#136

Nikolay yace sobre el estrecho catre de metal de su celda, con los brazos cruzados detrás de la cabeza y los ojos fijos en el techo sucio y agrietado. Su expresión es tranquila, casi relajada, llegando al punto de ser escalofriantemente contrastante para alguien en su condición. Pero si se le presta mayor atención, es fácil notar que la sonrisa que se dibuja en sus labios está cargada de una satisfacción oscura, como la de un depredador que sabe que su presa está justo donde la quiere y pronto se estará desangrando entre sus fauces.

No hace ni dos horas que recibió la llamada que le confirmó que su encargo se encuentra listo. La información le llegó de manera discreta, a través de la visita de su abogado, y aunque se supone que debía estar presando atención a las palabras del hombre, la verdad es que su único interés fueron las palabras del guardia que acompañó a su defensor. Un mensaje velado en las ligeras palabras del guardia, un comentario aparentemente inocente antes de salir,
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