Cuando Fernando y Teresa llegaron al hospital, la entrada principal estaba llena de periodistas, ya se habían enterado de lo que pasaba y eso era porque había habido una filtración, interesada o no, pero iba a hacer mucho daño al hospital.
La directora se tapó los ojos y se puso a llorar debido al estrés. El detective paró el coche en un sitio donde los periodistas no pudieran verlo y la abrazó, ella se acomodó entre sus brazos intentando buscar esa calma que no encontraba.
—Tranquila, preciosa, todo va a salir bien —dijo él todavía abrazándola y dándole un beso en la cabeza.
—Gracias de corazón, eres todo un caballero —respondió ella abrazándole más fuerte
—Puedes entrar directamente al parking de empleados y así nos libraremos de la prensa —continuó diciendo.
Una vez Teresa se hubo calmado un poco, él le ofreció uno de los chicles sabor chocolate que siempre llevaba y entró en el hospital por el parking subterráneo que era exclusivo de empleados.
A pesar de contar con todo el apoyo de Fernando, Teresa no conseguía tranquilizarse, no sabía que decisión tomar, puesto que cerrar el hospital sería el final del Provincial y muchos pacientes se quedarían sin el tratamiento adecuado, pues era el único hospital con tratamientos experimentales, pero se estaba dando cuenta que sería la mejor opción si no quería que se produjeran más muertes.Esperaría a la inspección de sanidad para tomar una decisión. Haría lo mejor para los pacientes y el hospital por encima de sus propios intereses.Para despejarse y aclarar la mente, decidió irse un rato a nadar.El detective Fernando Andrade había preparado una escapada para los dos, sabía que Teresa necesitaba alejarse del hospital, olvidar el infierno por el que estaba pasando con todo lo que en él pasaba, pero sabía que no sería fácil convencerla, era toda una profesional y sería la última en abandonar el barco, así que ideó un plan que con toda seguridad daría los resulta
Felisa ya tenía casi todo preparado para la velada de Carlos y Clara, tan solo le quedaban ultimar los pequeños detalles y saber si le daba su preparado para subir la libido o dejaría que la primera vez todo surgiera de forma natural. Con quién también estaba pensando utilizar su preparado era con su amiga, Teresa, pero seguro que no le hacía falta, pues tenía el mejor afrodisíaco y encima el más natural y efectivo.Paco la llamó para decirle la hora en que debía llevar a la chica, como había tenido tan poco tiempo, tuvo que improvisar para cumplir con los deseos de él. Iba a tener que ir demasiado lejos y eso la atormentaba, no sabía si iba a poder aguantar más y tampoco estaba segura de cuánto tiempo tardarían en darse cuenta de que falsificaba los albaranes de la farmacia.La monja quedó con la chica dos calles antes de donde estaba la nave de Paco, en una cafetería y había llevado un anestésico especial para llevarla hasta ella, sin que pusiera resistencia, también
Fernando había llevado a Teresa a su cabaña que estaba situada en San Martín de Valdeiglesias, en la Sierra de Gredos, pues quería que se olvidara un poco de lo que estaba pasando en el hospital, pero al mismo tiempo tenía que estar pendiente de lo que le fuera diciendo Paloma sobre lo que fuera descubriendo en el hospital.Se había levantado antes que Teresa, por lo que le llevó el desayuno a la cama. Había preparado zumo de naranja y pomelo naturales, tostadas que había cortado con forma de corazón y café expreso al estilo italiano con un toque de crema de leche, que había utilizado para hacer un corazón en el centro, también llevó mermeladas de fresa, de naranja y de frutas del bosque, mantequilla y queso tipo filadelfia.Como ella estaba dormida dejó la bandeja en la mesilla y la despertó con un beso.—Buenos días, tesoro —dijo la doctora.—Buenos días, vida mía —dijo el detective.Ella se sentó, y él le acomodó la bandeja para que pudiera desa
El detective Fernando Andrade había pasado la noche en casa de Teresa y se levantó temprano para prepararla el desayuno. Aunque no sabía dónde estaban las cosas, se las apañó para salir adelante con el empeño.Teresa se levantó, fue a la cocina y le dio un abrazo por la espalda.—Buenos días, vida. ¿Cómo te has levantado? —preguntó el detective.—Buenos días, corazón. Para serte sincera estoy un poco nerviosa —respondió la directora.—Seguro que todo sale bien.—Gracias por siempre darme ánimos, eres un amor.—Gracias a ti, por darme la oportunidad de conocerte —dijo él mientras la cogía, la subió a la encimera y le dio un beso.Tras desayunar, la doctora estaba temblando y las piernas se le doblaban, no podía casi respirar, pues le estaba dando un ataque de ansiedad y cayó desplomada al suelo. Fernando la cogió en brazos, la tendió en la cama, le abrió un poco la cremallera del vestido para que pudiera respirar y empezó a abanicarla.
Fernando se despertó y fue a darse una ducha, mientras se despertaba Teresa, que había pasado la noche con él.Ella se despertó y escuchó la ducha, se desnudó y se dirigió hacia el baño, dispuesta a ducharse con él.—Buenos días, príncipe. ¿Puedo ducharme contigo? —preguntó ella separando la cortina de la ducha.—Buenos días, preciosa. Pero es muy estrecho y, si te duchas sola, estarás más cómoda —le contestó el detective.—Pero hay sequía y hay que ahorrar agua —dijo Teresa entrando en la ducha y dándole un beso. Nunca había actuado así, pero Fernando le hacía sentir viva, con él sentía cosas que nunca antes había sentido.El detective se sentó en un saliente de la ducha al caerse por la impresión. La directora se sentó sobre sus rodillas, dándole un apasionado beso, mientras acariciaba su pene, él le acarició los pechos, mientras sus lenguas jugueteaban, haciendo torsiones que parecían imposibles.Fernando, con un dedo, recorrió el cuerpo
¿Cómo se puede soportar que todo el mundo ponga las miradas sobre ti? Es lo que tendrá que hacer el detective Fernando Andrade con el siguiente asesinato que sucederá en el hospital.Me he adelantado un poco a los acontecimientos, vamos comenzar por el principio. Fernando, nada más acabar su guardia, en lugar de irse a su casa, fue al hospital para ver a Teresa y le compró un ramo de flores.—Hola, cariño. ¿Cómo estás? —preguntó el detective cuando llegó al despacho de la directora.—Hola, mi amor. Creía que te ibas a ir a descansar. Gracias por las flores, me han encantado —respondió la doctora abrazándole y dándole un beso.—No podía irme a descansar sin hacerte una visita. Te he echado de menos.—Yo también te he echado en falta, aunque por primera vez, en mucho tiempo, he dormido del tirón.—Me alegro, porque esta noche no vas a dormir mucho, princesa —dijo el detective dándole un beso y saliendo del despacho.—Espera un momento,
Teresa se despertó pronto y dejó una nota a Fernando diciéndole que iba al hospital, no quería despertarle y, aunque lo que más le apetecía era desayunar con él, debía estar al lado de su amiga en estos momentos tan duros, por lo que llegó temprano para pasar un rato con ella.—Hola, amiga, ¿qué estás haciendo? —preguntó la directora al ver que Felisa estaba haciendo las maletas.—Hola, Teresa, supongo que como ya no soy monja debo abandonar la habitación —dijo la hermana.—No hace falta, sigues trabajando aquí y, por lo tanto, te puedes quedar aquí mientras sigas con nosotros.—Gracias, amiga, pero en cuanto encuentre algo me voy.—Te invito a desayunar —comentó Teresa dándola un fuerte abrazo que provocó que la hermana se derrumbara y rompiera a llorar—. Toma un poco de chocolate. —Continuó diciendo mientras le ofrecía una chocolatina.Fueron a la cafetería del hospital, pero no estuvieron mucho tiempo, pues Felisa estaba incómoda, pues pe
Teresa y Fernando estaban muy bien juntos, formaban una buena pareja y pronto descubrirían que los dos tienen grandes dotes deductivas.El tiempo iba pasando y al detective se le terminaba el tiempo para descubrir al culpable antes de interrogar a Felisa, aunque algo le decía que debía darle más tiempo, que al ser amiga de su amada, debía darle un voto de confianza y pensar que era inocente, pues no quería que Teresa sufriera, por lo que decidió ocultarle lo que había ocurrido.Por su lado, la directora había ido pronto al hospital para hacer la ronda lo antes posible e irse de compras con su amiga, pues si iba a dejar el convento, tendría que tener ropa para su día a día, a parte que le sentaría bien distraerse.Teresa entró en la habitación sin llamar y vio que estaba en ropa interior mirándose al espejo.—Hola, Felisa, ¿qué haces? —preguntó la doctora a su amiga.—Hola, Teresa, hacía tiempo que no podía ver mi cuerpo, así que quería observarlo —