CAPÍTULO 32

La mujer miró los encendidos ojos de Leonel. Su corazón se quebró un poco más cuando escuchó esas palabras, las mismas que definían que la vida de ese hombre no era de su incumbencia.

—Nos hemos encamado desde hace tiempo, te he dado mi cuerpo para todo tipo de placeres desde hace años. Si una mujer aparece de la nada y quiere quitarme del medio, haré todo lo posible para que las cosas no resulten así.

Leonel sintió cansancio y hartazgo al escucharla, aunque un poco arrepentido por haber mantenido sus escarceos sexuales con ella durante todo ese tiempo. La mujer poseía curvas de infarto, era sexy, buena en la cama, aguantaba todo lo que sus humores elucubraran, pero no adoraba de ella nada más, nunca sintió por ella nada.

Por una esquina, Frank Loman apareció entre las sombras, las más reservadas de aquel apartamento. Leonel entonces concentró de nuevo su mirada en la enloquecida mujer, que celosa, seguía reclamándole a él ese amor que ella exigía fuese considerado.

—¿Ya terminaste? —
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