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CAPÍTULO 2: QUE COMIENCE EL JUEGO

Esa noche, Kyong no podía dormir, ya que, el insomnio lo había acompañado desde hacía cinco años. En la cárcel descubrió que dormir, era un privilegio que los demás mortales no sabían que tenían.

Y, ¿Cómo iba a dormir en ese lugar, donde el ocio libraba una guerra de poder constante, especialmente, por aquellos convictos por narcotráfico? Él pertenecía al otro bando, aquellos cuyos delitos eran por fraude o delitos intelectuales. Estando en ese encierro, Joon conoció mentes muy mediocres pero, también cerebros excepcionalmente brillantes. Y, en ese momento, a su memoria llegó el recuerdo del día que aprendió, que si no se defendía a si mismo, no sobreviviría a tan horrendo lugar.

Flashback: 5 años atrás.

—Lindo trasero. —le sorprendió un recluso, mientras Kyong se bañaba.

Él lo ignoró y siguió bañándose. El tipo era alto, fuerte y calvo, por su acento Joon dedujo que debía ser ruso o polaco, pero, no le dio importancia.

—Eres el nuevo, ¿Verdad? —insistió el recluso, acercándosele más de lo debido.

Kyong no le contestó y se dispuso a enjuagarse, logrando que el hombre se fuese molestando, debido a su arrogante indiferencia.

—Me parece que aún no te han dado la iniciación. ¿No es así, niño bonito? —le dijo el hombre; y, acto seguido, lo empujó fuerte, pegándolo contra la pared.

—Y a ti no te han partido la cara a golpes, ¿No es así imbécil? —fue la respuesta que recibió de Kyong.

Y es que ese hombre no contaba, con las diferentes técnicas de artes marciales, que Kyong había aprendido. Y, aprendió la lección cuando sintió el primer golpe, directo en los genitales, otro más en la cara, simplemente no podía parar de golpearlo, porque de sólo pensar lo que ese desgraciado había querido hacerle, lo hacía hervir más de rabia, ensañándose más con él y, con sus partes íntimas.

—Ve a metérsela a tu padre. —le gritó Kyong con furia.

Los demás reos se habían arremolinado alrededor y todo se había vuelto un caos, mientras el hombre se revolvía del dolor en el suelo. De repente, el guardia de turno llegó al baño.

—¿Qué pasó aquí?— El hombre caucásico, de pelo rubio y ojos verdes, grande, le dirigió la mirada a todos. Nadie hablaba, nadie decía nada, mientras Kyong los miraba a todos, esperando que alguno lo delatara.

—¡Pregunté qué pasó aquí! —insistió el guardia, pero al no haber respuesta, llevaron al hombre malherido a la enfermería y, más tarde, a un centro médico donde recibió la noticia, de que su pene no le serviría más que para orinar.

Kyong tomó su toalla, se secó, se vistió y ya se dirigía a su celda cuando…

—Señor Kyong, ¿Puedo decirle algo? —lo llamó un reo de no más de veintiún años, con una mirada triste y perdida.

—Habla. —le respondió de forma fría.

—Gracias. — le dijo el joven con los ojos cristalizados por las lágrimas y, le extendió la mano. Tras pensarlo varias veces, Kyong se la estrechó.

Este era un chico delgado y guapo, pero, sus anteojos y privilegiado intelecto, delataban su inteligencia. Y es que él era un hacker, que logró meterse en la base de datos del gobierno de Corea del Sur. Al llegar a la cárcel, el reo que había sido golpeado por Kyong, lo destruyó física y moralmente para siempre, por lo que, este chico se sentía muy agradecido con Kyong.

Con el pasar del tiempo, a sangre fría y tras vivencias inimaginables, Min se hizo respetar, era matar o morir y, lo primero era lo más atractivo, porque cuando recuperara su libertad, iba a destruir a esa familia, iba a cobrarse con creces los cinco años de dolor que le robaron su vida, porque, el Kyong de antes, ya no existía más. La compasión ya no estaba suscrita en su diccionario, ni existía en su vocabulario, y, por eso, acabaría con todos ellos y lo haría, atacando su punto más débil.

No obstante, había otra cosa que atormentaba a Kyong de forma constante; y, se trataba de alguien a quien odiaba tanto o más que a los Kim; y se trataba de Bae Eun-ji, la zorra que lo engañó con su enemigo, la que lo abandonó cuando más la necesitaba; y, la que se deshizo de su hijo, quien había sido el motivo para mantenerse en pie, al entrar en ese horrible lugar, que durante cinco años se convirtió en su hogar.

Eun-ji lo había arruinado para las mujeres para siempre, por lo que, a partir de ese momento, no confiaría en ninguna, no se entregaría a ninguna. Y, sólo buscaría a las féminas, para saciar con ellas sus ansias carnales, pero, nada más profundo que eso.

Un mes después.

Kyong, condujo hasta la compañía y se estacionó donde nadie pudiera verlo. Y ahí se quedó, observando y estudiándo a quien se había convertido en su peor enemigo, Kim Seok. Él, con su impecable traje, con sus aires de dueño del mundo, iba de salida, una mujer se le había unido. Era ella, la segunda persona que más odiaba en el mundo, ella que lo recibía con un beso y un abrazo. Al instante, recordó que a él, nunca lo hubiera recibido de esa manera. ¡Que ciego había estado! Se quedó observándolos. Ella tenía el vientre pronunciado por el avanzado embarazo, aunque no perdía, ni la frivolidad ni la elegancia, ya que, aún con estas circunstancias, tenía un vestido sensual.

Por esos buitres, él había perdido la compañía por la cual, su padre se había esclavizado por tantos años en honor a su abuelo. Bien lo decían las cláusulas del reglamento de la junta directiva, el que deshonrara la empresa, quedaría fuera y, lo perdería todo. Y, puesto que no había más herederos Park, él, lo había perdido todo, para él mismo y para su familia.

Estaba a punto de marcharse, ya que, no soportaba seguir mirando como disfrutaban de lo que le habían arrebatado. Fue entonces cuando la vio. No recordaba que hubiera otro integrante de los Kim, aparte de los 3 hermanos varones, ¿Serían familia? Seguramente si, pues, tenía el porte de todos los Kim, aunque ella se notaba un tanto débil y enferma. Perfecto. Sería un placer destruirla junto a todos los demás.

Algunos días después en el hospital.

—Sun-ji, el resultado de los exámenes llegaron y, déjame felicitarte porque, veo que tus niveles químicos y hormonales están estables, creo que el descanso te hizo muy bien. —dijo la doctora

—¿De verdad?

—Si, creo que te hacía falta un muy buen descanso.

—¿Eso significa que podré volver a la escuela? —preguntó Sun-ji

—No habrá ningún problema, siempre y cuando estés consciente de que necesitas descansar.

—Ella descansará de ahora en adelante. —tomó la palabra Seok.

—No se preocupe doctora, le prometo que descansaré más.

—Muy bien jovencita, pues, si descansas lo suficiente y, te mantienes en calma, no habrá ningún problema que lleves una vida en total normalidad.

—Muchísimas gracias doctora, no sabe lo feliz que me ha hecho, porque, lo único que yo deseo, es vivir como una chica normal de mi edad.

—Pues, serás capaz de hacerlo, si te cuidas de forma apropiada.

—¿Qué te parece mi Princesa, si para celebrar esta noticia tan maravillosa, nos vamos a almorzar a un lugar maravilloso? —le preguntó su padre, una vez que salieron del consultorio de la doctora.

—Claro que sí me encantaría, gracias a ambos por acompañarme y, por siempre apoyarme en esta larga lucha. —le agradeció Sun-ji a su padre y a su hermano mayor.

—Sabes que hacemos todo lo que está a nuestro alcance, para que seas feliz; y, ver esa sonrisa en tu rostro, para nosotros es la mayor de las recompensas.

—Hijo, ¿Irás a buscar a tu esposa para llevarla al restaurante?

—No padre, la llamaré inmediatamente, para que ella nos alcance allí.

—Muy bien, entonces vámonos para no hacer esperar a nuestra princesa, y logremos degustar de los mejores manjares, porque, muero de hambre. —dijo el padre y los tres embarcaron, rumbo al restaurante indicado, sin siquiera sospechar que alguien los estaba vigilando muy de cerca, hasta acompañarlos al restaurante a donde fueron, para analizarlos con detenimiento.

Al día siguiente, de regreso a casa después de la escuela, Sun-ji se fue a caminar sin rumbo, ya que necesitaba tomar aire y, estar a solas por unos minutos. Y es que, aunque ella era consciente de lo mucho que sus hermanos y sus padres se preocupaban por su salud, a veces se sentía atrapada en un callejón sin salida, a veces sentía que la sobreprotección de sus seres amados, la asfixiaban demasiado dejándola sin poder respirar. Iba tan ensimismada en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que había tropezado con un hombre, haciendo que ambos cayeran al suelo.

—¿Acaso esta calle no es bastante ancha para que usted transite en ella, sin tener que tropezarse conmigo? —le dijo prepotente y con actitud el hombre.

—Por favor perdóneme, no quise causarle molestia, iba tan ensimismada en mis pensamientos, que no me fijé por dónde caminaba.

—Pues debería tener un poco más de cuidado señorita, porque si ocurre una segunda vez, podría causar un verdadero accidente. Permíteme ayudarte. —le dijo el hombre al mirarla con detenimiento y, reconocer que era la misma chica que, estaba con su peor enemigo en el restaurante, el día anterior.

—Muchísimas gracias y, de nuevo disculpe, tiene toda la razón, por no fijarme por dónde iba, he hecho que usted se caiga al suelo.

—Tranquila no pasó nada, siendo justos creo que exageré un poco en mi reacción, además, creo que de los dos, tú fuiste la que se llevó la peor parte, creo que te lastimaste el brazo.

—¡No puede ser! Ahora mi padre y mi hermano se volverán locos, si ven esta pequeña raspadura. —dijo la chica al comprobar por sí misma, que su brazo derecho estaba levemente lastimado.

—No hay nada que temer, es solo una pequeña raspadura, en un par de días estarás como nueva. —le respondió Kyong.

—Eso lo sé, pero, si conociera a mi padre y a mi hermano, pensaría igual que yo.

—Y ¿Quiénes son tu padre y tu hermano, para que tengas tanto temor de su reacción?

—Mi padre es el presidente de la empresa, Sae salm, Kim Min-ho.

—¿Kim Min-ho es tu padre?

—Sí, él es mi padre, ¿Lo conoce usted?

—No, no lo conozco, quiero decir, no personalmente pero, he tenido el placer de seguir muy de cerca su carrera en los negocios, sobre todo, el éxito que ha tenido su hijo mayor en la empresa.

—Supongo entonces, que usted también pertenece al mundo de los negocios, al igual que ellos.

—Algo así, digamos que soy un empresario en ascenso y, sigo de cerca la carrera de los hombres exitosos, aquellos que han dejado huella en el campo empresarial. Sin embargo, y espero que no malinterpretes mis palabras, pero, nunca leí o vi nada sobre una hija, siempre creí que todos los hijos del señor Kim eran varones.

—No se preocupe, yo entiendo que no se diga nada de mí en los periódicos, o en las revistas de negocios, ya que mi familia me ha mantenido alejada del ojo público, y mucho más de la prensa.

—Y, ¿Por qué motivo ellos han ocultado a una mujer tan hermosa del mundo? Si yo fuera tu padre, créeme que ante el mundo entero te presumiría.

—¿Lo dice en serio?

—Por supuesto que sí, yo no soy un hombre que miente y, mucho menos, si delante de mí tengo a la mujer más bella que he podido conocer. —le contestó él, sabiendo que sus palabras estremecerían a la chica inexperta.

—Yo no sé qué decir al respecto, ya que, nunca me habían dicho algo así. —le susurró la chica muy estremecida con sus palabras.

—Eso no puedo creértelo, sobre todo, porque eres una mujer preciosa y, debes tener una fila interminable de pretendientes.

—No, se equivoca usted, yo ni siquiera he tenido novio.

—Pues, déjame decirte que me has convencido de que en toda Corea, los hombres son ciegos y estúpidos, al no darse cuenta de lo que es la verdadera belleza al tenerla en frente. Afortunadamente, yo no soy como todos los hombres.

—¿Qué cosas dice señor? Yo no soy tan bonita como usted dice.

—Ante todo, ya no me sigas diciendo señor, porque, me haces sentir muy viejo y, no lo soy. Mi nombre es Juwon, ¿Cuál es tu nombre?

—Mi nombre es Sun-ji. Un placer conocerte, Juwon.

—¡Qué hermoso nombre tienes! Hace una perfecta combinación con tu belleza.

—¡Dios mío! Pero, ¿Qué dice usted? Digo ¿Qué dices tú? Siento que me estás halagando más de lo que realmente merezco.

—No entiendo por qué una mujer como tú, tan bella y tan llena de vida, se siente inferior y no tan bonita. Pero, yo mismo te convenceré de lo contrario. ¿Aceptas tomar un café conmigo o, tal vez una invitación a almorzar? —le dijo el hombre en respuesta. comenzando a sentir en su interior, una mezcla de sentimientos que él mismo, no sabía cómo identificar.

—¿Estás invitándome a salir contigo? —le preguntó ella muy sorprendida.

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