Fernando había llevado a Teresa a su cabaña que estaba situada en San Martín de Valdeiglesias, en la Sierra de Gredos, pues quería que se olvidara un poco de lo que estaba pasando en el hospital, pero al mismo tiempo tenía que estar pendiente de lo que le fuera diciendo Paloma sobre lo que fuera descubriendo en el hospital.
Se había levantado antes que Teresa, por lo que le llevó el desayuno a la cama. Había preparado zumo de naranja y pomelo naturales, tostadas que había cortado con forma de corazón y café expreso al estilo italiano con un toque de crema de leche, que había utilizado para hacer un corazón en el centro, también llevó mermeladas de fresa, de naranja y de frutas del bosque, mantequilla y queso tipo filadelfia.
Como ella estaba dormida dejó la bandeja en la mesilla y la despertó con un beso.
—Buenos días, tesoro —dijo la doctora.
—Buenos días, vida mía —dijo el detective.
Ella se sentó, y él le acomodó la bandeja para que pudiera desa
El detective Fernando Andrade había pasado la noche en casa de Teresa y se levantó temprano para prepararla el desayuno. Aunque no sabía dónde estaban las cosas, se las apañó para salir adelante con el empeño.Teresa se levantó, fue a la cocina y le dio un abrazo por la espalda.—Buenos días, vida. ¿Cómo te has levantado? —preguntó el detective.—Buenos días, corazón. Para serte sincera estoy un poco nerviosa —respondió la directora.—Seguro que todo sale bien.—Gracias por siempre darme ánimos, eres un amor.—Gracias a ti, por darme la oportunidad de conocerte —dijo él mientras la cogía, la subió a la encimera y le dio un beso.Tras desayunar, la doctora estaba temblando y las piernas se le doblaban, no podía casi respirar, pues le estaba dando un ataque de ansiedad y cayó desplomada al suelo. Fernando la cogió en brazos, la tendió en la cama, le abrió un poco la cremallera del vestido para que pudiera respirar y empezó a abanicarla.
Fernando se despertó y fue a darse una ducha, mientras se despertaba Teresa, que había pasado la noche con él.Ella se despertó y escuchó la ducha, se desnudó y se dirigió hacia el baño, dispuesta a ducharse con él.—Buenos días, príncipe. ¿Puedo ducharme contigo? —preguntó ella separando la cortina de la ducha.—Buenos días, preciosa. Pero es muy estrecho y, si te duchas sola, estarás más cómoda —le contestó el detective.—Pero hay sequía y hay que ahorrar agua —dijo Teresa entrando en la ducha y dándole un beso. Nunca había actuado así, pero Fernando le hacía sentir viva, con él sentía cosas que nunca antes había sentido.El detective se sentó en un saliente de la ducha al caerse por la impresión. La directora se sentó sobre sus rodillas, dándole un apasionado beso, mientras acariciaba su pene, él le acarició los pechos, mientras sus lenguas jugueteaban, haciendo torsiones que parecían imposibles.Fernando, con un dedo, recorrió el cuerpo
¿Cómo se puede soportar que todo el mundo ponga las miradas sobre ti? Es lo que tendrá que hacer el detective Fernando Andrade con el siguiente asesinato que sucederá en el hospital.Me he adelantado un poco a los acontecimientos, vamos comenzar por el principio. Fernando, nada más acabar su guardia, en lugar de irse a su casa, fue al hospital para ver a Teresa y le compró un ramo de flores.—Hola, cariño. ¿Cómo estás? —preguntó el detective cuando llegó al despacho de la directora.—Hola, mi amor. Creía que te ibas a ir a descansar. Gracias por las flores, me han encantado —respondió la doctora abrazándole y dándole un beso.—No podía irme a descansar sin hacerte una visita. Te he echado de menos.—Yo también te he echado en falta, aunque por primera vez, en mucho tiempo, he dormido del tirón.—Me alegro, porque esta noche no vas a dormir mucho, princesa —dijo el detective dándole un beso y saliendo del despacho.—Espera un momento,
Teresa se despertó pronto y dejó una nota a Fernando diciéndole que iba al hospital, no quería despertarle y, aunque lo que más le apetecía era desayunar con él, debía estar al lado de su amiga en estos momentos tan duros, por lo que llegó temprano para pasar un rato con ella.—Hola, amiga, ¿qué estás haciendo? —preguntó la directora al ver que Felisa estaba haciendo las maletas.—Hola, Teresa, supongo que como ya no soy monja debo abandonar la habitación —dijo la hermana.—No hace falta, sigues trabajando aquí y, por lo tanto, te puedes quedar aquí mientras sigas con nosotros.—Gracias, amiga, pero en cuanto encuentre algo me voy.—Te invito a desayunar —comentó Teresa dándola un fuerte abrazo que provocó que la hermana se derrumbara y rompiera a llorar—. Toma un poco de chocolate. —Continuó diciendo mientras le ofrecía una chocolatina.Fueron a la cafetería del hospital, pero no estuvieron mucho tiempo, pues Felisa estaba incómoda, pues pe
Teresa y Fernando estaban muy bien juntos, formaban una buena pareja y pronto descubrirían que los dos tienen grandes dotes deductivas.El tiempo iba pasando y al detective se le terminaba el tiempo para descubrir al culpable antes de interrogar a Felisa, aunque algo le decía que debía darle más tiempo, que al ser amiga de su amada, debía darle un voto de confianza y pensar que era inocente, pues no quería que Teresa sufriera, por lo que decidió ocultarle lo que había ocurrido.Por su lado, la directora había ido pronto al hospital para hacer la ronda lo antes posible e irse de compras con su amiga, pues si iba a dejar el convento, tendría que tener ropa para su día a día, a parte que le sentaría bien distraerse.Teresa entró en la habitación sin llamar y vio que estaba en ropa interior mirándose al espejo.—Hola, Felisa, ¿qué haces? —preguntó la doctora a su amiga.—Hola, Teresa, hacía tiempo que no podía ver mi cuerpo, así que quería observarlo —
Teresa casi no pudo dormir, pues, a parte de no ser su cama, también estaba nerviosa por el hombre que había ingresado y por saber los resultados del análisis del vial que había encontrado en el bolso de Felisa. Fuera cual fuera el resultado, debía informar al comité de ética y si la cosa era más fuerte, debería informar a Fernando, por lo que de una forma u otra traicionaría a su amiga, aunque era su obligación.—Buenos días, amiga, te has despertado muy pronto —dijo la monja.—No he dormido muy bien, he dado muchas vueltas a la cabeza —respondió la directora.—¿Es por el hombre que ha ingresado esta noche?—Sí, me ha sobrepasado y sorprendido.—Verás cómo es un infarto o algo así —comentó Felisa que en el fondo pensaba que no era un accidente.—No lo sé, últimamente están pasando cosas muy raras —dijo la directora.La monja dio un abrazo a su amiga y las dos juntas se fueron a desayunar chocolate con churros. Las dos ocultaban cosas
Fernando se acercó a casa de Teresa con unos cruasanes recién hechos para desayunar, pues sabía que a ella la encantaban.—Hola, amor, no te esperaba —dijo la directra cuando abrió la puerta.—Hola, corazón, quería darte una sorpresa para desayunar —comentó el detective dándole un beso.—Pasa, precioso, tengo café recién hecho.—Yo traigo tus cruasanes favoritos.—Eres un encanto —contestó ella saltando sobre él provocando que los dos cayeran al suelo.Fernando se levantó y la ayudó a levantarse y, cuando estuvo de pie, le dio un abrazo y un apasionado beso.El detective colocó los cruasanes en un plato y la directora sirvió dos tazas de café.—¿Has averiguado algo sobre el vengador, mi príncipe? —preguntó la doctora.—Todavía nada seguro, pero si voy cerrando el círculo, ya que es un policía —dijo el detective—. Te veo muy pensativa, ¿te pasa algo, cielo? —Continuó diciendo.—Tengo que contarte algo, pero no quie
Felisa apenas había dormido escribiendo la confesión para el detective Andrade, no quería olvidar ningún detalle, pues no quería que Paco ni Paloma quedaran libres. Sabía que esa confesión supondría su entrada en prisión, pero se libraría de las pesadas cadenas del remordimiento.Cuando Teresa se despertó, la enfermera estaba releyendo su declaración y pensando cómo iba a encontrar la chica que le había pedido Paco.—Hola, Teresa, espero no haberte despertado.—Hola, Felisa, no me has despertado, ¿qué tal estás?—Un poco nerviosa, pues sé que voy a entrar en prisión con esta confesión.—A lo mejor Fernando consigue que llegues a un acuerdo con el juez por colaborar y tu confesión.—Prefiero pagar por lo que he hecho, además hay cosas que no he dicho y de las que estoy arrepentida —dijo Felisa cubriendo sus ojos con sus manos.—Si quieres contármelo, te guardaré el secreto —comentó Teresa abrazando a su amiga.—Pero me da mucha