428. UNA NIÑA MÁS

 El Mayor Alfonso Sarmiento había llegado a la reserva acompañado de todos los prisioneros y de los perros que también había rescatado, los cuales descansaban echados a sus pies. Los observaba pensativo. No lograba comprender cómo conocía sus nombres ni por qué lo obedecían de manera tan inmediata y sin resistencia. ¿Cómo era eso posible? No era un experto en perros, pero algo dentro de él le decía que conocía a esos animales. Mientras los contemplaba, vio cómo levantaban sus cabezas y gruñían, alertados por unos golpecitos en la puerta.

—¡Quietos! Quédense ahí —ordenó con firmeza, mientras se levantaba para atender al llamado.

 Salió apresuradamente, notando cómo los perros bajaban nuevamente las cabezas, obedientes. Al abrir la puerta, se encontró con los hermanos Rhys y la doctora Elizabeth, quien lo observaba con una expresión seria.

 —¿Pasa algo, Mayor? —preguntó ella—. Tiene usted cara de espanto.

 —Tiene razón la doctora Elizabeth —inte
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