Retrospectiva, continuación.
Ariel ya le había abierto la bata y desnudado, hundiéndose en ella de un golpe, que lo recibió gustosa y se entregó al placer de sentirse poseída de una manera desenfrenada por su esposo. No recuerda cuánto tiempo hacía que no disfrutaban de uno de esos encuentros rápidos. Siempre están tan ocupados, corriendo con tantas cosas sobre sus hombros, que no tienen tiempo para otra cosa.
Las embestidas de Ariel se volvieron violentas y frenéticas, como si quisiera taladrarla; ella lo apretaba con fuerza, siguiendo el ritmo enloquecedor que tanto le gustaba. —Te extrañaba, amor… oh sí… oh… —gimió, olvidada de todo lo demás. —Yo más extrañaba esto. —Bufó Ariel sin dejar de bombear con todas sus fuerzas. —Muévete ahora, Cami, más r&aaCamelia se detuvo para mirar con curiosidad a sus guardias de seguridad. Había algo ese día que la desconcertaba. Ellos siempre la trataban con respeto y cariño, pero podía ver que estaban muy molestos, aunque se esforzaban por controlarse.—Ya le dije que ella vive bien y que los padres adoptivos no le hacen nada —intervino Ernesto, apoyando a su compañero—. Puse un guardia de jardinero, quien dice que ella no para en la casa, que se escapa todo el tiempo y que ellos no le hacen nada. No se deje engañar; esa chica está tras el señor Ariel. Se la hemos tenido que quitar de encima muchas veces.—¡Es solo una joven que lo perdió todo! Ariel la encontró y la trajo; es lógico que confíe más en él —exclamó, impaciente—. No sé por qué creen que está detrás de mi esposo. Ambos hombres intercambiaron miradas. Israel resopló mientras Ernesto se alejaba un poco. Con paciencia, le explicó que la joven no vivía muy lejos del orfanato, como le había dicho Ernesto. Un matrimonio la había acogido m
Camelia se quedó mirando el teléfono como si ardiera en sus manos. Su corazón comenzó a latir aceleradamente mientras escuchaba todos los mensajes de voz que le habían enviado prácticamente cada uno de los miembros de su familia.—Camelia, ¿dónde estás? —era el mensaje de su hermana Clavel—. Espero que ya estés llegando, dijiste que no ibas a faltar, ¡ya Alhelí comenzó a llorar! ¡Acaba de venir!—Camelia, hija —era su suegra Aurora—. ¿En serio no vas a venir?—Cami, ni yo, que te adoro, te voy a perdonar si no vienes a ver a tu hija —se escuchaba la voz de su abuela, que no le gustaba el teléfono—. Deja todo lo que estás haciendo y ven, aunque llegues al final. ¡Suelta todo y ven a ver a tu hija! ¡Nada es más importante que tus hijos, Camelia!—Mi nuera —decía el señor Rhys, su suegro—. Creo que debes estar al llegar, ¿verdad? ¿O necesitas que mande por ti? Ariel dijo que venías; no demores, ya va a empezar. Me lo prometiste, Camelia, que pondrías a tu familia primero.—Cami, tengo un
Camelia se sentía como una niña pequeña siendo regañada por sus padres. Con el rostro bañado en lágrimas, los miró, poniéndose de pie con la urgencia de regresar a su casa, a su hija. Mientras recogía sus cosas, les respondió con voz llorosa:—Fui a llevar a la mujer a su escondite y olvidé el teléfono en la gaveta. Perdón, perdón, es mi culpa, es mi culpa. Sé que no debí dejarlos, pero debía ser un secreto para que ese hombre no la encontrara.—Señora Camelia, ¿desde cuándo desconfía de nosotros? —preguntó frustrado Ernesto.—¡No lo hago! —afirmó, pero al ver cómo la miraban incrédulos, comenzó a justificar su acción—. Es que el abogado dijo que mejor que nadie más lo supiera. Dios, ¿qué voy a hacer? ¡Ari me lo dijo un montón de veces!—Esto no se va a quedar así, señora —dijo con voz ronca Israel—. Hasta hoy seguiré sus órdenes. Hablaré con el señor Ariel; a usted parece que se le olvidó todo lo que le pasó y ahora se va sin nosotros a quién sabe dónde.—¡Ernesto, perdóname, no lo h
Clavel abraza a su hermana menor con fuerza, dejándola llorar todo lo que desee. Sin embargo, ella no es alguien que encubra los errores ajenos, ni siquiera los de Camelia. Siempre ha sido muy franca, y por eso, al ver que su hermana termina de tomar agua, la enfrenta con determinación.—Perdona, Cami, pero esta vez le tengo que dar la razón a tu esposo. No es la primera vez que haces esto, que olvidas las cosas de mis sobrinos. ¿Escuchaste lo que le dijo a Alhelí para justificarte? —y prosiguió muy seria. —Fíjate hasta qué punto has hecho que tu esposo desconfíe de ti; ¡mandó a hacer un hada con tu imagen que colgó encima del escenario por si pasaba esto!Camelia la observa con incredulidad, mirando a su hermana con un mar de preguntas en su mente y una realización que la aterra.—Ariel sabía que no iba a ir —murmuró,
Salta asustada al escuchar la voz de su madre, que se ha acercado en su silla de ruedas sin que ellas la percibieran.—Sé sincera, Camelia —Lirio extiende sus brazos hacia ella—, ven aquí, deja que te abrace.Camelia no se hace esperar; corre a arrodillarse frente a su madre y la estrecha con verdadero amor, escondiendo la cabeza en el pecho de Lirio mientras llora desconsoladamente. Su mamá la acaricia el cabello con ternura y continúa hablando.—Sé sincera con Ariel, él no debió gritarte eso, pero tú tampoco debiste decir lo que dijiste tan fácilmente —la regaña con firmeza—. El matrimonio es una ardua tarea, hija; no puede ser solo uno el que se esfuerce para que todo salga bien. No, los dos deben jalar parejo o no irán a ninguna parte.—No sé ni por qué dije eso, jamás quiero separarme de Ari; yo lo amo con to
Ambos han terminado la primera ronda de placer. Se quedan así, en silencio, mirándose un momento con miedo. Y es entonces cuando recuerdan lo que su psicólogo les explicó en la última consulta. Como si esas palabras fueran ahora su salvación:“En la relación de pareja, no existe un ganador ni un perdedor. O ganan o pierden los dos. Amarse es dejar el orgullo a un lado y analizar aquellos errores o discordancias que los hicieron discutir. Deben encontrar la solución juntos para crecer como pareja; es lo correcto.”—Debemos ir a verlo cuanto antes, Cami —susurró Ariel contra su boca—. Tenía razón; no estamos listos todavía. Esto que pasó hoy no puede volver a suceder.—De acuerdo, haré todo lo que digas, pero no quiero divorciarme —acepta de inmediato, sintiendo el miedo a perderlo taladrar cada fibra de su ser.Se
Una figura agazapada detrás de una columna del pasillo ha escuchado toda la conversación que mantuvo Camelia con sus guardias, y luego la ha visto salir corriendo con cara de pánico, seguida de Ernesto e Israel. Sonríe para sus adentros, satisfecha con todo. Sale despacio y se sienta en un banco, mirando algo en su teléfono. Tiene aproximadamente veinte años y viste de una manera provocativa. La joven es delgada y de cuerpo muy bien formado, lo cual se empeña en resaltar. Tiene las orejas llenas de aretes, un piercing en la nariz, otro en la lengua y el labio, así como en su ombligo, que asoma por debajo de la blusa corta. Sus manos están adornadas con pulseras de pinchos y anillos de extrañas figuras, destacando los que tienen forma de calavera. Viste completamente de negro. Un chico vestido con el mismo estilo se detiene a su lado y la besa en la mejilla mientras se asoma a lo que ella lee en su teléfono.—¿Otra vez investigando a Ariel Rhys? —dice al ver la foto en la pantalla d
Camelia se echa a llorar desconsoladamente al darse cuenta de que sí, que tiene un serio problema. Ella, que obligó a todos a venir precisamente al cumpleaños que su suegra organiza cada año a sus pequeños, lo había olvidado por completo. Y se percata de que debe hacer algo urgente; no puede seguir de esa manera, piensa sin dejar de llorar.—No, no, Cami, no llores, por favor —trata de calmarla Ariel, dándose cuenta de que el problema es más serio de lo que había calculado. Deben tomar medidas urgentes o perderá a Camelia y, con ella, a toda su familia y estabilidad emocional. Sigue tratando de calmarla mientras ella no deja de llorar desconsoladamente. Cuando lo logra, le asegura que todo está bien, que tiene un plan. Mientras le habla, la hace entrar de nuevo en la ducha, dejando que el agua corra por su cabeza, hasta que ve que se calma.—Cami, esto nos demuestra que no hemos superado nada. Son demasiadas cosas con las que estamos luchando —la ayuda a quitar todo el jabón del cuer