Benjamín respiró profundo, iba a girarse para responderle al recién llegado, cuando su esposa intervino.
—Señor Ayala, no use el término señorita conmigo, soy una mujer casada, ¿Acaso no puede ver a mi marido? Pues está frente a usted —respondió Ana Sofía, con una voz aparentemente tranquila y una sonrisa que solo trató de simular su creciente disgusto.
Ante las palabras de su mujer, Benjamín no pudo evitar estar un tanto orgulloso por ella, hasta sintió un poco crecer su ego, una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro, la cual se desvaneció apenas unos segundos después cuando su suegro se dirigió a él de manera altanera.
—¡Recoge ese desastre! —le seguramente el señor Celedón a Benjamín, señalando el lugar lleno de comida junto a la mesa.
Por un momento, el muchacho permaneció en silencio y quiso defenderse, porque no quería dejar a Ana Sofía en ridículo y más, cuando ella acababa de defender su posición de esposo, no quería dejarse humillar frente al hombre.
—Señor Celedón… d-discúlpeme —pronunció aparentemente con un poco de nervios, sin embargo, en su mirada se reflejó un rastro de diversión, que pasó desapercibida para todos—. Yo no lo hice, f-fue la señorita… —no continuó hablando, porque fue interrumpido por un molesto Genaro, quién enseguida lo atacó.
Porque lo vio titubeante, sin cumplir su orden, se le fue encima y lo sostuvo por el cuello, aunque en ese instante ni siquiera pudo mover ni un solo milímetro a Benjamín porque era más alto y su cuerpo era fornido aunque, él disimulara su aspecto con ropa ancha y poco agraciada, lo acompañan unos lentes cul0 de botella, unas cejas abundantes muy mal peinadas, una nariz como la de un tucán con una protuberancia quizás producto de algún accidente más joven y un ligero vientre… demasiado para ser tan joven, lo cierto es que eso complació al muchacho quien por un par de segundos lo miró retadoramente, lo que utilizó que su suegro le abofeteara el rostro y lo empujara para que recogiera el desastre.
—¡¡¡Limpia!!! —ordenó—. Tráiganle un cepillo y una toalla para que limpie lo que ensució, porque él no tiene servicio en esta casa, solamente es un pobre marido que ni siquiera tiene un sitio decente para vivir.
Ante sus palabras, Benjamín dudó por un momento si limpiarlo o no, dirigió la vista a su esposa quién miraba sorprendida la escena a punto de llorar, eso hizo que el hombre se decidiera y al final se inclinara a limpiar el desastre con un suspiro de resignación, mientras todos se reían complacidos, porque detestaban al hombre.—¡Ay hermana! ¿Por qué debes seguir casada con este inútil? —, expresó Tulio, uno de sus hermanos.
—Es tan incompetente, deberías buscar un hombre que te represente —se burló otro.
—Ella no puede encontrar algo mejor, se les olvida que eso es demasiado fea… muestra una parte de su rostro, pero cuando ven la otra, todos quieren huir —señaló con burla.
Ana Sofía se quedó por un momento en silencio y se enfrentó a su padre.
—¿Por qué haces esto frente a todos? Me estás humillando de la peor manera… porque así sea lo que sea Benjamín, soy su esposa y si estoy casada con él, es por ser una buena hija, por hacerte caso a ti al unirme con un hombre que elegiste para mí, yo no lo pedí, tampoco quería casarme con él, ni con nadie —explotó la mujer y salió del comedor hacia la puerta principal con exceso congoja para irse a la oficina.
Benjamín detuvo su tarea y corrió tras ella, intentó sostenerla del brazo, pero ella lo soltó de manera despectiva y con la mirada de rabia se enfrentó a él.
—¡No me toques! Aunque te haya defendido allí, todos tienen razón, ¡No eres más que un inútil! ¡Bueno para nada! ¡Maldigo la hora en que acepté casarme contigo! Eres como una sanguijuela pegada a mí para chuparme toda… creo que ni siquiera deberías venir a mi presentación, porque estoy seguro de que en vez de ayudarme me ridiculizarás… no eres un hombre con el cual una mujer se sentiría orgullosa de tenerlo a su lado .
Dicho eso siguió su camino dejando a Benjamín sin palabras, quién terminó sentándose en el primer peldaño de la escalera que daba hacia la salida de la casa con la cabeza entre sus manos.
«¿Podría hacer algo para remediar esta situación?», se preguntó mientras su celular comenzaba a repicar, Benjamín lo tomó como si fuera un animal venenoso, aunque no tenía registrado el número, lo conocía muy bien, suspiró con resignación.
—Aló, Roberts, ¿Por qué me molestas? —pronunció sin dejar de mostrar su mal humor.
—Lo siento mucho, señor Gray, pero por órdenes de su padre debe volver a casa —señaló el hombre que constituía la mano derecha de su familia, Sirio Roberts.
—¿Por qué habría de hacerlo? Mi padre y yo no estamos en buenos términos ¿Por qué desea que vuelva si aún no se han cumplido las razones por las cuales me fui? —mencionó en tono de aparente indiferencia.
—Las circunstancias han cambiado, ese matrimonio no estaba en los planes de nadie, no fue solo una casualidad, además, esa joven no es una mujer digna de la familia… —el chico ni siquiera lo dejó hablar.
—¡Detén tu boca Roberts! No permito que ni una sola ofensa salga en contra de mi esposa, es la mujer con quién me casé, la madre de mi hijo y yo la amo.
—Ese niño debe venirse a criarse con la familia… —la voz como un trueno de Benjamín lo hizo callar.
—¡¡Te dije que ya basta!! —espetó furioso.
—Su padre está enfermo, por eso debe venir, su tío quiere hacerse con el control de todo, lo necesitan aquí—mencionó un abatido Sirio.
—Siento mucho lo de papá… en cuánto pueda escapar lo iré a ver, pero no voy a regresar a la familia Grey, no hasta que termine de hacer a lo que vine —respondió con tranquilidad, cortando la llamada sin despedirse.
Después de eso buscó a su hijo quien estaba en manos de una de las señoras de servicio y aunque Ana Sofía le dijo que no fuera, tomó un taxi y llegó a la sede de la empresa de los Celedón, una de las más grandes de la ciudad.
Cuando iba a entrar, uno de los guardias de seguridad se paró en su camino y me impidió avanzar.
—¿Dónde cree que va? —inquirió el hombre recorriéndolo de pies a cabeza con desprecio.
Benjamín se arregló los lentes que estaban en la punta de su nariz a punto de caérseles.
—Vengo a la presentación de la señora Grey… —como sabía que nadie la conocería con ese apellido, corrigió—. Ana Sofía Celedón —antes de que pudiera continuar el hombre lo interrumpió con una expresión burlesca.
—Miren, este es el marido de la fea, con razón, aquí se consiguió un roto con un descosido —se carcajeó el guardia.
—A la fea él le vio el dinero, pero ella que le vio a él, se burló el hombre, será que lo vio orinando —expuso el otro de manera vulgar, sin dejar sus risotadas.
—Quién lo creería, este con su caja de pendejo bien administrada —siguió burlándose.
Benjamín estaba tratando de controlarse, porque las palabras de los hombres eran bastantes ofensivas, comenzó a contar para distraer su mente, mientras ellos no paraban de burlarse, de pronto se hizo un tenso silencio, y surgió a murmurar, por un momento el hombre pensó que las burlas habían cesado, los vio mirando a un extremo de la habitación y el chico siguió su vista y vio el motivo de los murmullos, en ese momento estaba entrando Ana Sofía con un hombre muy apuesto, mientras ambos estaban enfrascados en una conversación, de pronto ella vio a Benjamín y la sonrisa que traía en su rostro se congeló en una mueca.
La mujer, cuando vio a Benjamín suspiró de impotencia, apretó los puños a un lado de su cuerpo, mientras no dejaba de quejarse en su interior «¿Por qué no hace caso? Si le dije que no viniera ¿Qué necesidad tiene de llevarme la contraria? ¿Acaso no le dije que se quedara en la casa? ¿Por qué siempre debe ir en contra de lo que uno le pide? ¡Es tan irritante! ¿Por qué le encanta estar haciendo el ridículo constantemente? ¿No se da cuenta de que me complica la vida? Todos me odian y me desprecian lo suficiente para que él agregue más brasa» Suspiró profundo y comenzó a caminar, cuando su acompañante le sostuvo por el brazo.—Disculpe, señor Smith, espere un momento —pronunció la mujer caminando hacia donde estaba su esposo.—Señorita Celedón, le recuerdo que tiene la presentación en diez minutos, es su única oportunidad de hacerlo, si no lo hace en ese tiempo, entonces su empresa perderá de celebrar contrato con nuestra filial y recuerde que firmar con nosotros, equivale a hacerlo con
Benjamín vio que el señor Smith, estaba dudando y a punto de acceder a la petición de Montes y de Horacio, por ello no dudó en intervenir. —Señor, usted no puede escucharlos a ellos sin antes esperar que mi esposa termine su presentación, ella es la mejor en su campo y… —sus palabras fueron interrumpidas por un burlesco Horacio. —¿La mejor en su campo? ¿Qué sabes tú de proyectos de simuladores arquitectónicos, de diseños? Tú no eres más que el marido que papá le compró a mi hermana para evitarnos la vergüenza cuando Paolo Anderson se negó a casarse con ella. ¡No eres nadie! Un muerto de hambre arrimado, que ni siquiera tiene la capacidad de ganarse el pan que se lleva a la boca. —¡Ya basta, Horacio! Deja de meterte en mi vida y estar diciendo esas cosas… —el hombre la volvió a interrumpir. —¡¿Es mentira?! ¡¿Qué es un inútil?! ¿Qué lo mantienes? —Eso no es problema tuyo ni de nadie, si lo mantengo o no es solo asunto de Benjamín y mío, además no es un tema que estemos tratando aquí
Justo en ese momento, cuando ella se estaba cuestionando en sí esperar que Benjamín resolviera su problema, llegó Iván Alayón, con una amplia sonrisa, y comenzó a saludar al señor Smith. —Señor Smith, no sé si me recuerda… yo soy Iván Alayón, primo de Lyon, un familiar del asistente principal del patriarca de los Grey, mucho gusto —saludó, extendiendo la mano—. Es un placer coincidir con una persona de su importancia —halagó al hombre y este se hinchó de orgullo—. No sabía que estaba en la ciudad, de haberlo sabido le habría dado el recibimiento que se merece, aunque puedo muy bien invitarlo a comer después que se desocupe de aquí —como lo vio serio frunció el ceño y lo interrogó— ¿Qué sucede? ¿Tiene algún problema? Si puedo ayudarlo, no dude en pedírmelo, estamos para servirle —pronunció con una expresión servil, que causó un poco de molestia en Ana Sofía, porque no le gustaba, adular a la gente, sin embargo, apretó la boca, para no dejar salir lo que pensaba. —Señor Alayón, no re
Benjamín, al ver como estaba tratando su padre a Ana Sofía, se molestó, su primer impulso era frenarlo, decirle que debía respetar a su hija, pero no era conveniente hacerlo, porque eso molestaría a Ana Sofía y le buscaría más problemas, por lo cual luego de pensarlo un par de segundos se contuvo, la solución más efectiva sería hacer regresar a Smith, por eso sin pérdida de tiempo envío un mensaje a Sirio.Enviado a número sin identificar.«Ustedes han enviado a un tal señor Smith, a sostener una negociación con la familia Celedón, se fue sin escuchar la presentación de mi esposa, haga que regrese, le pida disculpas y acepte financiar el proyecto. Todas las negociaciones con los demás Celedón, que sea duro y no firme ningún contrato con ellos; donde esté Ana Sofía en la negociación, debe aprobarla sin ninguna objeción»Recibido de número sin identificar«¿Es su primera instrucción como CEO de las empresas de la familia?»Enviado a número sin identificar«Aún no he aceptado. Tómelo com
Cuando salieron Ana Sofía lo guió hacia donde estaba su auto, un BMW, M3, Sport Evolution antiguo, ella abrió los seguros y antes de que ella se montara, Benjamín le abrió la puerta del auto, haciendo un gesto caballeroso con una mano para que subiera, la mujer miró a los lados como si le avergonzara que alguien estuviera viendo la galantería de su esposo, cuando no vio a nadie dio un suspiro de alivio. —Sabes, no tienes porque hacer eso, me avergüenzas —pronunció de manera recriminatoria, mientras subía al auto, sin embargo, Benjamín sonrió. —Si lo hago, es porque me nace hacerlo... sabes que eres importante para mi Ana Sofía y no tienes idea lo que soy capaz de hacer por ti —respondió el hombre. —Pues, no es mucho lo que me has demostrado... Benjamín no me gustan las mentiras, no tienes que inventar, que ibas a llamar a alguien conocido para resolver lo de la presentación... no tienes que dártela de importante, porque sé que no lo eres y precisamente por eso es que hoy eres mi es
Ana Sofía entrecerró los ojos y después, con un tono de irritación, le respondió.—Por favor Benjamín, no sé qué has comido hoy que amaneciste bromista ¿Acaso piensas que puedes tomarme el pelo? ¿Crees que puedes engañarme diciendo esas estupideces? Si claro, el hijo perdido de una familia poderosa… te olvidaste que me dijiste que te criaste solo con tu madre en los suburbios de Wollemia y que por cumplir una promesa que le hiciste a ella antes de morir, te trasladaste a Villa Madera… sabes tus intentos de chiste no me dan risas, sino lo contrario, me causan mucha irritación.—Ana Sofía, espera —se apretó el puente de la nariz—. Si te dijera que te mentí que inventé todo eso para poder casarme contigo y no pudieras rechazarme y si en verdad tengo dinero y soy un millonario —insistió con vehemencia, como ya habían arrancado el auto, ella aparcó a orilla de la calzada y se quedó viéndolo con rabia.—Si eso que dices es verdad y yo descubriera que me han engañado durante este tiempo, sim
El anfitrión se quedó un poco sorprendido esperando instrucciones.—Sí, llévenos a una mesa, vamos a hablar de… negocios —agregó Benjamín arrastrando las palabras en un tono firme.A Ana Sofía no le agrado, que Benjamín la presentara como una socia comercial, de hecho le causó bastante irritación, sin embargo, a la luz de lo sucedido hacía un momento, no tenía derecho a hacerle ningún reclamo, no obstante, segundos después, sucedieron dos cosas que las consideró de su completo desagrado y aumentó su enfado, por primera vez, lo vio caminar delante de ella, sin prestarle atención y la sensación fue de abandono y segundo, cuando iba caminando con el niño, se tropezó con una hermosa y elegante mujer.—Disculpe, señor —cuando la mujer levantó la mirada, vio al pequeño y se sonrió—. ¡¡¡Qué bebé tan hermoso!!! —exclamó y el pequeño Alejandro sonrió dejando ver sus cuatro dientitos, la chica acarició con suavidad una de las mejillas del pequeño y el bebé terminó aplaudiendo feliz.—¿Cómo se
Benjamín se quedó mirando a los hombres, ajustó las correas del portabebés tipo canguro, porque no estaba dispuesto a dejarse atrapar, defendería a su hijo con su vida si es necesario.—Perdón, no creo haberlos conocido antes, ¿Por qué debería ir con ustedes? —dijo uno de ellos, rodeándolos.—¿Es usted o no el señor Grey? —interrogó uno de los hombres que lo rodeaba.Antes de poder responderle, aparecieron cuatro hombres más con una mujer, no se había cuenta de quién era hasta escucharla hablar.—¿A qué Grey buscan ustedes? ¿Al heredero de la familia más poderosa del país? Porque si es así tienen al hombre equivocado, este no es. Quien está frente a ustedes es mi esposo y no tiene dinero… tampoco es heredero de ninguna fortuna… quien tiene el dinero soy yo —expresó la mujer con seguridad, los hombres dudaron, uno de ellos se rascó la cabeza sintiéndose impotente.—Es que alguien llamó y dijo que un hombre con un bebé, es el heredero de la familia Grey, incluso, usó un pase especial y…