81. CONTINUACIÓN

CLARIS

 Lo veo sentarse en la cama. Con movimientos ágiles y llenos de energía, no parece un monstruo, sino un humano. Uno muy apuesto y que no me desagrada. Se queda allí, expectante. Finalmente, rompo el silencio.  

—Deseo ir al baño y comer. Tengo mucha hambre —hablo, sin poder evitar admirarlo. Hay algo en su magnetismo físico que me descoloca. Internamente, pienso: Si este hombre es realmente mi esposo y no me está engañando, entonces sí que me saqué la lotería.  

 Él parece aliviado por mi respuesta, como si estuviera esperando cualquier palabra que le confirmara que estoy bien. Antes de que pueda hacer cualquier movimiento, se pone de pie y, sin advertencia, me toma en sus brazos con una facilidad que me deja sin palabras. Su fuerza es evidente, pero también lo es la delicadeza con la que me carga. Apenas soy consciente de sus largas zancadas cu
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