La muchacha solo traía puesto su ropa interior, es decir, el sostén y una braga.—¡¿Qué…?! ¡¿Qué está pasando?! —vociferó, alejándose de ella y acurrucándose en el otro extremo de la cama.—Argh, qué ruidosa… —articuló Arantza, incorporándose de manera lenta.—¡¿Porqué estás desnuda?! ¡¿Perdiste la cabeza?! —se tapó los ojos con las manos.—No sea exagerada, no estoy desnuda… —se frotó los párpados—. Anoche tuve mucho calor y no me pareció correcto despertarla solo para preguntarle si podía encender el aire acondicionado.—¡¿Pero te pareció correcto dormir así a mi lado?! —cuestionó con indignación.—Al amanecer empezó a hacer un poco de frío y me cubrí con la manta. No habría visto nada si no me hubiese destapado —indicó.—¡¿Cómo iba a imaginar que estabas desvestida?!—¡Ay, no sea tímida! —rio y se acercó a ella—. Es como verme en traje de baño, no es nada del otro mundo…Lenya agarró una de sus almohadas y se la aventó en la cara.—¡Sal de mi cuarto! —exclamó—. ¡Y ni se te ocurra v
Al llegar al salón en el que se llevaría a cabo el evento, ambas bajaron del coche e ingresaron al sitio. Mientras esperaban a que todos los invitados que confirmaron su asistencia estuvieran presentes, los demás conversaban amenamente.Por su parte, Lenya y Arantza se mantenían alejados de los grupos ya que la heredera no tenía ningún interés en establecer relaciones.—¿Las actividades de los millonarios siempre son así? —cuestionó la ayudante.—¿Te refieres a así de aburrido? —asumió Lenya, sosteniendo una copa de vino tinto en su mano.—E-Eso no fue lo que quise decir… —negó.—No esperes mucho de acontecimientos como estos. Generalmente, nunca sucede algo fascinante. Sin importar la inmensa cantidad de personas que existen en el mundo, dentro de la clase alta siempre terminas encontrándote con las mismas caras, así que nunca ocurre nada nuevo —arguyó—. Decepcionante, ¿cierto?—Bueno, no estoy en posición de hacer críticas pues no conozco mucho de este ambiente. En realidad, me refe
—Señorita… —a Arantza se le iluminaron los ojos cuando la escuchó decir aquello.—No me mires así, me asustas —articuló Lenya, para luego seguir caminando.—¡Ah, cierto! —siguió sus pasos—. ¡También dijo mi nombre! No me llamó Aurelia, ni Araceli, ni Aurora…—¿Eso es motivo para emocionarse?—¡En efecto! —aseveró con entusiasmo.—Bueno, supongo que podría llamarte por tu nombre ahora. Como he dicho, eres mi amiga.—¿De… verdad? —Arantza no podía dar crédito a lo que acababa de oír.—Jamás lo hubiese mencionado si no fuera cierto —alegó Lenya sin vacilar.—Señorita, ¡usted es un ángel! —se aferró a su brazo.—¡Oye! ¿Quién te dijo que puedes tocarme? —refunfuñó, regresando a su sitio.Lenya consiguió comprar una de las joyas que estaban en subasta, a un precio bastante elevado. No le interesaban los accesorios, pero el hecho de saber que su dinero se destinaría a una obra de caridad, de algún modo, le daba sentido a su vida.Tras subir al coche con Arantza, Lenya se armó de valor para h
—¿Q-Qué? —articuló Arantza, para después desatar un suspiro—. Como lo suponía, no me estás tomando en serio…—Oye, te lo estoy diciendo con toda la seriedad que requiere —aclaró Dimas—. Aunque yo nunca me fijaré en un hombre, no significa que esté en contra de las parejas del mismo sexo…—Por favor, escucha lo que dices —le regañó su amiga—. Solo he dicho que me gusta y tú ya estás pensando en emparejarnos.—¿No lo has pensado tú? Digo, cuando te gusta alguien, es normal que quieras estar con esa persona. Abrazarla, besarla y… entre otras cosas —insinuó.—Una relación con la señorita Parodi es imposible, somos de mundos muy distintos —alegó—. Además, estoy segura de que espera conocer a un tipo de su misma clase. ¿Porqué se fijaría en una chica que no tiene ni en dónde caerse muerta?—En el amor, el estatus es irrelevante, Arantza. Por esa razón, te aconsejo que te ganes su corazón. Si consigues que se enamore de ti, ¿crees que le importará que seas pobre?—Argh, lo que dices es absur
Arantza se dirigió al coche y subió en el asiento del copiloto, abrochándose el cinturón. Lenya se mantuvo inexpresiva cuando arrancó el motor y se pusieron en marcha.Durante el trayecto, ambas permanecieron en silencio, hasta que la heredera decidió ser la primera en articular palabra.—¿A ti… te gusta ese muchacho? —le preguntó de repente. Honestamente, la intriga la estaba consumiendo y, aunque se contuvo bastante para no cuestionárselo, terminó dejándose llevar por su intranquilidad.Le molestaba pensarlo, le inquietaba que Arantza se sintiese atraída por él, pero, aun así, prefería saberlo a ciencia cierta en lugar de sacar conclusiones erróneas.—¿Eh? ¿Se refiere a Dimas? —respondió la ayudante—. Pues… si no me gustara, no sería mi mejor amigo…—Hablo de una atracción en la que… hay sentimientos románticos involucrados —aclaró—. Ustedes se llevan tan bien que me cuesta asimilar que no hay nada más que amistad entre los dos, podrían hacerse pasar por una pareja sin problemas.—¡
Era sábado por la noche cuando Lenya y Arantza se encontraban en un bar que había sido rentado para celebrar el cumpleaños de Dimas.El sitio se hallaba repleto de gente pues no solo estaban los amigos cercanos del joven, sino que también asistieron las personas que entrenaban en su gimnasio. Cada rincón estaba ocupado por un grupo y era difícil caminar debido a la multitud.Minutos después, las dos muchachas se aproximaron a Dimas para darle los buenos deseos y entregarle unos obsequios.—¡Gracias! Pero no tenían que traerme nada —expresó él, con una sonrisa de oreja a oreja.—Entonces, devuélvelo —bromeó Arantza, extendiendo la mano.—Eso ni pensarlo —replicó—. Me alegra que haya venido, señorita —se dirigió a Lenya—. El regalo no era necesario, pero, aun así, se lo agradezco.—Honestamente, fue idea de Arantza. No solo me persuadió para acompañarla, sino que también me obligó a comprarte un obsequio —alegó la heredera.—¡Qué mentira, no la obligué! —reclamó la joven, a lo que Dimas
Arantza atrapó los labios de Lenya, sorprendiendo por completo a la joven. Se quedó tiesa durante un breve instante, tratando de asimilar lo que estaba sucediendo. Su mente se volvió un caos en cuestión de segundos y no tenía idea de cuál podría ser el motivo de aquel beso. Sin embargo, no lo rechazó.Cerró los párpados y correspondió a Arantza, de una manera torpe al principio ya que carecía de experiencia, pero poco a poco empezó a tomarle el ritmo. Su saliva tenía un toque fuerte debido a todo el alcohol que había ingerido, pero, aun así, Lenya podía percibir la dulzura de su boca, lo cual la extasió.De pronto, Arantza se incorporó y colocó las manos en los hombros de su jefa, hizo que se recostara sobre la cama y subió encima de ella para apoderarse nuevamente de sus labios.A Lenya le sorprendió la audacia de su ayudante, y más cuando sintió su lengua introducirse en su boca para besarla con frenesí. Arantza era apasionada y sus manos traviesas no dudaron en posarse en la cintur
Lenya le dedicó una mirada de asombro. Estaba contenta por haber escuchado aquella confesión, pero, al mismo tiempo, no podía dar crédito a lo que acababa de oír. Con unas simples palabras, todo su interior se hizo un caos y, a pesar de que su declaración la alegró, su mecanismo de defensa se activó y reaccionó muy diferente a lo que hubiese deseado.—¿Qué clase de broma es esta? ¿Qué pretendes? —cuestionó, conteniendo sus verdaderas emociones.—No es ninguna broma, estoy siendo completamente sincera.—No tenía idea de que tuvieras este tipo de intereses —insinuó.—Te equivocas, es la primera vez que me pasa esto.—Sin embargo, lo aceptas con tanta facilidad, como si no te costara nada.—¿Crees que es sencillo para mí? Te aseguro que es más difícil de lo que piensas, pero no soy una cobarde. A pesar de las consecuencias que pudieran surgir, prefiero ser honesta y decírtelo de frente.—¿Y luego qué? ¿Qué clase de respuesta esperas que te dé? —desvió la vista.—No se trata de lo que esp