TRAPOS SUCIOS

Teresa se despertó pronto y dejó una nota a Fernando diciéndole que iba al hospital, no quería despertarle y, aunque lo que más le apetecía era desayunar con él, debía estar al lado de su amiga en estos momentos tan duros, por lo que llegó temprano para pasar un rato con ella.

—Hola, amiga, ¿qué estás haciendo? —preguntó la directora al ver que Felisa estaba haciendo las maletas.

—Hola, Teresa, supongo que como ya no soy monja debo abandonar la habitación —dijo la hermana.

—No hace falta, sigues trabajando aquí y, por lo tanto, te puedes quedar aquí mientras sigas con nosotros.

—Gracias, amiga, pero en cuanto encuentre algo me voy.

—Te invito a desayunar —comentó Teresa dándola un fuerte abrazo que provocó que la hermana se derrumbara y rompiera a llorar—. Toma un poco de chocolate. —Continuó diciendo mientras le ofrecía una chocolatina.

Fueron a la cafetería del hospital, pero no estuvieron mucho tiempo, pues Felisa estaba incómoda, pues pe

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