CLARIS:No podía creer lo que estaba sucediendo. Mi jefe me había cargado en su hombro como si fuera un saco de patatas. Gritaba y pataleaba con todas mis fuerzas, pero nadie a nuestro alrededor parecía inmutarse, como si fuera lo más normal del mundo. Mamá se había ido en la ambulancia con Clara, dejándome atrás luchando contra este energúmeno. Cuando por fin llegamos a su auto, que ya tenía la puerta abierta, me lanzó sin miramientos al asiento trasero. Me giré furiosa para enfrentarlo, pero sus ojos de un rojo brillante me detuvieron en seco.—¿Qué... qué eres? —balbuceé, retrocediendo instintivamente ante su mirada sobrenatural. El señor Kieran me miró fijamente, con dos puntos rojos brillando en la oscuridad como brasas ardientes. Por un momento, me pareció ver algo más en su rostro, algo salvaje y primitivo que hizo que mi corazón se acelerara. Tenía miedo y, al mismo tiempo, curiosidad.—Ahora no es momento de explicaciones —gruñó, más molesto de lo habitual—. Quédate quieta y
KIERAN: Seguí mis instintos y el olor que me traía el viento de los lobos del norte, nuestros acérrimos enemigos, siempre queriendo adueñarse de mi territorio. La noche estaba cargada de tensión, y el aire vibraba con los aullidos de mis hombres respondiendo a mi llamado de Alfa. Mis músculos se tensaron mientras le daba el control de nuestro cuerpo a mi lobo, Atka.—¿Cuántos? —pregunté a mi Gamma, Rafe, que apareció con el grueso de los hombres—. ¿Cómo entraron a nuestro territorio?—Son unos cincuenta, mi Alfa. Habían pedido autorización para la reunión que tienen con usted. Selene, la hija del alfa, regresó. Pero en vez de dirigirse aquí, lo hicieron hacia la casa de las humanas —me informó con seriedad. La rabia burbujeaba en mi interior. No podía permitir que invadieran nuestro territorio, especialmente ahora que Claris cargaba mis cachorros en su interior. La manada del norte había cruzado la frontera con mi permiso, pero había traspasado el territorio prohibido, y eso era un
CLARIS:Encerrada en el auto donde me había dejado mi jefe, que resultó ser un hombre lobo y me trajo a su manada, me hice un ovillo metiéndome casi debajo del asiento del copiloto, incapaz de mirar hacia afuera por los aullidos, gruñidos y lamentos que escuchaba. Esto no podía ser cierto, debía ser una horripilante pesadilla que en algún momento tenía que terminar.Unos pasos acompañados de resoplidos me hicieron mirar hacia arriba. Allí, rodeando el auto, un enorme lobo olfateaba hasta detenerse en la ventanilla del copiloto. Estaba perdida, me habían encontrado. Mi corazón latía tan fuerte que podía escucharlo retumbar en mis oídos. El lobo, de un gris plateado, me miraba fijamente con unos ojos que parecían demasiado inteligentes para ser de un animal.Retrocedí asustada, aunque sabía que era inútil. ¿Qu&ea
KIERAN:En menos de un segundo estaba frente a ella, mi rostro transformado en lo que era, una bestia. ¿Cómo se atrevía ésta humana a faltarme el respeto de esa manera y no solo eso, a amenazar a mis cachorros? El rugido que salió de mi garganta hizo temblar las paredes de la habitación. La sujeté del cuello y la levanté del suelo, mi lobo exigiendo sangre por su insolencia.—¡SILENCIO! —rugí, con mis colmillos a centímetros de su rostro— He destrozado gargantas por mucho menos que esto, pequeña humana insolente. ¿Crees que por llevar a mis herederos tienes derecho a hablarme así? Podría arrancarte la lengua ahora mismo.Podía escuchar cómo su corazón latía desbocado, pero aún así, sus ojos... esos malditos ojos verdes seguían desafiándome. En mil años nadie se habí
CLARIS:No sabía por qué diablos seguía respondiéndole a esta bestia salvaje que tenía delante, mirándome con sus ojos dorados y sus colmillos asomando por las comisuras de su boca. Mi mente racional me gritaba que me callara y bajara la cabeza ante él. ¿Qué podía hacer yo, una simple humana, frente a un hombre lobo que podría destrozarme con un simple movimiento de sus garras? ¡Por Dios, Claris, cállate! Sin embargo, esa otra parte de mí, la que estaba harta de que los hombres creyeran que podían hacer conmigo lo que quisieran, se negaba rotundamente a someterse. Este salvaje me había embarazado de sus cachorros sin mi permiso, había cambiado mi vida para siempre sin consultarme. Una fuerza interior que no sabía de dónde salía me empujaba a enfrentarlo, aunque mi cuerpo temblara de miedo. —Señor Kieran, salga de encima de mí, respéteme. Nunca le he dado el permiso de acercarse a mí de esa manera —mi atrevida boca le exigió, mientras mi corazón latía tan fuerte que temía que se me sal
Había salido de mi habitación tras cerrarla cuidadosamente, listo para enfrentar a quienes se habían atrevido a profanar mi casa. Con mi refinado oído aún podía escuchar cómo daban caza al resto de los atacantes; no podíamos permitir que escapara ni uno solo, debíamos eliminarlos para que nadie supiera de mis cachorros.Dos lobos subían por las escaleras; al verme, intentaron huir, pero les di alcance de inmediato y los eliminé. Mi gamma Rafe, junto a mi Beta Fenris, vinieron a mi encuentro, agitados y cubiertos de sangre enemiga, pero ilesos.—Todo está bajo control, mi alfa —informó Rafe mientras recuperaba su forma humana, al igual que los demás—. Tengo la sensación de que esto es una trampa que aún no comprendo.—Me acaban de informar que la comitiva de lobos que acompaña a la hija del alfa del norte Diago. Acamp&oacu
CLARIS:La noción del tiempo se había desvanecido en mi estado. Lo único que permanecía vívido en mi memoria era haberme metido en el clóset, encontrar aquel extraño puñal y el grito aterrado de una mujer: "Su luna Selene nos mandó". Luego, todo se volvió negro.Si las historias de hombres lobo que había devorado con avidez eran ciertas, entonces todo cobraba sentido en mi nueva realidad. Kieran Theron, mi jefe, era el alfa, en la cima de la jerarquía de la manada, seguido por la Luna, quien ostentaba casi el mismo poder que el Alfa. Después venía el Beta, el segundo al mando, que sin duda era Fenris; el Gamma, que era sin duda Rafe, el jefe de seguridad. Los Deltas, guerreros de élite, precedían a los celtas, cazadores y guerreros de la manada.En un escalón inferior se encontraban los sanadores y curanderos, categoría a la que pertenec&iacu
KIERAN:Arrugué mi nariz mientras sentía mis colmillos asomarse. Ésta humana se empeñaba en faltarme el respeto una y otra vez. El depredador en mí se hizo presente cuando la sangre subió a mi cabeza. Por la forma en que abrió sus ojos, supe que los míos debían estar rojos, lo cual pareció recordarle que no trataba con un hombre común.Con un suspiro, se dejó caer en la cama desfallecida; mi instinto me decía que estaba mareada. Mis cachorros eran demasiado poderosos. ¿Podría ella aguantarlos?— Señorita Claris —siseé mientras volvía a sentarme, usando mi voz de Alfa para recordarle que seguía siendo su jefe y me debía respeto—. Su prioridad en este momento deben ser mis cachorros que lleva en su vientre. Por eso estoy aquí; debemos hablar sobre lo que vamos a hacer.Llevó instintivamente su