6. LA MUDANZA OBLIGATORIA

KIERAN:

La noche había caído cuando mi Audi negro se detuvo frente a la desvencijada casa. El viento helado silbaba entre las tablas sueltas del porche, y la luz mortecina de la única farola revelaba la pintura descascarada de las paredes. Apreté el volante, conteniendo mi ira. El olor a humedad y deterioro ofendía mis sentidos de alfa, pero había algo más en el aire, algo que hacía que mi lobo interior se agitara inquieto.

Al bajar del auto, la grava suelta crujió bajo mis pies. Entrecerré los ojos, escaneando la propiedad y notando las ventanas mal selladas, el techo que necesitaba reparaciones urgentes, y ese olor... el inconfundible aroma de otros lobos merodeando la zona. Estaba seguro de que habían descubierto a Claris; no era la primera vez que una de mis asistentes desaparecía de forma misteriosa. Y esta era humana, un blanco fácil para los lobos. Los podía sentir al acecho.

—No tiene que bajarse, señor Kieran —la voz de Claris me sacó de mis pensamientos mientras se interpo
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