310. LAS SECUELAS

Camelia dormía profundamente en el trayecto, sumida en una paz artificial gracias al sedante que Ariel había solicitado a la enfermera. A pesar de la férrea oposición del personal médico, que insistía en la necesidad de realizar más pruebas, él estaba determinado a complacer el deseo de su esposa de huir. Y, siendo honesto consigo mismo, también anhelaba escapar de las miradas compasivas de sus familiares que, aunque intentaban disimular, traicionaban sus verdaderos sentimientos.

Como superviviente de una violación, Ariel comprendía demasiado bien el torbellino emocional que azotaba el alma y la mente de su esposa. El temor de que ella, al igual que él lo hizo en su momento, levantara muros invisibles para alejar a todos, incluso a él mismo, le atormentaba constantemente.

—Señor, sugiero que nos dirijamos al yate familiar —propuso Ernesto al abandonar el hospital—. He oído que no es recomendable viajar en avión con heridas recientes. ¿Por qué no consulta con su amigo doctor?

Ariel med
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