. Solo Kieran y yo lo teníamos; insistí en esa precaución. La línea sonó varias veces, estaba a punto de perder las esperanzas cuando escuché su voz al otr
CLARIS:La felicidad que sentía dentro de mí era algo indescriptible, casi indesbordable. Había recuperado todas mis memorias, y no solo eso: ahora sabía con certeza que los cachorros que llevaba en mi vientre no eran de otra loba con mi Alfa, sino nuestros. Ese simple hecho me llenaba el alma de una dicha que me salía por los poros, una felicidad que me hacía sonreír sin parar mientras abrazaba y besaba a Kieran cada vez que tenía oportunidad. No quedaba nada de esa fachada de jefe gruñón y malhumorado que había conocido en un principio, solo el hombre que amaba, dedicado a mí de una manera que jamás hubiera imaginado. Fue entonces cuando Lúmina, mi loba y fiel guía, se aseguró de reafirmarlo en mi mente una y otra vez. "Los cachorros son de él y nuestros," me aseguró. Comprender eso me llenó de una paz tan profunda. &nb
EL ALFA VORN:Todo fue un desastre por culpa de mi hermano Vikra. Su obsesión por mi hija Claris me tenía profundamente molesto. Ese imbécil confundió el olor de su sobrina con el de una pareja destinada. Y, al realizar el aullido de llamada a pleno día en la ciudad, todo se fue al traste. Estoy seguro de que el Alfa Kieran lo escuchó, al igual que toda su manada, y se evaporaron. Por mucho que los hemos rastreado, no hemos logrado encontrarlos. Por eso, regresamos al bosque.—¿Y ahora qué vamos a hacer? —preguntó mi hermana Chandra Selene—. ¿Y si contratamos un abogado humano para sacar a Sarah? Ella se crió con Kieran. Seguro que sabe a dónde se ha ido.—Esa es una buena idea. Hazte cargo —le ordené.Tenía que encontrar a Elena; ella era mi pareja destinada, aunque fuera una humana. En el pasado, no la reconocí porque mi padre