Sentí un cosquilleo en el estómago al escuchar su cumplido. Me sorprendió lo directo y amable que sonaba, algo poco común en su trato. Su cercanía y la intensidad de su mirada crearon un torbellino en mi interior. Dio un paso, automáticamente llegó la estupidez a mí, tardé unos segundos en entender a qué se refería. Sonreí y como era mi costumbre mordí mi labio inferior, moví la cabeza dándole la aprobación. Escuché los pasos como si fuera en cámara lenta, el corazón me latía en los oídos y empecé a sentir que hacía demasiado calor. Agarró los tirantes y al hacerlo rozó mi piel con sus dedos, solté aire muy despacio y repetí en silencio: no pasa nada, solo es mi cuñado que me está ayudando con el vestido. Al instante el diablo de mi hombro objetó; mentirosa, no lo ves como a tu cuñado y mueres por ese simple roce. Salí del trance cuando él haló con tanta fuerza o tal vez era yo que estaba tan distraída que mi espalda chocó con su cuerpo, el contacto fue sutil, pero eléctrico.
—Ale, ahora te enseño tu cuarto —dijo, rompiendo mis esperanzas de escapar de esa situación incómoda.No tuve más remedio que quedarme ahí sentada, con ganas de salir corriendo en medio de la tormenta. Prefería eso a estar en el mismo espacio, que para mí era reducido. Quería reírme como una loca psicópata, eso parecía una pesadilla. —¿Cómo va tu trabajo? —inquirió él rompiendo el silencio.—Muy bien, me gusta mucho lo que hago —se me escapó una sonrisa—, elegí una carrera que me apasiona. —Me da mucho gusto, no hay mayor placer que hacer todo lo que te gusta.Mordí mis mejillas ignorando al maldito diablo de mi hombro izquierdo. —¿Por qué andabas tan ausente? —volvió a preguntar—, nunca vienes, casi nunca coincidimos. Se quedó mirándome, como si intentara descifrar si lo que iba a responder era verdad. —Es que casi no tengo tiempo, el trabajo, los amigos, las salidas. —¿Tienes novio?No sabía por qué carajos me preguntaba eso, como tampoco supe por qué demonios respondí;—Diga
Alan empezó a platicarme, yo sólo quería ignorarlo, pero era inevitable no mirarlo por el rabillo del ojo; quería ser polera para pegarme a su cuerpo, a veces se me escapaban sonrisas endiabladas por mis propios pensamientos. —Te invito a desayunar —soltó de repente.Otra vez mi boca me traicionó.—¡No! Arqueó una ceja, me miró un segundo y luego volvió la vista al frente.—Te encanta decirme no —afirmó. —No es eso, no quiero retrasarte de tus cosas —dije—. Acepto con una condición.Me miró con curiosidad y sonrió.—Te escucho.—Acepto la invitación, pero luego tomo un taxi para irme a casa, de esa manera no voy a retrasarte tanto. Volvió a sonreír y asintió. Llegamos a una cafetería. —¿Te gusta hacer ejercicio? —inquirió. —¿Por qué lo preguntas? —respondí con otra pregunta.—Por tu cuerpo.Casi me atraganto con el corazón, inmediatamente mi mente voló a la noche anterior, sentí calor en las mejillas.—La verdad no, una vez quise intentarlo, pero desistí —sonreí por el recuerdo.
—Entiendo perfectamente —respondí—. Es increíble cómo algo tan simple puede tener un impacto tan profundo en nosotros.Asintió sonriendo.—Sí, es como si cada gota de sudor se llevara un poco de las cargas que llevamos dentro. Para mí, es una forma de encontrar equilibrio.—Todos necesitamos algo que nos ayude a mantenernos en pie —intenté cambiar el tema—. Imagino que de vez en cuando entrenas con mi hermana.Por un momento desvió la mirada. Intenté descifrar la expresión de su rostro, pero no pude. Una sonrisa apenas perceptible tocó sus labios.—Vane es una mujer muy ocupada, casi nunca tiene tiempo. Tiene algunas prioridades... Además, a ella no le gustan esas cosas. Tú mejor que nadie debes conocerla.Solté una risita.—Mi hermana y yo somos polos totalmente opuestos.Pensé; Lo único común que tenemos es que nos gusta el mismo hombre. Sonrió y sin dejar de mirarme, agregó:—Lo sé. Lo único en común que tienen es que tienen los mismos padres.Elevé una ceja.—Ya sé por qué lo dic
No podía creer lo que escuchaba. Era demasiado ilógico y estúpido. ¿Por qué el destino, la vida o lo que fuera, me ponía ese tipo de pruebas? Por otro lado, era su esposo. ¿Cómo podía siquiera pensar en una maldita reunión? El silencio se alargó mientras procesaba lo que Vanessa me estaba pidiendo. Me imaginé a Alan, solo en la clínica, esperando a que alguien estuviera allí para él; su esposa. Me dolía el corazón pensar que su esposa ponía su trabajo por encima de su bienestar.—Ale, ¿sigues ahí? —salí del trance al escuchar su voz.—Vanessa, es tu esposo. Tu esposo tuvo un accidente, tú debes estar con él. Hay prioridades en la vida —exclamé con un tono de molestia.—¡Ale, por favor! Yo sé, pero de verdad no puedo posponer la reunión. No te lo pediría si no fuera tan importante. Además, sé que él está bien, no fue tan grave.Aspiré tratando de controlarme. Joder, ni siquiera en un momento así podía poner a su esposo primero. Quería negarme, aunque moría de preocupación, necesitaba v
—Como ya sabes soy licenciada en diseño de interiores —comencé sintiendo un leve rubor en mis mejillas—. Amo dibujar, es algo que me apasiona mucho. Desde que era niña, siempre me ha encantado crear, plasmar lo que me gusta. Alan asintió mostrando un interés genuino.—¿Qué te llevó a elegir esa carrera?—Siempre me ha fascinado como un espacio puede transformarse y contar una historia. Dibujar y diseñar es mi forma de expresar eso, darle vida a las ideas y convertirlas en realidades.—Debe ser muy gratificante ver tus diseños cobrando vida —comentó, con admiración en su voz—. Ahora que lo recuerdo aún me debes algo, nunca me has mostrado tus dibujos. Solté una risita. Si supiera que él hacía parte de mis dibujos.—En algún momento te los enseñaré.—Quizás también algún día podamos colaborar en algo, combinar nuestros talentos —sonrió. Quizás, pero no creo que sea una buena opción; pensé. Yo también quería conocerlo un poco más, aunque se suponía que tenía que poner barreras. Pero s
Abrí la puerta, al entrar a la habitación su expresión se transformó en sorpresa y decepción. —Hola —Saludé con una sonrisa— . ¿Listo para ir a casa?—No puedo creerlo —frunció el ceño con fastidio—, Vanessa y sus compromisos. Una vez más molestándote.Estaba molesto, lo decía su expresión, pero incluso así se veía jodidamente guapo. Me acerqué y una vez más mis pensamientos me traicionaron, se suponía que lo había pensado, pero lo dije en voz alta.—¿Tan mala es mi compañía? No te mortifiques por eso. Ella sólo me pidió un favor, no podía negarme. Trató de sentarse, me acerqué y le ayudé. Me miró a los ojos.—Por supuesto que no me molesta, es un privilegio gozar de tu tiempo, ya que eres una persona ocupada.Rayos, desvié la mirada, él me seguía mirando como si tratara de descifrar algo, o tal vez yo estaba tan nerviosa que imaginaba cosas. Solté una risita.—Hoy tenía la tarde libre.Unos minutos después, un amable enfermero entró en la habitación con una silla de ruedas. Recog
Se sentía tan bonito escucharlo, conocerlo más, esos pequeños detalles, me habló de su madre, de su tía. De su pasión por la cocina. Me pidió que me acercara, se posicionó detrás de mí, sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Su cercanía nubló todos mis sentidos, su presencia hacía que mi corazón latiera con fuerza, me iba a romper las costillas. Su mano tomó la mía con suavidad y su contacto me hizo temblar ligeramente. Mientras me guiaba sentí su aliento cálido en mi nuca; me enseñaba cómo cortar los vegetales en trozos uniformes para mezclar los ingredientes con delicadeza y obtener una ensalada deliciosa. Cada movimiento era cuidadosamente calculado, su voz tranquila y firme me indicaba cómo hacerlo correctamente.Menos mal él guiaba mi mano, de lo contrario hubiera cortado todos mis dedos porque en ese momento no estaba pensando con claridad. Estaba demasiado nerviosa y hacía un esfuerzo sobrenatural por no mostrarlo. A ese punto yo no tenía claro si lo que sentía era real o y