KIERAN:
Todo era muy confuso en este orfanato en medio de la selva. Pregunté por los cuidadores y me dijeron que eran dos mujeres que habían muerto tratando de sacar a los niños del fuego; no había nadie más. Luego miré a mi Beta, Fenris, que todavía esperaba por mi respuesta.
—¿Por qué me lo preguntas si sabes la respuesta? —dije, sintiéndome de pronto muy cansado y molesto—. Los llevaremos a la manada; los brujos sabrán qué hacer con ellos y nos dirán si son reales o si son como los demonios que acabamos de ver hace un rato. Fenris asintió y comenzó a organizar todo junto a Rafe. Quería salir de allí cuanto antes; estaba seguro de que nos estaban vigilando. Cada poro de mi piel me lo advertía. Tomé mi teléfono, asombrado de que funcionara en medio de aquella espesa selva.CLARIS:Me quedé observando el teléfono con incredulidad. Si los guardias no eran de Kieran, entonces, ¿de quién? Miré a Elena y Clara, que esperaban que les contara todo, lo cual hice en breves palabras. —Dice que mandará a Gael por nosotras. Pero creo que mejor nos escabullimos. ¿Qué opinan? Tengo miedo —dije al ver su expresión de desconcierto. —Podemos llamar a tu amigo, Elena. Me refiero al científico Jerry. —Ya se fue de la ciudad. Tenemos que arreglarnos solas; no podemos confiar en nadie —dijo, pensativa. Estábamos en una tienda de lencería en la tercera planta. Ahora sabíamos que los guardias que nos habían salvado de los Craom eran en realidad otros que nos estaban siguiendo, y no quería que ellos nos atraparan. Podía ver cómo estaban distribuidos por las tie
CLARIS:Me quedé quieta observando cómo discutían entre ellos, alejándose; Sarah al frente y Gael parecía rogarle. Había algo extraño en su relación. Luego miré el mensaje de Elena.—No se vayan si ven a Sarah con Gael. Mandé a unos hombres en un auto por ustedes; les dirán mi nombre completo. Si no lo hacen, no son los míos —nos quedamos mirando el mensaje, sin comprender qué estaba sucediendo entre ellos.—¿Saben qué? Sus novios son muy complicados. Escribiré a Fenris y verás cómo soluciona todo —dijo Clara mientras lo llamaba—. Fenris, estamos escondidas y no sabemos en quién confiar. Dime qué hacer.—Amor, no puedo hablar mucho, pero simplemente dile al vendedor que cierre la tienda y que no se muevan de ahí. Nosotros asumiremos todas sus pérdidas —se escuchaba mucho ruido al otro lado, lo que nos intrigó—. En un rato irán por ustedes; sabrán que son de nuestra parte porque entrarán por el almacén.—¿Ven? Ese es mi novio —dijo Clara, sentándose decidida a seguir sus instrucciones.
ALFA KIERAN THERON:El olor me golpeó como una descarga eléctrica, enviando escalofríos por mi columna vertebral. Mi piel se erizó al reconocerlo: era mi propia esencia, pero más dulce, más intensa, entrelazada con algo más que no podía identificar. Imposible. Esto solo ocurría cuando... ¡No! Después de cientos de años esperando, ¿por qué ahora? Mis músculos se tensaron por instinto y, antes de poder procesarlo conscientemente, ya estaba corriendo. El aroma me guió más allá de los límites de la manada, hacia una vieja casa de piedra y madera en las afueras del pueblo. El edificio, rodeado de pinos centenarios, había sido ocupado recientemente por tres humanas. Podía oler sus esencias entremezcladas con el aroma a pintura fresca y cajas de cartón. Mi lobo Atka se agitaba en mi interior, desesperado por irrumpir en la casa, pero tres siglos de control me mantuvieron anclado al suelo. No podía simplemente entrar y asustar a los humanos. ¿Cómo era posible que mi esencia estuviera allí?
CLARIS: Las náuseas me asaltaron de nuevo mientras organizaba los documentos en mi escritorio. Era la tercera vez en la mañana y ya no podía disimular. Corrí hacia el baño, sintiendo la penetrante mirada de mi jefe siguiendo cada uno de mis movimientos. Al pasar junto a él, pude ver cómo arrugaba su nariz con ese gesto de disgusto que tanto lo caracterizaba.Después de tres meses trabajando en este pueblo perdido, conocía bien esa expresión. El señor Kieran Thorne, un hombre huraño de rutinas y cualquier alteración lo perturbaba visiblemente.—Necesito salir temprano hoy —anuncié cuando regresé, limpiándome discretamente el sudor de mi frente—. Tengo una cita médica. Él apenas levantó la vista de sus papeles, pero pude notar cómo sus hombros se tensaban. Después de un silencio que pareció eterno, asintió secamente. Caminé presurosa mirando mi reloj con miedo de demorarme demasiado. Mientras esperaba, suspiré pensando en que no era tiempo para enfermarme ahora. Mi madre y mi pobre h
KIERAN THORNE:Observé cómo mi asistente tomaba sus cosas y se alejaba rumbo a su vieja camioneta. La contemplé desde mi ventana, admirando su extraordinaria belleza y el aura de vitalidad que emanaba. Mi lobo Atka gruñía en mi interior, todavía sin querer aceptar que esa humana hubiera rechazado nuestro ofrecimiento de llevarla a su casa. Soy el Alfa, nadie me rechaza jamás. Pero había algo en ella que me inquietaba. Mientras su destartalado vehículo se alejaba, hice una nota mental: debía proporcionarle un auto mejor y más seguro.El sonido de la puerta interrumpió mis pensamientos. Me giré después de dar una última mirada a la camioneta que desaparecía en la distancia.—Mi Alfa, tu primo Gael está afuera, bastante alterado —informó Fenris, mi Beta, con expresión preocupada—. Me pidió estar presente en lo que describe como una reunión de la más alta importancia y confidencialidad. ¿Tienes idea de qué se trata?—Hazlo pasar y cierra la puerta —respondí, dejándome caer en el sillón tr
CLARIS:Salí de la oficina casi corriendo, no sé. Había algo en la mirada de mi jefe que me hizo temer. Ahora entendía porque nadie quería trabajar con él y como muchas mujeres antes de mí habían renunciado a ese puesto. Kieran Thorne era, sin duda, un hombre extraordinariamente atractivo, el tipo de ejemplar que raramente se encuentra en la vida. Alto, probablemente rozando el metro noventa, con un físico que parecía esculpido por los dioses: hombros anchos, cintura estrecha y músculos definidos que se marcaban incluso bajo sus impecables trajes de diseñador. Su rostro lo enmarcaba una mandíbula fuerte y definida, labios carnosos que rara vez sonreían, y una nariz recta que le daba un aire aristocrático. El cabello negro que llebaba siempre perfectamente peinado hacia atrás, dejaba al descubierto una frente amplia y unas cejas expresivas que acentuaban la intensidad de su mirada. Pero eran sus ojos los que verdaderamente me perturbaban. De un gris acerado que parecía cambiar de to
KIERAN:Me había quedado en mi despacho después de que mi Beta y mi primo se retiraran sin que hubiéramos llegado a un acuerdo. La voz de mi lobo Atka me sacó de mis enmarañados pensamientos cuando intentaba encontrar una solución.—Kieran, creo que nuestra humana tiene problemas —me sorprendió escucharle referirse así a ella.—¿Nuestra? Atka, sé que quizás llegue a ser la madre subrogada de nuestros cachorros, pero eso no la hace nuestra —aclaré mientras me ponía de pie. A pesar de no tener ningún vínculo establecido con Claris, podía sentir su miedo con una intensidad desconcertante. —Vamos a ver qué le sucede, y sobre todo, averigüemos de quién es ese aullido que estoy escuchando.Salí del edificio con paso firme, ignorando las miradas curiosas de mis empleados. El aroma del miedo de Claris era cada vez más fuerte, mezclado con algo más... La preocupación se instaló en mi pecho mientras aceleraba el paso hacia mi automóvil.—Es débil, está asustada y necesita protección —insistió A
KIERAN: La noche había caído cuando mi Audi negro se detuvo frente a la desvencijada casa. El viento helado silbaba entre las tablas sueltas del porche, y la luz mortecina de la única farola revelaba la pintura descascarada de las paredes. Apreté el volante, conteniendo mi ira. El olor a humedad y deterioro ofendía mis sentidos de alfa, pero había algo más en el aire, algo que hacía que mi lobo interior se agitara inquieto.Al bajar del auto, la grava suelta crujió bajo mis pies. Entrecerré los ojos, escaneando la propiedad y notando las ventanas mal selladas, el techo que necesitaba reparaciones urgentes, y ese olor... el inconfundible aroma de otros lobos merodeando la zona. Estaba seguro de que habían descubierto a Claris; no era la primera vez que una de mis asistentes desaparecía de forma misteriosa. Y esta era humana, un blanco fácil para los lobos. Los podía sentir al acecho.—No tiene que bajarse, señor Kieran —la voz de Claris me sacó de mis pensamientos mientras se interpo