Inicio / Romántica / EL PADRE DE MI HIJO ES MI JEFE / 4/ UNA CENA CON EL JEFE MUY ESPECIAL
4/ UNA CENA CON EL JEFE MUY ESPECIAL

A la mañana siguiente, nada más entrar en el hospital, la coordinadora me hizo ir al despacho de Mark, porque según ella me estaba buscando. Toque con los nudillo a su puerta esperando que me diera paso, cuando entré, se levantó de su sillón, cerró la puerta con pestillo, se acercó a mí levantándome la barbilla obligándome a mirarlo.  

—  Ayer te dije que ibas a tener consecuencias si no ibas a mi coche — me dijo 

— Vas a castigarme jefe — contesté  

— Si, y vas a elegir tú cómo quieres que te castigue, –dijo– o follamos aquí o esta noche después de cenar en mi casa 

— Yo no sabía que tener unas horas de placer fuera un castigo, será más bien una recompensa — le dije besándole el cuello y sus labios 

— Katia no juegues conmigo, ponte boca abajo en mi mesa, ya — 

— No, no lo voy a hacer, búscate a alguien que le guste follar contigo 

Sin esperarmelo, rodeo con un brazo mi cintura, mientras su otra mano la puso en mi nuca comiéndome la boca con deseo, hasta que me tumbo boca arriba en la mesa. Seguimos besándonos mientras él me quitaba los pantalones. Una vez que me los quito, puso su cabeza en mi sexo, lamiéndome el clítoris al mismo tiempo que metía sus dedos en mi interior rotándolos, dándome un placer indescriptible, teniéndome que morder mi mano cuando mi orgasmo se hizo presente. No dejo que me recuperara un poco, enseguida me embistió sintiéndome completamente llena de él, mi cuerpo temblaba de placer, lo deseaba tanto que el tiempo no pasaba y en el mundo solo existíamos él y yo.

  

— Eres mía Katia, solamente mía — me decía entre jadeos

Le rodeé las caderas con mis piernas, quería sentirlo entero dentro de mí, con su boca me  mordisqueo cada pezón, me sentía en el cielo, haciéndome erizar mi piel por lo buen amante que era. Llegamos al orgasmo los dos al unísono, poniendo su cabeza en mi pecho, mientras recuperamos algo de oxígeno. 

Cuando se apartó de mí, me levanté para ponerme los pantalones y arreglarme la ropa, me cogió las mejillas con sus manos mientras nos mirábamos, acercando su boca a la mía.

_ ¿Qué me has hecho Tania? Te deseo cada vez más — me susurro 

—Yo también te deseo Mark, pero temo ser para ti solo una aventura — respondí

— No lo eres Katia, creo que me estoy enamorando de ti — me dijo 

— Bueno dejemos primero a ver dónde nos lleva todo esto— contesté 

— De acuerdo, vamos a trabajar — me dijo

Hasta la hora del descanso, todo fue muy tranquilo, hubo solamente revisiones y consulta de los pacientes. 

— A ti te ha pasado hoy algo — me dijo Johana 

— A mi ¿Por qué lo dices? 

—Por esa cara que traes y esos temblores, sabes que nos conocemos muy bien 

Antes de que pudiera decirle nada a mi amiga, se sentaron con nosotras en las sillas de la cafetería, Héctor y Oscar. 

— ¿Y Hanna? ¿Aún está liada? —  preguntó Oscar 

— Eso parece, está con el doctor Miller 

— ¿Sabéis lo último que se dice por todas las plantas? — dijo Oscar 

— Estás deseando decirlo, suéltalo — le dije

— Están hablando sobre una enfermera que se está tirando a un doctor que está prometido 

— ¿Y qué pasa con eso? La mayoría de las enfermeras tienen rollos con los médicos o los internos 

— Ya, pero ese médico según he escuchado está prometido. 

Escuchar a Oscar me hizo comprender la tontería que había hecho, comprendiendo que lo que pasó con Mark fue un calentón del momento, pero me juré que no volvería a pasar, yo no era de esas chicas facilonas y no volvería a caer en sus brazos. Después de almorzar, seguimos trabajando hasta que por fin acabo nuestro turno, nos fuimos a los vestuarios para cambiarnos de ropa marchandonos del hospital hasta donde tenía Johana aparcado su vehículo 

— Katia espera — escuche a Mark 

— Te esperamos en casa — me dijo Johana 

— Vamos a cenar, el día ha sido muy largo — me dijo Mark 

Cuando llegamos al coche de Mark, me abrió la puerta ayudándome para entrar, sentándose él en el asiento del piloto.  

— ¿A qué restaurante me llevas? 

— He pensado que podíamos cenar en mi casa, soy muy buen cocinero, claro si te parece bien 

— Me muero de hambre, así que me tienes que demostrar cómo cocinas, soy muy exigente, te lo aviso — respondí 

Mark aparco su coche en el parking, cogimos el ascensor hasta la quinta planta, salimos del ascensor y cuando entramos en su piso me quede con la boca abierta, muebles modernos en blanco y negro, una televisión de al menos sesenta y cinco pulgadas, sofás a juego con los muebles y todo el suelo de mármol. 

— ¿Te gusta el piso? Es un pisito de solteros — me dijo sonriendo 

— Es precioso  

— Quieres una copa de vino o te apetece otra bebida 

— Vino, estaría bien 

Mark sacó una botella de vino, lo sirvió en dos copas ofreciéndome una de ellas sentándose al lado mío en el sofá. 

— ¿De dónde eres? — me preguntó 

— De un pueblo muy pequeño ¿y tú? 

— De California, me trasladé aquí porque este hospital tiene muchas más ventajas de donde yo estaba, y te conocí a ti 

Nos quedamos mirándonos fijamente dándome cuenta de que se iba acercando muy despacio a mi boca, me beso sin que yo le pusiera resistencia ninguna, lo deseaba, sentí su calor cuando metió su mano por debajo de mi camiseta hasta mi pecho. 

— ¿Cenamos luego?, ahora me apetece comerme otros manjares 

Dejamos las copas en la mesita, cogió mi mano guiándome a su dormitorio.  

Nos besamos como si no hubiera mañana mientras él quitaba el botón y la cremallera de mi pantalón quitándome los, beso mis piernas mientras me acariciaba con sus manos hasta la entrepierna 

— Estás muy mojada, me gusta mucho que estés tan mojada — dijo 

Me quedé quieta, mirándonos los dos mientras me quitaba la camiseta y el sujetador, mis rodillas temblaban y un gemido salió de mi boca cuando acaricio mis dos pezones con sus dedos. 

— Desnúdame — me dijo 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo