Tras pasar una tarde y una noche romántica, les tocaba volver a la realidad. Fernando y Teresa debían volver a la realidad, iba a ser unos días decisivos para la investigación, se sabría toda la verdad.
Aprovechando que no estaban ni Teresa ni Fernando, Felisa aprovechó para quedar a primera hora con Paco, pues le había mandado un mensaje para verla, antes de que se destapara toda la verdad y posiblemente acabara en la cárcel. Quedaron en un parque cerca del hospital.
—Buenos días, Paco, ¿estás mejor? —dijo la mujer dando dos besos al hombre.
—Buenos días Felisa, un poco mejor sí, pero tengo miedo —expresó el hombre.
—No te preocupes, todo saldrá bien —respondió ella dándole una palmadita en la espalda a pesar de todo lo que le había hecho Paco, al verle tan vulnerable, no pudo evitarlo.
—No lo sé, pues cuando quede con Paloma, no sé si voy a poder cumplir, pues no me apetece nada.
—Toma esto, es para mujeres, pero también te puede servir —d
Con el vengador encontrado y con el ladrón descubierto, el caso ya estaba cerrado, pero además habían acabado con una red de tráfico de mujeres, normal que el detective Andrade estuviera contento, pero había algo que le preocupaba y no tenía que ver precisamente con el caso.Fernando fue al hospital para buscar a Felisa, pues la llevaría él mismo al juzgado y también les acompañó Teresa, que no iba a dejar sola a su amiga en unos momentos tan delicados.Paco iría por su cuenta en compañía de su abogado, lo tenía muy difícil para no ingresar en prisión, pero lo que más le preocupaba es que iba a pasar con su hija y qué futuro le esperaba, pues no sabía lo que había hecho Felisa por ella.Por su parte, Paloma iba en el furgón policial directamente desde los calabozos de la comisaría y con la chulería de quien cree que se va a salir con la suya.Serían interrogados por separado por el juez y el fiscal en presencia de sus abogados, para que ninguno sintiera p
Poco a poco las cosas fueron volviendo a la normalidad en el hospital provincial, no fue fácil, pero gracias al trabajo de todo el personal.Junto al esfuerzo del personal, Teresa dio varias entrevistas en medios de comunicación para explicar lo que había ocurrido y las medidas que habían tomado para evitarlo.Al mismo tiempo empezaron una campaña de publicidad a nivel nacional, a través de varios medios, para dar a conocer los servicios que daba el hospital provincial. Todo lo que hiciera falta para devolverle el prestigio que había tenido siempre.La directora era una luchadora y no era nada fácil tumbarla, pues siempre se ponía en pie.Las buenas noticias y la publicidad positiva para el hospital se seguían produciendo, pues habían exculpado a Felisa de todos los cargos, pues Francisco amplió su declaración, diciendo que lo que había hecho la enfermera había sido por su culpa.Si la doctora por este motivo ya estaba exultante, su boda con Fernan
El hospital provincial contaba con la unidad de cuidados paliativos más moderno y mejor valorado de toda España. Venían enfermos de todo el territorio nacional para ingresar en la unidad.Teresa Hernández era la directora del hospital y, debido a sus conocimientos de cómo paliar el dolor, también era la responsable de dicha unidad.Aunque contaba con un buen equipo de psicólogos, los enfermeros y enfermeras estaban específicamente preparados para ayudar a las personas en sus últimos momentos de vida. La queja principal venía dada por la falta de empatía del personal.La doctora Hernández justificaba esta carencia diciendo que debían mantener cierta distancia con los enfermos, pues, si no, podían verse afectados psicológicamente, si se implicaban emocionalmente con ellos, pero en el fondo le gustaría que el personal de la uni
A primerísima hora de la mañana, Teresa fue en su coche al hotel de Felisa para llevarla al hospital, pues se tenía que llevar las maletas y no estaba precisamente cerca.Cuando llegó, la doctora Fernández preguntó en recepción por la habitación de Felisa y subió. Llamó a la puerta y la monja le abrió.—Hola, Tere, no tenías que haberte molestado, hubiera ido en taxi —insistió la monja.—No podía consentir que mi mejor fichaje tuviera que coger un taxi teniendo yo coche, amiga —respondió Teresa.—Todavía no sabes cómo trabajo y si soy buena o no —dijo Felisa.—Si lo que he visto es tan sólo la mitad de lo que sabes hacer, he visto bastante —comentó Teresa dándole una cariñosa palmadita en la espalda a su amiga.—Gracias por tu confianza, ¿me ayudas con las maletas?—De nada, por supuesto que te ayudo.Cogió una maleta cada una y bajaron directamente al parking, lugar en el que Teresa había aparcado su coche. Metieron las maleta
Felisa ya sabía lo que tardaba una persona en morir, tras activar al máximo la perfusión de morfina, pero le intrigaba lo que hacían con las botellas que estaban medio vacía por lo que decidió preguntárselo a su amiga, así que fue a su despacho para hablar más tranquilamente.—Hola Teresa, ¿puedo pasar? —preguntó la monja.—Por supuesto, pasa Felisa —respondió la directora del hospital.—Hay algo que me intriga, ¿dónde van las botellas de morfina que no se vacían cuando alguien muere?—¿Por qué quieres saberlo?—Simplemente por curiosidad, por si acaso alguna vez estoy sola y tengo que quitarla yo —insistió Felisa.—Las tiramos al contenedor de material peligroso para destruirlo —dijo Teresa extrañada por aquella pregunta.—Anda amiga, no
El Hospital estaba revolucionado por la aparición del cadáver de ese hombre que en principio estaba bien, por lo que tuvo que activarse el protocolo para estos casos y nadie podía salir ni entrar en el hospital hasta que la policía diera permiso.Teresa estaba tan nerviosa que se había comido una tableta de chocolate que tenía en el cajón de su despacho.—¿Qué pasa jefa? —preguntó la jefa de enfermería cuando fue al despacho de la directora.—Que estoy que me subo por las paredes, con lo bien que iban las cosas, ahora pasa esto y encima mañana viene el Consejero de sanidad. Me quiero morir —respondió Teresa con la boca medio llena de chocolate.—No te preocupes, seguro que no es nada y todo se resuelve pronto.—Tienes razón, debemos mantener la calma e intentar que todo funcione lo mejor posible. Así que, vamos a hacer la ronda como todos los días. Por cierto, ¿has visto a Sor Felisa? —dijo la directora.—Creo que estaba en la capilla, iba a
La directora del hospital estaba de los nervios, por su cabeza pasaban todo tipo de teorías conspiratorias y empezó a elaborar una lista de sus posibles enemigos, pues pensaba que lo que estaba ocurriendo tenía que ver con ella.Una mujer con uniforme de policía fue al despacho de Teresa para hacerle unas preguntas, pues dos muertes en circunstancias sospechosas era demasiada coincidencia como para pensar que eran accidentes.—¿Se puede? —preguntó la agente.—Por supuesto, pase —afirmó Teresa.—Mi nombre es Paloma y soy teniente de la unidad de homicidios, quiero hacerle unas preguntas.—Dígame lo que quiere saber.—¿Tiene algún enemigo que quiera hacerle daño?—No conozco a nadie que tenga tanto odio como para eso.—Tampoco sabe, ¿quién puede querer fastidiar al hospital?—Tampoco se me ocurre, pero, no obstante, lo pensaré.—Necesitaré una lista de los empleados y ex empleados del hospital.—Se la darán e
Se acercaba el aniversario de la apertura de la Unidad de cuidados paliativos del hospital provincial y todos los años se organizaba una cena y un baile de gala para recaudar fondos, pero este año Teresa no tenía muchas ganas de fiesta, pues, al final, también se había descubierto que habían desaparecido dos frascos más de ketamina, las dos muertes y los robos habían robado la alegría y las ganas de divertirse, pero debía organizar el baile de gala.Los problemas para la directora se incrementaban, pues la teniente Paloma había ido al hospital para preguntar por la chica que había encontrado Felisa.—Hola, Teresa, ¿tiene unos minutos para atenderme? —preguntó Paloma.—Hola, Paloma, por supuesto, siempre tengo tiempo para colaborar con la policía, ¿usted dirá? —comentó la directora del hospital.—¿Quién trajo a esa chica que está en la UCI, la más joven?—La encontró Sor Felisa a la puerta de un polígono.—¿Podría hablar con ella?—Por