Aquellos han sido cinco días de pesadilla para Inna. Ya van tres días desde que Arman regresó a Moscú para atender su trabajo y a Vera, por lo que la soledad y el vacío emocional la han arrollado con la fuerza de una ola que la envuelve y no le permite volver a salir a la superficie. En esos días, apenas sí ha salido de su habitación, y al igual que su ánimo, su apetito es casi inexistente. Tania se esfuerza por hacerla comer al menos un poco de su desayuno, temerosa de que la falta de alimento afecte el tratamiento médico que Inna debe seguir por las próximas tres semanas.En su habitación, Inna se encuentra acostada de lado en su cama, con la espalda hacia la ventana. La luz del sol no alcanza a filtrarse por las cortinas cuidadosamente cerradas. Ante la falta de movimiento por su parte, cualquiera que la vea podría llegar a creer que se encuentra plácidamente dormida pero en realidad su mirada permanece fija en la pared, perdida en un punto indefinido. En ese momento, no tiene ni
Vestida con ropa para montar, Inna sale de la casa y cada uno de sus pasos se siente como un vendaval. Su expresión de pocos amigos hacen que los trabajadores se aparten a su paso mientras ella avanza hacia los establos. La furia sigue latiendo en su pecho como un tambor imparable. La sola idea de que el brazalete qué le regaló su padre cuando cumplió los 15 años algo que considera una reliquia invaluable, sea ofrecido como un artículo más en una subasta la llena de un enojo que no logra controlar sin importar cuánto lo intente.Necesita liberar esa ira, y la única manera en que puede hacerlo en ese momento es montando a caballo.Al llegar a los establos, ve a Franco ajustando las riendas de un imponente caballo negro. Es un animal majestuoso, con un porte que exuda fuerza y temperamento y que Inna no recuerda haber visto antes, pero en esos momento, aquello no es algo que le importe. Sin dudar, se acerca a Franco y habla con voz tajante.—Franco, voy a salir a montar.Franco, extra
Solo cuando la ausencia del aire comienza a hacerse notar, es que Dmitry e Inna aceptan dejar que el beso termine. Pero aun cuando el contacto de sus labios se pierde, ninguno de ellos queda indiferente, por el contrario, los deja con una mezcla de emociones. Sus labios se separan lentamente y cuando sus miradas se encuentran, Dmitry e Inna permanecen en silencio por unos minutos, sus respiraciones aún agitadas por la intensidad del beso compartido.Él la observa, tratando de leer sus emociones a través de esos ojos negros que, aunque aún llenos de vulnerabilidad, parecen tener algo más. Una especie de calma que lentamente comienza a reemplazar el caos de miedo y rabia que la envolvían minutos antes.El viento sopla con suavidad alrededor de ellos, mientras a lo lejos se dejan escuchar los cantos de algunas aves, pero ni Inna ni Dmitry parecen prestarle atención. A su alrededor todo parece estar congelado, como si el mundo entero se hubiera detenido por un momento y lo único que exist
Al quedarse sola, Inna se queda sumida en sus pensamientos y emociones. Hay algo en la intensidad del beso, en la forma en que Dmitry la miró después, que la deja completamente desarmada.Al pensar en lo ocurrido siente un torbellino de sensaciones, una mezcla de rabia, confusión y, en el fondo, una chispa de esperanza que no se atreve a reconocer. Pero ahora, mientras está sola, esa chispa se convierte en una llama suave y cálida que comienza a envolverla por completo. Contrario de lo que pensaba que podría pasar cuando se vieran de nuevo, Dmitry no la mira con reproche, como ella esperaba, sino con algo mucho más profundo. En sus ojos hay una mezcla de emociones que no sabe identificar, pero que la ayudan a sentirse aún más cálida.Inna se permite perderse en el recuerdo de la mirada de Dmitry, en la forma en que la observó después del beso. Y lo que encontró allí le hizo sentir que aquello no fue un simple roce, ni un acto impulsivo. En sus ojos había algo más, algo que la hizo sen
Debido a la forma tan seria en la que Dmitry le pide que tome asiento, por un momento Inna siente que arruinó todo, sensación que se incrementa cuando un mercado silencio se instala entre ellos.Pasan algunos minutos mientras Inna y Dmitry permanecen sentados frente a frente. Ella estudia su rostro, notando un aire de seriedad que poco o nada tiene que ver con su ánimo habitual. Por su parte, Dmitry juguetea con su pulgar sobre el dorso de la mano de Inna, trazando círculos invisibles sobre su piel antes de dejar salir un pesado suspiro y luego sus palabras.—¿Sabes?... —comienza, su tono bajo, casi un susurro, algo no muy habitual en él—. Lo que voy a decirte, es algo que no suelo compartir. Hablar de mi pasado no es algonque pueda hacer con facilidad, pero siento que… contigo es diferente. Quiero que sepas la verdad sobre mí.Inna ladea la cabeza, visiblemente intrigada. Las palabras de Dmitry siempre dejan en claro que tienen un fuerte peso en ellas, pero esta vez, es claro que l
Nikolay recorre con pasos firmes el cuidado jardín de la casa de su padre, una vez que entra en la casa, es recibido por el frío ambiente que hay dentro de aquellas paredes. Las luces doradas de los candelabros iluminan las paredes revestidas con colores ocres y fríos, y el eco de sus zapatos resuena en el silencio opresivo de la casa mientras camina hasta el lugar donde sabe que encontrará a su progenitor.Al llegar a la biblioteca, abre la puerta después de dejar un par de ligeros toques sobre esta y efectivamente, allí encuentra a Alexey sentado en un sillón de cuero frente a la chimenea, con un periódico desplegado entre sus manos y una taza de té a su lado. Sin levantar la vista, el hombre mayor apenas si murmura un saludo. —Padre, necesitamos hablar —dice Nikolay, sin rodeos, cerrando la puerta detrás de él y caminando hasta detenerse en el sillón frente a él. Alexey frunce el ceño, pero no aparta la vista de las páginas impresas. —Espero que sea importante, Nikolay. Hoy no e
༺ Abrau-Dyurso / Rusia. ༻ ༻ Siete Años Atrás. ༺ ¿Cómo es que todo esto había podido pasar? Anastasia apenas siente el frío metal de las esposas rodeando sus muñecas. Las luces de los flashes la ciegan una y otra vez, pero no de la manera que ella lo había soñado. El vestido de encaje blanco que eligió con tanto cuidado, que debía ser el símbolo de su felicidad, ahora está cubierto de manchas intensamente rojas. La sangre, la misma sangre que cubre sus manos, tiñe de carmesí la tela inmaculada. Su mente no puede procesar lo que está sucediendo; unas horas atrás, estaba riendo, emocionada por su nueva vida, por el futuro que iba a compartir con el hombre que amaba. Ahora, todo lo que queda es el eco sordo de su respiración entrecortada, su mirada vacía y el caos a su alrededor. —¡¿Señorita Ivanova?! ¡Anastasia! —grita uno de los periodistas mientras las cámaras estallan a su alrededor, como si el horror frente a ellos fuera solo otro espectáculo para cubrir. Ellos no ven lo que ella
El sonido monótono de los ventiladores en la sala de juicio apenas es audible sobre el murmullo de los asistentes. Es el quinto día del juicio, y la tensión se vuelve cada vez mayor a medida que impregna el aire como una tormenta a punto de estallar. Anastasia está sentada en el banquillo de los acusados, sus manos frías y temblorosas descansan sobre sus rodillas, y la marca roja de las esposas marca su piel, aunque ya no las lleva puestas.El traje negro que lleva es otorgado por la prisión, su corazón duele al pensar que en esos días su madre no se ha acercado a ella, ni siquiera ha asistido a las sesiones del juicio. Eso le deja en claro que, para su madre, ella es la culpable, y esa es la única sentencia que le marca.Hoy es el último día del juicio, el día en que Nikolay testificará. El hombre al que ama, al que alcanzó a darle el sí antes de que la tormenta comenzara. El único que puede salvarla de esta pesadilla. Anastasia había esperado este momento como un quien espera un sal