Capítulo 28

Una suave caricia de dedos atravesaba la delicada espalda de Lenis. Más tarde, los labios de George sustituyeron esas yemas, ascendiendo lentamente por todo ese terreno, uno del cual el abogado comenzaba a hacerse adicto.

—Me dijo Peter que Max estuvo aquí. —George dejó que su voz chocara contra la piel de Lenis.

—Así es —respondió ella con la voz ronca—. Vino a traerme trabajo. —Sonrió.

George hizo un sonido extraño, entre tos y carraspeo, pero no detuvo los besos y los toques en la espalda.

—¿Pasa algo malo? —preguntó ella. Se sentía obnubilada, nadie en su vida la había tratado de tal forma, pero pudo percibir que algo sucedía.

—Nada —casi susurró él.

Ella se volteó delicadamente y lo observó, mientras él quedó con medio cuerpo erguido casi encima de ella sobre la cama.

Lenis hizo una ligera señal de sus cejas para invitarle, sin necesidad de hablar, que le contara lo que pasaba.

Él miró su rostro con una leve sonris

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