—¡Saluden a la presidenta Carla y a su hija Lenya Parodi, la heredera de Hidden Beauty! —exclamó el anfitrión. Carla había organizado una gran fiesta de cumpleaños a su única hija, quien acababa de cumplir los veinte años.Invitó a muchas personas de la alta sociedad, por lo tanto, el salón rebosaba de gente ambiciosa y superficial que solo estaban allí para su propio beneficio.Lenya se sentía un poco incómoda ante ellos, pues sabía que los que la saludaban con tanta amabilidad eran los mismos que siempre murmuraban a sus espaldas. Era bastante criticada por el hecho de haber sido criada en casa, no era muy buena socializando y siempre lucía deprimida, como si nada pudiese llenar el inmenso vacío de su corazón. Además, ya tenía veinte años y ni siquiera iba a la universidad, a pesar de provenir de una familia adinerada."No necesitas ir a la universidad, Lenya. Eres la heredera de una empresa multimillonaria, ¿para qué perder el tiempo en cosas sin sentido? Trabajando como mi asisten
Temprano en la mañana, la joven subió a su coche para dirigirse a Hidden Beauty. No iba con su madre porque le había pedido que la dejara conducir su propio auto, y Carla accedió.Al llegar, subió al último piso en el que se hallaba la oficina de su madre, en donde encontró a una persona sentada en una de las sillas de espera. No era alguien fuera de lo común, pero lo que llamó su atención fue que tenía los pies descalzos.Su pelo oscuro como el azabache era bastante corto, tenía un corte masculino y su flequillo caía sobre su frente, traía puesta una camisa blanca y una falda elegante. Sus atributos no destacaban. Si no fuera por la falda, habría pensado que se trataba de un chico.La muchacha se percató de que alguien la observaba, así que fijó la mirada en la pelirroja, pero Lenya desvió la vista rápidamente y caminó hasta la puerta de la oficina para dar un par de ligeros golpes, procurando ignorar la presencia de la chica de los pies descalzos.Finalmente, su curiosidad fue mayor
—¿Ir a una reunión? ¿Yo sola? —cuestionó Lenya con asombro, apuntándose a sí misma. Era de mañana cuando Leónidas le pidió que fuera a su oficina.—Puedes llevar a tu ayudante —estableció.—P-Pero… nunca fui a una reunión de negocios por mi cuenta… —dijo, agachando la cabeza para juguetear con sus dedos.—Sé que has acompañado a Carla en diversas ocasiones, debes conocer muy bien el protocolo —asumió—. Lenya, dentro de unos años serás la presidenta de Hidden Beauty, y es indispensable que una líder cuente con habilidades sociales. No puedes esconderte siempre detrás de tu madre, tienes que empezar a destacar por ti misma.Leónidas quería que Lenya asistiera a una reunión debido a que él ya se había comprometido con otra a la misma hora y ambas eran tan importantes que ninguna merecía ser cancelada.—E-Está bien, iré —accedió, sin estar del todo convencida.Al llegar el momento establecido, se dirigió a la reunión junto con Arantza, la cual se llevaría a cabo en el salón de una tienda
Una semana después, Arantza empezó a adaptarse a las reglas de la empresa y al carácter inconstante de su jefa.A decir verdad, soportar los desplantes de Lenya no era para nada complicado. Como provenía de una familia en donde reinaba la violencia y la comunicación se daba a los gritos, trabajar como ayudante de la heredera era el momento más pacífico de su día.Los zapatos con tacones altos seguían siendo su mayor enemigo, así que siempre se los quitaba a escondidas para masajearse los pies. También le raspaban los talones y, por esa razón, la zona permanecía roja. No estaba acostumbrada a usarlos durante tantas horas, pero se esforzaba por adecuarse ya que debía cumplir con el código de vestimenta (camisa blanca con mangas largas, junto con una falda beige y zapatos del mismo color).En un par de veces, Lenya le entregó unos apósitos para que pudiera colocárselos en los talones, gesto que sorprendió a Arantza. Procuraba no quejarse de las molestas heridas delante de ella, pero no s
Lenya pestañeó repetidamente y el aire se atascó en su interior, sintiéndose abrumada por la osadía de Arantza. Estaba tan cerca que podía percibir el suave aroma de la colonia que la rodeaba, lo cual la paralizó.Sin embargo, en cuestión de segundos, se recuperó de la impresión y la empujó ligeramente para apartarla.—¡Aléjate! —exclamó—. ¡¿Qué crees que estás haciendo?!—Ah, es que… descubrí que tiene un par de hoyuelos —expuso—. Nunca sonríe, así que no me había dado cuenta.—¿Y qué con eso? No es nada del otro mundo —refunfuñó.—Pero en usted lucen sensacionales —agregó Arantza, entusiasmada.—D-Déjate de tonterías…—Quiere hacerse la dura, pero se está sonrojando —le apuntó a la cara.—¡Suficiente! Hemos perdido demasiado tiempo hablando de cosas sin sentido —riñó—. Sigamos trabajando.Arantza soltó una risita y regresó a su posición para ordenar unos documentos. Mientras tanto, Lenya procuró recuperarse de lo que había sucedido recientemente. Su corazón palpitó con intensidad y
En la mañana siguiente, mientras Lenya y Arantza trabajaban en el último piso, las puertas del elevador se abrieron, dejando pasar a Nicolás. El hombre caminó hasta el escritorio y saludó a las muchachas.—Buenos días, señoritas —articuló educadamente.—B-Buenos días, gerente… —alegó Arantza, escrutándolo atónita, pues nadie podía subir a ese piso sin autorización a menos que fuera por un asunto muy importante.—¿Porqué no estás en tu puesto, Nicolás? —reclamó Lenya, ahorrándose las formalidades.—Necesito hablar contigo. ¿Me darías un segundo? —solicitó.—Lo que sea puedes decírmelo aquí y ahora —señaló, imponente.—Debe… ser en privado —dijo, mirando de reojo a Arantza—. Por favor.La ayudante captó la indirecta, así que se puso de pie.—Yo me iré al baño en lo que ambos conversan…—Tú no te irás a ninguna parte, Araceli —ordenó.—S-Señorita, no me llamo Araceli... —resaltó Arantza.—Siéntate —apuntó a la silla, ignorando sus palabras e incrustando los ojos en el gerente—. No entien
Lenya se paralizó ante dicho cuestionamiento, para después girar lentamente hacia ella.¿Lástima? ¿En verdad aquel sentimiento que se había originado en su alma era algo tan simple como eso? ¿Lo estaba haciendo porque sentía compasión?No. Definitivamente, esa no era la razón. No lo sabía con exactitud, se suponía que no le agradaba así que no comprendía muy bien por qué quería ser amable con Arantza, pero no lo hacía por lástima.—¿Piensas que esto se trata de una obra de caridad? —articuló Lenya, con el semblante inalterable—. El celular no es un obsequio de mi parte, te estoy proporcionando un instrumento de trabajo, al igual que la laptop. Esa la aceptaste sin problemas, ¿cierto?—Pero, la laptop es de la empresa, no me la llevo a mi casa…Lenya lanzó un suspiro y se aproximó a ella.—¿A qué le temes? ¿Tienes miedo de que crea que te estás aprovechando de mí?—N-No es eso…—Y ya te he dicho que no te lo descontaré de tu salario, así que… ¿qué otra excusa pondrás para no acatar mis
Mientras conducía, Lenya analizó si debía comentarle a su madre lo ocurrido, pero luego de pensarlo mucho, decidió no hacerlo, pues no quiso mezclar lo personal con lo laboral. Nicolás era muy bueno manejando el departamento de ventas, y si Carla se enteraba de que trató de cortejar a su hija en su ausencia, probablemente lo despediría sin dudarlo.Lenya llegó a su casa y repitió su rutina habitual. Después de darse un baño, se tumbó en la cama y procuró olvidar el incómodo episodio que vivió con el gerente, hasta que consiguió que las imágenes de ese momento fuesen reemplazadas por otros recuerdos.La sonrisa de Arantza al contemplar el celular que le había comprado sacudió la mente de Lenya de manera repentina y la intranquilidad que acongojaba su corazón se disipó.La joven tomó su móvil, buscó el contacto de su ayudante y permaneció contemplando la pantalla durante un largo rato. Finalmente, se armó de valor para hacerle una llamada.Arantza se hallaba recostada entre las sábanas,