UNA MUERTE DULCE

El Hospital estaba revolucionado por la aparición del cadáver de ese hombre que en principio estaba bien, por lo que tuvo que activarse el protocolo para estos casos y nadie podía salir ni entrar en el hospital hasta que la policía diera permiso.

Teresa estaba tan nerviosa que se había comido una tableta de chocolate que tenía en el cajón de su despacho.

—¿Qué pasa jefa? —preguntó la jefa de enfermería cuando fue al despacho de la directora.

—Que estoy que me subo por las paredes, con lo bien que iban las cosas, ahora pasa esto y encima mañana viene el Consejero de sanidad. Me quiero morir —respondió Teresa con la boca medio llena de chocolate.

—No te preocupes, seguro que no es nada y todo se resuelve pronto.

—Tienes razón, debemos mantener la calma e intentar que todo funcione lo mejor posible. Así que, vamos a hacer la ronda como todos los días. Por cierto, ¿has visto a Sor Felisa? —dijo la directora.

—Creo que estaba en la capilla, iba a

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