Teresa casi no pudo dormir, pues, a parte de no ser su cama, también estaba nerviosa por el hombre que había ingresado y por saber los resultados del análisis del vial que había encontrado en el bolso de Felisa. Fuera cual fuera el resultado, debía informar al comité de ética y si la cosa era más fuerte, debería informar a Fernando, por lo que de una forma u otra traicionaría a su amiga, aunque era su obligación.
—Buenos días, amiga, te has despertado muy pronto —dijo la monja.
—No he dormido muy bien, he dado muchas vueltas a la cabeza —respondió la directora.
—¿Es por el hombre que ha ingresado esta noche?
—Sí, me ha sobrepasado y sorprendido.
—Verás cómo es un infarto o algo así —comentó Felisa que en el fondo pensaba que no era un accidente.
—No lo sé, últimamente están pasando cosas muy raras —dijo la directora.
La monja dio un abrazo a su amiga y las dos juntas se fueron a desayunar chocolate con churros. Las dos ocultaban cosas
Fernando se acercó a casa de Teresa con unos cruasanes recién hechos para desayunar, pues sabía que a ella la encantaban.—Hola, amor, no te esperaba —dijo la directra cuando abrió la puerta.—Hola, corazón, quería darte una sorpresa para desayunar —comentó el detective dándole un beso.—Pasa, precioso, tengo café recién hecho.—Yo traigo tus cruasanes favoritos.—Eres un encanto —contestó ella saltando sobre él provocando que los dos cayeran al suelo.Fernando se levantó y la ayudó a levantarse y, cuando estuvo de pie, le dio un abrazo y un apasionado beso.El detective colocó los cruasanes en un plato y la directora sirvió dos tazas de café.—¿Has averiguado algo sobre el vengador, mi príncipe? —preguntó la doctora.—Todavía nada seguro, pero si voy cerrando el círculo, ya que es un policía —dijo el detective—. Te veo muy pensativa, ¿te pasa algo, cielo? —Continuó diciendo.—Tengo que contarte algo, pero no quie
Felisa apenas había dormido escribiendo la confesión para el detective Andrade, no quería olvidar ningún detalle, pues no quería que Paco ni Paloma quedaran libres. Sabía que esa confesión supondría su entrada en prisión, pero se libraría de las pesadas cadenas del remordimiento.Cuando Teresa se despertó, la enfermera estaba releyendo su declaración y pensando cómo iba a encontrar la chica que le había pedido Paco.—Hola, Teresa, espero no haberte despertado.—Hola, Felisa, no me has despertado, ¿qué tal estás?—Un poco nerviosa, pues sé que voy a entrar en prisión con esta confesión.—A lo mejor Fernando consigue que llegues a un acuerdo con el juez por colaborar y tu confesión.—Prefiero pagar por lo que he hecho, además hay cosas que no he dicho y de las que estoy arrepentida —dijo Felisa cubriendo sus ojos con sus manos.—Si quieres contármelo, te guardaré el secreto —comentó Teresa abrazando a su amiga.—Pero me da mucha
Tras pasar una tarde y una noche romántica, les tocaba volver a la realidad. Fernando y Teresa debían volver a la realidad, iba a ser unos días decisivos para la investigación, se sabría toda la verdad.Aprovechando que no estaban ni Teresa ni Fernando, Felisa aprovechó para quedar a primera hora con Paco, pues le había mandado un mensaje para verla, antes de que se destapara toda la verdad y posiblemente acabara en la cárcel. Quedaron en un parque cerca del hospital.—Buenos días, Paco, ¿estás mejor? —dijo la mujer dando dos besos al hombre.—Buenos días Felisa, un poco mejor sí, pero tengo miedo —expresó el hombre.—No te preocupes, todo saldrá bien —respondió ella dándole una palmadita en la espalda a pesar de todo lo que le había hecho Paco, al verle tan vulnerable, no pudo evitarlo.—No lo sé, pues cuando quede con Paloma, no sé si voy a poder cumplir, pues no me apetece nada.—Toma esto, es para mujeres, pero también te puede servir —d
Con el vengador encontrado y con el ladrón descubierto, el caso ya estaba cerrado, pero además habían acabado con una red de tráfico de mujeres, normal que el detective Andrade estuviera contento, pero había algo que le preocupaba y no tenía que ver precisamente con el caso.Fernando fue al hospital para buscar a Felisa, pues la llevaría él mismo al juzgado y también les acompañó Teresa, que no iba a dejar sola a su amiga en unos momentos tan delicados.Paco iría por su cuenta en compañía de su abogado, lo tenía muy difícil para no ingresar en prisión, pero lo que más le preocupaba es que iba a pasar con su hija y qué futuro le esperaba, pues no sabía lo que había hecho Felisa por ella.Por su parte, Paloma iba en el furgón policial directamente desde los calabozos de la comisaría y con la chulería de quien cree que se va a salir con la suya.Serían interrogados por separado por el juez y el fiscal en presencia de sus abogados, para que ninguno sintiera p
Poco a poco las cosas fueron volviendo a la normalidad en el hospital provincial, no fue fácil, pero gracias al trabajo de todo el personal.Junto al esfuerzo del personal, Teresa dio varias entrevistas en medios de comunicación para explicar lo que había ocurrido y las medidas que habían tomado para evitarlo.Al mismo tiempo empezaron una campaña de publicidad a nivel nacional, a través de varios medios, para dar a conocer los servicios que daba el hospital provincial. Todo lo que hiciera falta para devolverle el prestigio que había tenido siempre.La directora era una luchadora y no era nada fácil tumbarla, pues siempre se ponía en pie.Las buenas noticias y la publicidad positiva para el hospital se seguían produciendo, pues habían exculpado a Felisa de todos los cargos, pues Francisco amplió su declaración, diciendo que lo que había hecho la enfermera había sido por su culpa.Si la doctora por este motivo ya estaba exultante, su boda con Fernan
El hospital provincial contaba con la unidad de cuidados paliativos más moderno y mejor valorado de toda España. Venían enfermos de todo el territorio nacional para ingresar en la unidad.Teresa Hernández era la directora del hospital y, debido a sus conocimientos de cómo paliar el dolor, también era la responsable de dicha unidad.Aunque contaba con un buen equipo de psicólogos, los enfermeros y enfermeras estaban específicamente preparados para ayudar a las personas en sus últimos momentos de vida. La queja principal venía dada por la falta de empatía del personal.La doctora Hernández justificaba esta carencia diciendo que debían mantener cierta distancia con los enfermos, pues, si no, podían verse afectados psicológicamente, si se implicaban emocionalmente con ellos, pero en el fondo le gustaría que el personal de la uni
A primerísima hora de la mañana, Teresa fue en su coche al hotel de Felisa para llevarla al hospital, pues se tenía que llevar las maletas y no estaba precisamente cerca.Cuando llegó, la doctora Fernández preguntó en recepción por la habitación de Felisa y subió. Llamó a la puerta y la monja le abrió.—Hola, Tere, no tenías que haberte molestado, hubiera ido en taxi —insistió la monja.—No podía consentir que mi mejor fichaje tuviera que coger un taxi teniendo yo coche, amiga —respondió Teresa.—Todavía no sabes cómo trabajo y si soy buena o no —dijo Felisa.—Si lo que he visto es tan sólo la mitad de lo que sabes hacer, he visto bastante —comentó Teresa dándole una cariñosa palmadita en la espalda a su amiga.—Gracias por tu confianza, ¿me ayudas con las maletas?—De nada, por supuesto que te ayudo.Cogió una maleta cada una y bajaron directamente al parking, lugar en el que Teresa había aparcado su coche. Metieron las maleta
Felisa ya sabía lo que tardaba una persona en morir, tras activar al máximo la perfusión de morfina, pero le intrigaba lo que hacían con las botellas que estaban medio vacía por lo que decidió preguntárselo a su amiga, así que fue a su despacho para hablar más tranquilamente.—Hola Teresa, ¿puedo pasar? —preguntó la monja.—Por supuesto, pasa Felisa —respondió la directora del hospital.—Hay algo que me intriga, ¿dónde van las botellas de morfina que no se vacían cuando alguien muere?—¿Por qué quieres saberlo?—Simplemente por curiosidad, por si acaso alguna vez estoy sola y tengo que quitarla yo —insistió Felisa.—Las tiramos al contenedor de material peligroso para destruirlo —dijo Teresa extrañada por aquella pregunta.—Anda amiga, no