Capítulo 29

—No puede salir, señorita Evans.

—T.C, no hay azúcar y no me tomaré el café amargo. En la despensa no hay y el servicio ya se fue, el cuarto de previsiones está cerrado. Si no dejas que yo vaya, irás tú. Aún tengo trabajo por hacer, quiero tomarme un café.

El moreno evitó resoplar. Ambos se encontraban frente a las puertas del ascensor, por donde ella estaba dispuesta a bajar.

—Debo acompañarla.

—Ok, no hay problema, pero nada de vehículo, nos vamos a pie. —El ex militar, con un leve fruncimiento de cejas, repudió la idea—. No me voy a montar en la camioneta solo para ir a comprar azúcar.

—Tengo órdenes específicas de no rondar el lugar, señorita Lenis.

Ella respiró profundo, no se lo podía creer.

—Tú me has obligado, grandulón.

Ella sacó su celular del bolso y a punto de marcarle a Peter para informarle que saldría de la oficina, así tuviese que pasar por encima de T.C, recibió una llamada de George.

Lo extraño

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