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Capítulo 7. ¿Qué pasa si te he estado engañando?

Cuando salieron Ana Sofía lo guió hacia donde estaba su auto, un BMW, M3, Sport Evolution antiguo, ella abrió los seguros y antes de que ella se montara, Benjamín le abrió la puerta del auto, haciendo un gesto caballeroso con una mano para que subiera, la mujer miró a los lados como si le avergonzara que alguien estuviera viendo la galantería de su esposo, cuando no vio a nadie dio un suspiro de alivio.

—Sabes, no tienes porque hacer eso, me avergüenzas  —pronunció de manera recriminatoria, mientras subía al auto, sin embargo, Benjamín sonrió.

—Si lo hago, es porque me nace hacerlo... sabes que eres importante para mi Ana Sofía y no tienes idea lo que soy capaz de hacer por ti —respondió el hombre.

—Pues, no es mucho lo que me has demostrado... Benjamín no me gustan las mentiras, no tienes que inventar, que ibas a llamar a alguien conocido para resolver lo de la presentación... no tienes que dártela de importante, porque sé que no lo eres y precisamente por eso es que hoy eres mi esposo —pronunció ella con un suspiro.

—¿Qué quieres decir? No te estoy entendiendo —mencionó un poco nervioso, porque tenía la sospecha de lo que le diría.

—Que si me hubiese querido casar con un millonario, lo habría hecho Benjamín y lo hice contigo porque me pareciste un hombre sencillo, sin artificios, sincero, poco atractivo, que no iba a tener preocupación de quererse imponer por su dinero o me fuera a poner los cuernos... digamos que contigo tengo una sensación de seguridad y no me refiero al campo económico, porque no tienes un quinto... es más bien afectivo, contigo me siento cómoda... tú no me obligas a hacer cosas que no deseo y sé que no lo harás... no lo has hecho ni siquiera después que supimos lo de mi embarazo.

Enseguida los recuerdos de cuando se conocieron, vinieron a la mente de los dos de manera simultánea, por su parte, Benjamín se había acercado a las empresas Celedón con la finalidad de encontrar un trabajo, salió de la ciudad capital Wollemia, de donde era originaria su familia y se instaló en Villa Madera, la segunda más importante del país, para emprender su camino con fines de lograr su propósito, una protegerse y descubrir los enemigos de su familia, dos empezar a desenvolverse fuera de su zona de confort, porque al parecer sus padres lo creían incapaz de hacerlo, y allí fue cuando por error, en vez de entrar a la puerta donde se llevaría a cabo la entrevista de trabajo, entró a otra donde buscaban un esposo para Ana Sofía, en un principio, creyó que eso estaba planificado por la familia Grey, tiempo después se enteró de que no, al día siguiente que lo seleccionaron, se preparó pensando que era su primer día de trabajo y allí fue donde conoció a Ana Sofía.

Al momento de entrar al salón, la vio, con su actitud altanera y con un tono de voz descortés.

—Vamos a dejar algo claro... voy a casarme contigo no porque me inspires algo, a decir verdad no eres capaz de despertar en mí ni siquiera un mal pensamiento, si lo hago es porque mis padres no me dejarán en paz hasta hacerlo y tú me servirás para repeler la insistencia de otros hombres y de mis padres por casarme... no me interesa estar comprometida o casada, no me llama la atención el sexo, no sé si soy asexual, así que no esperes consumar este matrimonio, ni tener hijos, dormiremos en habitaciones separadas, porque tampoco me interesa compartir cama contigo —fueron las palabras claras de Ana Sofía—. Pese a ello, no pienso ponerte los cuernos y espero lo mismo de ti.

Ante sus palabras, Benjamín solo asintió y a pesar de parecerle la actitud de la mujer de lo más desagradable que había visto en su vida, se abstuvo de emitir opinión, porque quizás esa situación le convenía de esa manera también a él, sería la mejor forma de esconderse entre las sombras, aparte, tampoco se sintió atraído por ella, y no porque tuviera la mitad de su rostro cubierto por una máscara, porque a decir verdad eso le daba un aire misterioso y no le causaba repulsión, si no era esa expresión soberbia en su rostro y la forma de moverse, indiferente como si los demás poco le importaran.

En ese momento entró Genaro a la sala, con una gran sonrisa.

—¿Se conocieron los futuros esposos? —ambos asintieron, sin pronunciar palabras—. Les recuerdo que no sé lo que hagan con su vida, sin embargo, necesito un heredero, no me importa nada después de eso, si seguirán intimando o no, eso no es mi problema... ah, se me olvidaba, el próximo fin de semana será la boda —declaró el hombre saliendo de manera intempestiva tal y como entró.

Efectivamente, unos días después, se casaron en una ceremonia sencilla en el jardín de la mansión de los Celedón, acompañados solo de familiares y amigos cercanos, aunque tuvo cobertura de la prensa, quien no escatimó en pasar anuncios, fotografías, cubriendo el evento, luego de declararlos marido y mujer se dieron un rápido beso como sello del pacto entre ellos y después se sentaron en la mesa preparada para la recepción, por largo tiempo estuvieron en silencio, solo observando a la gente pasar de un lado a otro. Benjamín se sentía un poco aburrido y se le ocurrió hacerle una propuesta.

—¿Bailamos? —interrogó Benjamín extendiendo su mano hacia ella, solo deseaba hacer más ameno ese momento, dar la impresión de que existían otros motivos para haberse casado, sin embargo, ella lo observó como si su mano fuera una serpiente o algún otro animal venenoso.

—Te hablé claro, no intentes buscar más de lo que te ofrecí —con esas palabras lo rechazó e hizo amago de levantarse, pero antes de poder irse apareció su padre con una botella en la mano y le impidió alejarse.

—Querida hija, yerno, les traje esta botella de champaña, para que los dos brinden en su noche de bodas, como muestra de mi afecto, les hice una reserva en el segundo mejor hotel de la ciudad Sun Life Hotel, en la suite Luna de Miel —extendió la botella hacia ellos y como ella no la quiso tomar la agarró Benjamín.

—Gracias, señor —respondió cómo si no hubiese tenido que limpiar para que le diera esa reserva, sin embargo, no dijo nada, veinte minutos después estaban camino al hotel, la expresión de Ana Sofía era seria, no le dirigió la palabra durante el trayecto y cuando llegó, entró adelante, como si anduviera sola.

En la Suite, le quitó la botella a Benjamín, él tomó una copa del bar de la sala para dársela y ella la rechazó, la abrió y se pegó de la botella, porque quería olvidarse de lo que hizo, haberse casado con un desconocido, sin dinero y sin ninguna cualidad especial, luego de tomar de la botella, se la extendió a él.

—¡Tómate un trago! —le ordenó, Benjamín sintió dudas, sin embargo, al final terminó cediendo. Agarró la botella y comenzó a tomar al mismo ritmo y de la misma forma de Ana Sofía. 

Lo que ninguno supo, sino días siguientes, que Genaro, le agregó a la botella con una inyectadora, una droga estimulante sexual, ambos empezaron a sentirse acalorados, tenían la sensación de que sus cuerpos ardian, por lo cual cuando se rozaron piel contra piel, fue como si alguien hubiera encendido un cerillo en la mecha de un explosivo, la pasión se desató entre ellos, y aunque esa no fue su intención, se dejaron llevar y le dieron rienda a la pasión, ese día concibieron a Alejandro y fue el único día en que ambos tuvieron intimidad después de esa vez, nunca más volvieron a estar juntos.

Benjamín regresó al presente, Ana Sofía le había preguntado algo y estaba esperando su respuesta, mas no tenía idea de que se trataba, como ella lo vio titubeante, le repitió la pregunta.

—Benjamín, ¿A cuál cadena de comida rápida donde venden pollo vamos? —el hombre negó con la cabeza.

—No vamos a ir a un sitio de comida rápida, vamos a ir al restaurante del hotel Grand South Palace —. Cuando Ana Sofía lo escuchó hablar, soltó una sonora carcajada de burla.

—¿Qué te causa tanta risa? —interrogó Benjamín, no obstante, esta vez su timbre de voz era diferente, ronca y grave, ella frunció el ceño sorprendida, aun así respondió.

—Tú chistes... me parece cómico que quieras ir a comer al mejor sitio de la ciudad, cuando tú y yo sabemos que no tienes ni un centavo, ni influencias para hacerlo —pronunció la mujer mirándolo de manera fija, incluso con una expresión de lástima.

—Ana Sofía, ¿Qué pasa si te he estado engañando? ¿Si no soy el hombre insignificante y temeroso que todos creen? ¿Qué pasa si he fingido lo que no soy? ¿Qué harías si te dijera que soy el hombre no solo más rico del país, sino del mundo y no es solo por el origen de mi familia, sino por mi propio esfuerzo? ¿Y qué no solo puedo comer en el South Palace, también puedo mandarlo a derribar si así lo quiero? —inquirió mientras ella lo miraba sorprendida

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