—¿Q-Qué? ¿Novio? —Lenya lo miró estupefacta y sintió una punzada justo en el centro de su corazón.—¡Oye! —Arantza dio un codazo a la costilla de Dimas y éste gimoteó de dolor—. No le mientas a la señorita —riñó y se aproximó a ella—. Jefa, no le haga caso, ¿si?—E-Entonces, ¿no es verdad? —quería cerciorarse.—¡Claro que no! ¿Quién querría ser novia de este tonto? Aunque gracias a él, mis entrenamientos fueron gratuitos —expuso, sonriente—. Dimas y yo somos amigos desde ni-ños y es el hijo del dueño de este gimnasio.—Ya veo… —dijo y la inquietud en su pecho se disipó.Pero ¿porqué aquella aclaración le otorgó tanto alivio?Sin embargo, a pesar de percibirse más tranquila, ciertas dudas cruzaron por su cabeza. Quizás eran solo amigos, pero ¿quién aseguraba que no había sentimientos que no se atrevían a expresarlo? ¿Y si ellos en realidad estaban enamorados?«Agh, ¿porqué estoy pensando en estas tonterías? Esta chica no significa nada para mí» trató de convencerse a sí misma.—Oye, Di
Después del entrenamiento, ambas se asearon. Lenya tenía pensado no hacerlo ya que las duchas del gimnasio estaban divididas por simples cortinas de plástico y aquello la inquietaba, pero estaba demasiado sudorosa y pegajosa, por lo que no tuvo más remedio. Había cuatro duchas y Arantza entró en la primera, mientras que Lenya eligió la del otro extremo para no estar tan cerca de ella. Se aseó rápidamente y se puso de vuelta el vestido, saliendo de allí antes de que su acompañante acabara. Luego de dejar el gimnasio, se dirigieron a la tienda de celulares. Arantza se sintió bastante apenada por el hecho de que su jefa no se echó para atrás con su decisión de comprarle otro móvil, y cada vez que intentaba decir algo al respecto, Lenya la escrutaba con una mirada fulminante, como si le estuviese advirtiendo que no se atreviera a rechazarlo. Tras salir de la tienda, fueron a un comedor. —Agh, siento como si se me fuesen a caer los brazos… —se quejó Lenya, en lo que vaciaba su plato. —
Tras situarse frente a la casa de Arantza, Lenya observó el lugar con recelo.—¿Porqué está tan oscuro? —cuestionó—. ¿En verdad vives aquí?—E-Es que… mi mamá debió haberse olvidado de encender las luces —rio con nerviosismo. No iba a mencionar que estaba sin electricidad desde hacía un tiempo—. Muchas gracias por haberme traído a casa, señorita. También por el celular y por…—Sí, sí. Ya entendí. De nada —le interrumpió, a lo que Arantza soltó una risita.—No sea tan tímida —se mofó—. Adiós, nos vemos mañana —se despidió con ternura y salió del auto.En cuanto la joven entró a su morada, anunció su llegada.—Estoy en casa —articuló.—¡Arantza! —exclamó Indira, acercándose a ella—. ¿Dónde te habías metido? ¿Porqué no regresaste a dormir anoche?—Te dije que no me esperaras —replicó, dirigiéndose a su habitación—. Por cierto, a partir de ahora dejaré mi cuarto bajo llave cuando yo no esté cerca. No quiero que nadie más entre y husmee entre mis cosas.—Disculpa a tu papá. Solo se enfurec
Al caer la noche, Lenya se tendió en la cama después de darse una ducha. Pensó que sería difícil conciliar el sueño de nuevo, sin embargo, se quedó dormida a los pocos minutos debido al cansancio.Por desgracia, solo pudo dormir un par de horas pues una desagradable pesadilla la despertó jadeando.Soñó que Nicolás escapó de prisión y que consiguió entrar a su casa sin hacer sonar las alarmas ya que Lenya olvidó activarlas. Posteriormente, el hombre entró a su habitación e intentó someterla a su voluntad.Aun podía sentir las asquerosas manos de Nicolás recorriendo sus piernas para levantar el vestido y su repulsiva voz expresando sus más oscuros deseos. Fue aterrador.Estaba empapada de sudor y su cuerpo temblaba, además de que sus ojos estaban levemente llorosos. Se sentó en la cabecera de la cama y se abrazó a sí misma para tratar de calmarse.De pronto, una idea se instaló en su cabeza. Tomó su celular y buscó el número de Arantza, pues recordó las palabras que le había dicho."Si
La muchacha solo traía puesto su ropa interior, es decir, el sostén y una braga.—¡¿Qué…?! ¡¿Qué está pasando?! —vociferó, alejándose de ella y acurrucándose en el otro extremo de la cama.—Argh, qué ruidosa… —articuló Arantza, incorporándose de manera lenta.—¡¿Porqué estás desnuda?! ¡¿Perdiste la cabeza?! —se tapó los ojos con las manos.—No sea exagerada, no estoy desnuda… —se frotó los párpados—. Anoche tuve mucho calor y no me pareció correcto despertarla solo para preguntarle si podía encender el aire acondicionado.—¡¿Pero te pareció correcto dormir así a mi lado?! —cuestionó con indignación.—Al amanecer empezó a hacer un poco de frío y me cubrí con la manta. No habría visto nada si no me hubiese destapado —indicó.—¡¿Cómo iba a imaginar que estabas desvestida?!—¡Ay, no sea tímida! —rio y se acercó a ella—. Es como verme en traje de baño, no es nada del otro mundo…Lenya agarró una de sus almohadas y se la aventó en la cara.—¡Sal de mi cuarto! —exclamó—. ¡Y ni se te ocurra v
Al llegar al salón en el que se llevaría a cabo el evento, ambas bajaron del coche e ingresaron al sitio. Mientras esperaban a que todos los invitados que confirmaron su asistencia estuvieran presentes, los demás conversaban amenamente.Por su parte, Lenya y Arantza se mantenían alejados de los grupos ya que la heredera no tenía ningún interés en establecer relaciones.—¿Las actividades de los millonarios siempre son así? —cuestionó la ayudante.—¿Te refieres a así de aburrido? —asumió Lenya, sosteniendo una copa de vino tinto en su mano.—E-Eso no fue lo que quise decir… —negó.—No esperes mucho de acontecimientos como estos. Generalmente, nunca sucede algo fascinante. Sin importar la inmensa cantidad de personas que existen en el mundo, dentro de la clase alta siempre terminas encontrándote con las mismas caras, así que nunca ocurre nada nuevo —arguyó—. Decepcionante, ¿cierto?—Bueno, no estoy en posición de hacer críticas pues no conozco mucho de este ambiente. En realidad, me refe
—Señorita… —a Arantza se le iluminaron los ojos cuando la escuchó decir aquello.—No me mires así, me asustas —articuló Lenya, para luego seguir caminando.—¡Ah, cierto! —siguió sus pasos—. ¡También dijo mi nombre! No me llamó Aurelia, ni Araceli, ni Aurora…—¿Eso es motivo para emocionarse?—¡En efecto! —aseveró con entusiasmo.—Bueno, supongo que podría llamarte por tu nombre ahora. Como he dicho, eres mi amiga.—¿De… verdad? —Arantza no podía dar crédito a lo que acababa de oír.—Jamás lo hubiese mencionado si no fuera cierto —alegó Lenya sin vacilar.—Señorita, ¡usted es un ángel! —se aferró a su brazo.—¡Oye! ¿Quién te dijo que puedes tocarme? —refunfuñó, regresando a su sitio.Lenya consiguió comprar una de las joyas que estaban en subasta, a un precio bastante elevado. No le interesaban los accesorios, pero el hecho de saber que su dinero se destinaría a una obra de caridad, de algún modo, le daba sentido a su vida.Tras subir al coche con Arantza, Lenya se armó de valor para h
—¿Q-Qué? —articuló Arantza, para después desatar un suspiro—. Como lo suponía, no me estás tomando en serio…—Oye, te lo estoy diciendo con toda la seriedad que requiere —aclaró Dimas—. Aunque yo nunca me fijaré en un hombre, no significa que esté en contra de las parejas del mismo sexo…—Por favor, escucha lo que dices —le regañó su amiga—. Solo he dicho que me gusta y tú ya estás pensando en emparejarnos.—¿No lo has pensado tú? Digo, cuando te gusta alguien, es normal que quieras estar con esa persona. Abrazarla, besarla y… entre otras cosas —insinuó.—Una relación con la señorita Parodi es imposible, somos de mundos muy distintos —alegó—. Además, estoy segura de que espera conocer a un tipo de su misma clase. ¿Porqué se fijaría en una chica que no tiene ni en dónde caerse muerta?—En el amor, el estatus es irrelevante, Arantza. Por esa razón, te aconsejo que te ganes su corazón. Si consigues que se enamore de ti, ¿crees que le importará que seas pobre?—Argh, lo que dices es absur