#114

Anastasia permanece inmóvil frente al barandal de la terraza en la casa de Dimitri, mientras la brisa nocturna acaricia suavemente su rostro y hace danzar los mechones sueltos de su cabello. A esa hora de la madrugada, el cielo se muestra profundamente oscuro, tachonado de estrellas, extendiéndose como un vasto manto de incertidumbre sobre sus pensamientos. Sus brazos se encuentran cruzados en un intento ligero de encontrar un poco de calor, pero aun así, no logra evitar los escalofríos que recorren su cuerpo, Tal vez es debido a que sabe que el frío no es solo por la brisa que la acaricia.

De pronto, unas manos cálidas se posan sobre las suyas, y no pasa mucho para que pueda adivinar de quién se trata simplemente por su fragancia. Dmitry, con su característico andar silencioso, se ha colocado tras ella, envolviéndola con su abrazo fuerte y protector. Su voz profunda y serena la alcanza como un susurro que danza en el viento.

—Deberías dormir un poco. Es tarde— son sus suaves palabras
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