Mientras conducía, Lenya analizó si debía comentarle a su madre lo ocurrido, pero luego de pensarlo mucho, decidió no hacerlo, pues no quiso mezclar lo personal con lo laboral. Nicolás era muy bueno manejando el departamento de ventas, y si Carla se enteraba de que trató de cortejar a su hija en su ausencia, probablemente lo despediría sin dudarlo.Lenya llegó a su casa y repitió su rutina habitual. Después de darse un baño, se tumbó en la cama y procuró olvidar el incómodo episodio que vivió con el gerente, hasta que consiguió que las imágenes de ese momento fuesen reemplazadas por otros recuerdos.La sonrisa de Arantza al contemplar el celular que le había comprado sacudió la mente de Lenya de manera repentina y la intranquilidad que acongojaba su corazón se disipó.La joven tomó su móvil, buscó el contacto de su ayudante y permaneció contemplando la pantalla durante un largo rato. Finalmente, se armó de valor para hacerle una llamada.Arantza se hallaba recostada entre las sábanas,
Arantza solo podía pensar en una cosa: Necesitaba ver a Lenya y disculparse por lo que le había ocurrido al teléfono móvil. Parecía tonto, pero no podía sacárselo de la cabeza. Además, le había prometido que lo cuidaría y no lo cumplió, así que la culpa le corroía las entrañas.Asumió que Lenya definitivamente se enfadaría luego de ver el celular con la pantalla hecha añicos, por lo tanto, quería enfrentarla esa misma noche o no podría conciliar el sueño.Estaba molesta con su familia. Amaba a su madre y, en el pasado, amó a su padre. Eran felices hasta que él lo arruinó y le enojaba que Indira lo defendiera tanto. No le importaba mucho ser pobre porque tenía la esperanza de que sus circunstancias económicas mejoraran, sin embargo, reparar una familia tan destruida como la suya era un sueño muerto.«Por favor, que la señorita aún se encuentre en la empresa…» rogó, dirigiéndose a Hidden Beauty en autobús, con tan solo una playera y unos shorts.Tras llegar a la parada, bajó del transpo
A Lenya le resultó extraño que Nicolás haya ido a su casa ya que no lo había invitado y ni siquiera se había presentado a trabajar en la empresa ese día, dejando a su secretario como su reemplazo.Lenya colocó el móvil en la pequeña mesa que se encontraba en el centro de la sala y se dirigió a la entrada para abrir el portón.—Nicolás —articuló con un tono de regaño—. ¿Qué se supone que haces en mi casa?—Lenya… —soltó, en lo que el fuerte aliento a alcohol golpeó el olfato de la joven—. Lenya, mi chica preferida… —se aproximó a ella y la envolvió con los brazos.—¡Oye! ¡¿Cuál es tu problema?! —reprochó—. ¡Aléjate de mí!—Lenyaaaa —gimoteó—. Dime, Lenya. ¿Qué tengo que hacer para gustarte?—¡Mira nada más lo borracho que estás! ¡No tienes respeto por nadie! ——vociferó, empujándolo para apartarlo—. ¡Lárgate de aquí!Nicolás frunció el ceño y cierta ira invadió su interior, lo que hizo que se acercara nuevamente para tomarla de los hombros y empezar a sacudirla con agresividad.—¡¿Porqu
Los rayos solares se filtraron a través de la ventana, consiguiendo que Lenya abriera los ojos de manera lenta. Se incorporó en la cama, dio un bostezo y se frotó los párpados para luego echar un vistazo al reloj que colgaba en la pared.«Es tarde…» dijo dentro de sí, notando que su alarma no había sonado y debía prepararse para ir a la empresa.Tras colocar los pies en el suelo, se fijó en una silueta que reposaba sobre el sofá que se hallaba ubicado en el rincón de la habitación. Arantza dormía plácidamente, acurrucándose en el asiento.Lenya se levantó y camino hacia ella, situándose delante suyo. La contempló durante unos minutos, observando la forma tan graciosa en la que estaba posicionada.La heredera soltó una risa casi imperceptible, pero rápidamente reaccionó y giró en dirección contraria. ¿Porqué la estaba mirando así, como si la escena le causara ternura?Se aclaró la garganta y volteó de nuevo hacia Arantza.—Oye —dijo, dándole toques en la rodilla con el dedo índice—. Oy
—¿Q-Qué? ¿Novio? —Lenya lo miró estupefacta y sintió una punzada justo en el centro de su corazón.—¡Oye! —Arantza dio un codazo a la costilla de Dimas y éste gimoteó de dolor—. No le mientas a la señorita —riñó y se aproximó a ella—. Jefa, no le haga caso, ¿si?—E-Entonces, ¿no es verdad? —quería cerciorarse.—¡Claro que no! ¿Quién querría ser novia de este tonto? Aunque gracias a él, mis entrenamientos fueron gratuitos —expuso, sonriente—. Dimas y yo somos amigos desde ni-ños y es el hijo del dueño de este gimnasio.—Ya veo… —dijo y la inquietud en su pecho se disipó.Pero ¿porqué aquella aclaración le otorgó tanto alivio?Sin embargo, a pesar de percibirse más tranquila, ciertas dudas cruzaron por su cabeza. Quizás eran solo amigos, pero ¿quién aseguraba que no había sentimientos que no se atrevían a expresarlo? ¿Y si ellos en realidad estaban enamorados?«Agh, ¿porqué estoy pensando en estas tonterías? Esta chica no significa nada para mí» trató de convencerse a sí misma.—Oye, Di
Después del entrenamiento, ambas se asearon. Lenya tenía pensado no hacerlo ya que las duchas del gimnasio estaban divididas por simples cortinas de plástico y aquello la inquietaba, pero estaba demasiado sudorosa y pegajosa, por lo que no tuvo más remedio. Había cuatro duchas y Arantza entró en la primera, mientras que Lenya eligió la del otro extremo para no estar tan cerca de ella. Se aseó rápidamente y se puso de vuelta el vestido, saliendo de allí antes de que su acompañante acabara. Luego de dejar el gimnasio, se dirigieron a la tienda de celulares. Arantza se sintió bastante apenada por el hecho de que su jefa no se echó para atrás con su decisión de comprarle otro móvil, y cada vez que intentaba decir algo al respecto, Lenya la escrutaba con una mirada fulminante, como si le estuviese advirtiendo que no se atreviera a rechazarlo. Tras salir de la tienda, fueron a un comedor. —Agh, siento como si se me fuesen a caer los brazos… —se quejó Lenya, en lo que vaciaba su plato. —
Tras situarse frente a la casa de Arantza, Lenya observó el lugar con recelo.—¿Porqué está tan oscuro? —cuestionó—. ¿En verdad vives aquí?—E-Es que… mi mamá debió haberse olvidado de encender las luces —rio con nerviosismo. No iba a mencionar que estaba sin electricidad desde hacía un tiempo—. Muchas gracias por haberme traído a casa, señorita. También por el celular y por…—Sí, sí. Ya entendí. De nada —le interrumpió, a lo que Arantza soltó una risita.—No sea tan tímida —se mofó—. Adiós, nos vemos mañana —se despidió con ternura y salió del auto.En cuanto la joven entró a su morada, anunció su llegada.—Estoy en casa —articuló.—¡Arantza! —exclamó Indira, acercándose a ella—. ¿Dónde te habías metido? ¿Porqué no regresaste a dormir anoche?—Te dije que no me esperaras —replicó, dirigiéndose a su habitación—. Por cierto, a partir de ahora dejaré mi cuarto bajo llave cuando yo no esté cerca. No quiero que nadie más entre y husmee entre mis cosas.—Disculpa a tu papá. Solo se enfurec
Al caer la noche, Lenya se tendió en la cama después de darse una ducha. Pensó que sería difícil conciliar el sueño de nuevo, sin embargo, se quedó dormida a los pocos minutos debido al cansancio.Por desgracia, solo pudo dormir un par de horas pues una desagradable pesadilla la despertó jadeando.Soñó que Nicolás escapó de prisión y que consiguió entrar a su casa sin hacer sonar las alarmas ya que Lenya olvidó activarlas. Posteriormente, el hombre entró a su habitación e intentó someterla a su voluntad.Aun podía sentir las asquerosas manos de Nicolás recorriendo sus piernas para levantar el vestido y su repulsiva voz expresando sus más oscuros deseos. Fue aterrador.Estaba empapada de sudor y su cuerpo temblaba, además de que sus ojos estaban levemente llorosos. Se sentó en la cabecera de la cama y se abrazó a sí misma para tratar de calmarse.De pronto, una idea se instaló en su cabeza. Tomó su celular y buscó el número de Arantza, pues recordó las palabras que le había dicho."Si