Felisa ya sabía lo que tardaba una persona en morir, tras activar al máximo la perfusión de morfina, pero le intrigaba lo que hacían con las botellas que estaban medio vacía por lo que decidió preguntárselo a su amiga, así que fue a su despacho para hablar más tranquilamente.
—Hola Teresa, ¿puedo pasar? —preguntó la monja.
—Por supuesto, pasa Felisa —respondió la directora del hospital.
—Hay algo que me intriga, ¿dónde van las botellas de morfina que no se vacían cuando alguien muere?
—¿Por qué quieres saberlo?
—Simplemente por curiosidad, por si acaso alguna vez estoy sola y tengo que quitarla yo —insistió Felisa.
—Las tiramos al contenedor de material peligroso para destruirlo —dijo Teresa extrañada por aquella pregunta.
—Anda amiga, no pongas esa cara, que no te he dicho nada raro —contestó la monja, dándole una palmadita en el hombro—. Te invito a un café. —Continuó diciendo.
—Vale, amiga, acepto ese café, me extrañó esa pregunta, simplemente es eso —le comentó Teresa
Se fueron juntas a la cafetería del hospital para tomar un café, mientras llegaba la hora de la ronda.
—Perdóname un momento, tengo que saludar a un conocido —dijo nerviosa Sor Felisa.
—Vete tranquila, yo tengo que volver a mi despacho a firmar unos papeles. Nos vemos para hacer la ronda —respondió la doctora Hernández.
Teresa no dio mucha importancia al comportamiento de su amiga, pues pensó que era por las dos muertes seguidas que había vivido y lo de las botellas lo tomó como simple curiosidad, para hacer mejor su trabajo.
Por su parte, Felisa se acercó al hombre que había visto y que no sabía que diablos hacía en su hospital.
—Paco, ¿qué haces aquí? —preguntó Felisa al hombre.
—Hola Felisa, yo también estoy encantado de volverte a ver, te debería llamar mejor Hermana —contestó el hombre pellizcando la barbilla de la monja.
—No me toques, hijo del diablo y dime, ¿qué diablos haces aquí? —dijo ella.
—No te enfades, he venido a ver a un colega que está ingresado. Por cierto, te has vuelto tan remilgada que no te pega para nada —comentó Paco.
—No soy la de antes, como puedes ver, así que si esperabas encontrar otra persona, lo siento mucho.
—Ahora que sé que trabajas aquí, me puedes hacer un favor.
—¿Cómo sabes que trabajo aquí, si hace siglos que no hablamos? —preguntó la monja.
—Por la tarjeta que llevas colgada. Te aviso que es mejor que no te niegues a hacerme el favor —respondió él en tono amenazante—. Nos vemos en una hora en la puerta del hospital y te cuento. —Continuó diciendo mientras caminaba camino de la salida de la cafetería.
Felisa fue al despacho de su amiga pensando en lo que le había dicho Paco, esa amenaza le hizo pensar en su pasado y en ciertos errores, que lógicamente no quería que se supieran.
—Te noto rara, si quieres contármelo, te escucharé —comentó Teresa al notar a su amiga algo despistada
—Me he encontrado con un viejo amigo que me ha hecho recordar cosas del pasado que quiero olvidar para siempre —respondió Felisa.
—Ahora eres una persona distinta y trabajas para ayudar a los demás, así que el pasado está pasado —dijo la doctora dando un abrazo a su amiga.
Tras la ronda, Felisa fue a la puerta del hospital donde había quedado con Paco.
—¿Qué quieres, mal nacido? —preguntó la monja tras llegar al lado del hombre.
—Tranquila, que eres una sierva de Dios y debes hacer el bien —respondió Paco.
—No tengo mucho tiempo, pues tengo que trabajar.
—Necesito que me consigas ketamina, pues la persona que me la proveía ya no puede dármela.
—Es una droga muy controlada en el hospital y en la farmacia hay que justificar su uso si no es para una operación.
—Ya sabes que no me gustan las excusas y si no quieres que todos sepan la verdad te las apañaras para conseguirla.
—No te atreverás a hacer eso.
—Ponme a prueba y lo verás, mañana te espero donde nos reuníamos de niños con tres frascos.
—A las 12 de la mañana, estaré allí —afirmó ella con voz de resignación.
La ketamina es una sustancia psicoactiva empleada inicialmente en medicina y veterinaria como anestésico general. Se trata de un fármaco o droga derivado de la fenciclidina, que posee características que la hacen pertenecer al grupo de sustancias psicodislépticas. Como tal, genera una alteración en el funcionamiento del sistema nervioso que tiende a provocar alteraciones perceptivas tales como alucinaciones.
Si su uso estaba tan controlado, era por provocar cuadros disociativos en los que los individuos perciben que su mente se separa de su cuerpo e incluso que son capaces de observar su cuerpo desde el exterior, tal y como ocurre con algunas experiencias cercanas a la muerte.
También se utilizaba para anular la voluntad de las personas y es conocida como la droga de la violación.
La monja aprovechó el cambio del personal en la farmacia para entrar y coger la llave del armario donde se guardaban los anestésicos.
Abrió la puerta y cogió los frascos que le había pedido Paco, pero no había tenido en cuenta que cada día hacían inventario, aunque cogió los frascos que estaban más atrasados dejando en su sitio los de la parte delantera. Se los metió en el hábito y las llevó a la habitación.
Para disimular, decidió cenar con su amiga Teresa, pues así tendría coartada si la descubrían.
Tras la cena, las dos amigas fueron a la capilla a rezar por los enfermos y sus familiares.
Esa noche, metió los frascos en un porta vacunas y los guardó en la nevera, pues era la forma correcta de guardarla.
Al día siguiente, y tras hacer la ronda, Felisa se dirigió hacia el lugar donde le había dicho Paco. Era una vieja fábrica de cerveza a las afueras de la ciudad, donde de jóvenes se reunían para fumar, beber y para tener algo de intimidad cuando la casa estaba ocupada. Había un pequeño laboratorio, una habitación con una cama de matrimonio, una cámara y una luz tenue y un comedor con una televisión.
—Hola, Teresa, pasa, no te quedes ahí —dijo Paco.
—Hola, te he traído lo que me has pedido y espero que sea la última cosa que me pidas —comentó la monja.
—No tan deprisa, tómate una cerveza conmigo —insistió él dándole una cerveza.
Ella cogió la cerveza y se la empezó a tomar. De repente sintió un pinchazo en la nuca.
—¿Qué me has inyectado, cabrón? —le preguntó la monja.
—No es nada malo, tenía que comprobar si me lo has traído o me has engañado —dijo él.
—Por supuesto que es lo que me has pedido, espero que no abuses de mí, soy monja —contestó Felisa mientras empezaba a sentirse rara y se empezaba a desinhibirse.
—Relájate, no te preocupes, no te voy a penetrar, pero me gustaría que me hicieras una mamada —comentó Paco mientras se bajaba los pantalones.
—No lo voy a hacer, voy a ser más fuerte que la droga...
No había terminado la frase cuando vio el pene del hombre frente a su boca y no pudo resistirse, pues él la agarró de la cabeza y le introdujo el miembro en su boca y empezó a mover sus caderas hasta que tuvo un orgasmo.
—No ha sido para tanto —dijo él dándole un beso.
Ella se limpió la boca con la mano y le dio una bofetada.
—Me encantan las mujeres con carácter. Puedes irte, dentro de poco me volveré a poner en contacto contigo, para que me des más ketamina.
La monja volvió al hospital y fue a darse una ducha, para quitarse esa sensación de suciedad que tenía.
Sentía rabia y odio hacia Paco y tan sólo pensaba la forma de vengarse.
Esa noche fue aparentemente tranquila en el hospital, pero a la mañana siguiente apareció un paciente muerto en extrañas circunstancias.
Ese sería el primero de una serie de extraños sucesos, que complicarán el funcionamiento del hospital.
El Hospital estaba revolucionado por la aparición del cadáver de ese hombre que en principio estaba bien, por lo que tuvo que activarse el protocolo para estos casos y nadie podía salir ni entrar en el hospital hasta que la policía diera permiso.Teresa estaba tan nerviosa que se había comido una tableta de chocolate que tenía en el cajón de su despacho.—¿Qué pasa jefa? —preguntó la jefa de enfermería cuando fue al despacho de la directora.—Que estoy que me subo por las paredes, con lo bien que iban las cosas, ahora pasa esto y encima mañana viene el Consejero de sanidad. Me quiero morir —respondió Teresa con la boca medio llena de chocolate.—No te preocupes, seguro que no es nada y todo se resuelve pronto.—Tienes razón, debemos mantener la calma e intentar que todo funcione lo mejor posible. Así que, vamos a hacer la ronda como todos los días. Por cierto, ¿has visto a Sor Felisa? —dijo la directora.—Creo que estaba en la capilla, iba a
La directora del hospital estaba de los nervios, por su cabeza pasaban todo tipo de teorías conspiratorias y empezó a elaborar una lista de sus posibles enemigos, pues pensaba que lo que estaba ocurriendo tenía que ver con ella.Una mujer con uniforme de policía fue al despacho de Teresa para hacerle unas preguntas, pues dos muertes en circunstancias sospechosas era demasiada coincidencia como para pensar que eran accidentes.—¿Se puede? —preguntó la agente.—Por supuesto, pase —afirmó Teresa.—Mi nombre es Paloma y soy teniente de la unidad de homicidios, quiero hacerle unas preguntas.—Dígame lo que quiere saber.—¿Tiene algún enemigo que quiera hacerle daño?—No conozco a nadie que tenga tanto odio como para eso.—Tampoco sabe, ¿quién puede querer fastidiar al hospital?—Tampoco se me ocurre, pero, no obstante, lo pensaré.—Necesitaré una lista de los empleados y ex empleados del hospital.—Se la darán e
Se acercaba el aniversario de la apertura de la Unidad de cuidados paliativos del hospital provincial y todos los años se organizaba una cena y un baile de gala para recaudar fondos, pero este año Teresa no tenía muchas ganas de fiesta, pues, al final, también se había descubierto que habían desaparecido dos frascos más de ketamina, las dos muertes y los robos habían robado la alegría y las ganas de divertirse, pero debía organizar el baile de gala.Los problemas para la directora se incrementaban, pues la teniente Paloma había ido al hospital para preguntar por la chica que había encontrado Felisa.—Hola, Teresa, ¿tiene unos minutos para atenderme? —preguntó Paloma.—Hola, Paloma, por supuesto, siempre tengo tiempo para colaborar con la policía, ¿usted dirá? —comentó la directora del hospital.—¿Quién trajo a esa chica que está en la UCI, la más joven?—La encontró Sor Felisa a la puerta de un polígono.—¿Podría hablar con ella?—Por
Tras tres muertes en circunstancias extrañas no había duda de que había un asesino o asesina dentro del hospital, pero en el caso de la muerte de la mujer del Embajador la autopsia había confirmado ese aspecto, pues había muerto por una embolia gaseosa, al ser un personaje de tanta transcendencia internacional la autopsia se había realizado en menos de veinticuatro horas.Al leer el informe Teresa se puso muy nerviosa, pues se trataba de alguien que tenía ciertos conocimientos de medicina, por lo que todo hacía pensar que era un trabajador del hospital.—Hola, Teresa, ¿puedo pasar? —preguntó Felisa al ir a ver a su amiga.—Hola, Felisa, pasa, me vendrá bien hablar con alguien —afirmó Teresa.—¿Qué te preocupa? —insistió la monja.—La mujer del Embajador ha muerto por una embolia gaseosa.—Había oído hablar de ella, pero no sé exactamente porqué se produce.—Consiste en el paso al torrente sanguíneo de un volumen de aire superior al qu
Los problemas en el hospital parecía que se multiplicaban, se produjo una infección en uno de los quirófanos y dos pacientes enfermaron, antes de que fuera descubierta la contaminación y fuera clausurado el quirófano.Felisa vio el camino abierto para poder conseguir más drogas y así producir esa sustancia que había prometido a Paco.—Hola, amiga, ¿cómo estás? —dijo la monja cuando fue al despacho de Teresa.—Estoy de los nervios, por si fuera poco lo de los asesinatos, ahora la contaminación del quirófano —contestó la directora.—Seguro que todo se soluciona muy pronto.—Ojalá tengas razón, pero como se entere la prensa estamos perdidos.—Tere, queda con Fernando y pásatelo bien, así te olvidarás un poco de lo que está pasando.—Solamente somos amigos, nada más Felisa.—Soy monja, pero no tonta, te hace ojitos y creo que a ti te hace tilín.—Anda amiga, no te montes películas —dijo la doctora.—Ya, ya, hazme caso
Cuando Fernando y Teresa llegaron al hospital, la entrada principal estaba llena de periodistas, ya se habían enterado de lo que pasaba y eso era porque había habido una filtración, interesada o no, pero iba a hacer mucho daño al hospital.La directora se tapó los ojos y se puso a llorar debido al estrés. El detective paró el coche en un sitio donde los periodistas no pudieran verlo y la abrazó, ella se acomodó entre sus brazos intentando buscar esa calma que no encontraba.—Tranquila, preciosa, todo va a salir bien —dijo él todavía abrazándola y dándole un beso en la cabeza.—Gracias de corazón, eres todo un caballero —respondió ella abrazándole más fuerte—Puedes entrar directamente al parking de empleados y así nos libraremos de la prensa —continuó diciendo.Una vez Teresa se hubo calmado un poco, él le ofreció uno de los chicles sabor chocolate que siempre llevaba y entró en el hospital por el parking subterráneo que era exclusivo de empleados.
A pesar de contar con todo el apoyo de Fernando, Teresa no conseguía tranquilizarse, no sabía que decisión tomar, puesto que cerrar el hospital sería el final del Provincial y muchos pacientes se quedarían sin el tratamiento adecuado, pues era el único hospital con tratamientos experimentales, pero se estaba dando cuenta que sería la mejor opción si no quería que se produjeran más muertes.Esperaría a la inspección de sanidad para tomar una decisión. Haría lo mejor para los pacientes y el hospital por encima de sus propios intereses.Para despejarse y aclarar la mente, decidió irse un rato a nadar.El detective Fernando Andrade había preparado una escapada para los dos, sabía que Teresa necesitaba alejarse del hospital, olvidar el infierno por el que estaba pasando con todo lo que en él pasaba, pero sabía que no sería fácil convencerla, era toda una profesional y sería la última en abandonar el barco, así que ideó un plan que con toda seguridad daría los resulta
Felisa ya tenía casi todo preparado para la velada de Carlos y Clara, tan solo le quedaban ultimar los pequeños detalles y saber si le daba su preparado para subir la libido o dejaría que la primera vez todo surgiera de forma natural. Con quién también estaba pensando utilizar su preparado era con su amiga, Teresa, pero seguro que no le hacía falta, pues tenía el mejor afrodisíaco y encima el más natural y efectivo.Paco la llamó para decirle la hora en que debía llevar a la chica, como había tenido tan poco tiempo, tuvo que improvisar para cumplir con los deseos de él. Iba a tener que ir demasiado lejos y eso la atormentaba, no sabía si iba a poder aguantar más y tampoco estaba segura de cuánto tiempo tardarían en darse cuenta de que falsificaba los albaranes de la farmacia.La monja quedó con la chica dos calles antes de donde estaba la nave de Paco, en una cafetería y había llevado un anestésico especial para llevarla hasta ella, sin que pusiera resistencia, también