Marlon observa a cada aspirante sentada, las tres delante de él. Una es la típica rubia plástica con ropa muy provocativa; todo lo contrario de aquella que le parece conocida, que le recuerda a Marcia cuando era más joven. Está pulcramente vestida, como una profesional, con un juego de sayas negras que realzan su figura, pero sin ser extravagante. Una cola muy alta y estirada recoge su largo y rubio cabello; su maquillaje es natural. Usa unos espejuelos que acentúan su profesionalidad. Después de terminar de inspeccionarla, deposita su mirada en una extraña chica, que es todo lo contrario a las demás. Lleva su cabello extrañamente recogido, pero deja salir mechones por todas partes; sus ojos se mueven nerviosamente y sonríe tímidamente al ver que la observa, intentando organizar su enorme saya que deja ver unas botas rústicas debajo de ella.Marlon, sin dejar de observarla, toma su currículum y se pone a leerlo detenidamente. Y es precisamente lo que pensó: una experta en computación
Camelia dormía profundamente en el trayecto, sumida en una paz artificial gracias al sedante que Ariel había solicitado a la enfermera. A pesar de la férrea oposición del personal médico, que insistía en la necesidad de realizar más pruebas, él estaba determinado a complacer el deseo de su esposa de huir. Y, siendo honesto consigo mismo, también anhelaba escapar de las miradas compasivas de sus familiares que, aunque intentaban disimular, traicionaban sus verdaderos sentimientos.Como superviviente de una violación, Ariel comprendía demasiado bien el torbellino emocional que azotaba el alma y la mente de su esposa. El temor de que ella, al igual que él lo hizo en su momento, levantara muros invisibles para alejar a todos, incluso a él mismo, le atormentaba constantemente.—Señor, sugiero que nos dirijamos al yate familiar —propuso Ernesto al abandonar el hospital—. He oído que no es recomendable viajar en avión con heridas recientes. ¿Por qué no consulta con su amigo doctor?Ariel med
Marlon se quedó pensativo, su mente trabajando a toda velocidad mientras intentaba ayudar a su hermano sin conocer su ubicación exacta. De pronto, una luz se encendió en su memoria: el yate familiar, esa joya tecnológica que había comprado para sus padres.—Ari, escúchame bien, no llores, necesito que te calmes —intentó hablar serenamente y con firmeza, tratando de calmar a su hermano—. Estás en el yate familiar, ¿verdad? Todo está automatizado. Ve a la consola principal y pide al ingeniero que abra la puerta.—No, no puedo involucrar a nadie más en esto —suplicó Ariel con desesperación—. Se lo prometí a Camelia. Por favor, debe haber otra manera, dame la contraseña para abrir las puertas.—Señor Marlon —interrumpió su nueva secretaria—. Si me lo permite, puedo hackear el sistema del yate y abrir la puerta ahora mismo.Marlon la observó con incredulidad. A pesar de la recomendación de su nana, dar acceso al sistema del yate familiar era una decisión delicada. Sin embargo, los sollozos
La desesperación dio paso a una claridad repentina. Ariel se incorporó lentamente, secándose las lágrimas con el dorso de la mano. No podía permitirse colapsar, no cuando Camelia lo necesitaba más que nunca. Sacó su teléfono y marcó el número que llamaba en situaciones como estas.—Félix... ¿dime qué hacer, hermano? Cami..., Cami no deja que la toque y está sangrando —las palabras se atoraron en su garganta—. Mi amigo, no puedes venir, solo guíame.—¿Ariel, te fugaste del hospital? ¿Te volviste loco? Camelia necesita hospitalización. Dime dónde están e iré en este instante —el doctor Félix se había despertado ante el sonido de su teléfono.Al escuchar a su mejor amigo, salió de la cama y comenzó a empacar rápidamente su maletín médico. Mir
Ariel miraba el plato sin realmente verlo, perdido en sus pensamientos. Sus manos jugaban mecánicamente con el tenedor mientras las imágenes de Camelia en el hospital se mezclaban con sus propios recuerdos traumáticos. El dolor era tan intenso que apenas podía respirar.—No puedo dormir, Félix. Cada vez que cierro los ojos veo su cama ensangrentada en su casa y luego… su imagen en ese hospital, tan pequeña, tan vulnerable… —se detuvo, dejando que las lágrimas rodaran libremente—. Lo peor es que me veo a mí mismo en la misma situación, ¿lo recuerdas? No sé qué hacer, hermano, todo se mezcla en mi cabeza. ¿Cómo voy a ayudarla si ni siquiera puedo ayudarme a mí mismo? Ella merece a alguien más fuerte, alguien que pueda protegerla de verdad.—Ella merece a alguien que la ame como tú, no digas eso. Si la dejas ahora, puedes
Marlon Rhys se enderezó en su silla. Miró a la joven Ariana, toda confundida y asustada al mismo tiempo frente a él. Suspiró desesperado; deseaba terminar para ir a reunirse con el equipo de investigación y saber si habían logrado algo. También quería saber qué pasaba con Ariel y Camelia. Pero quería quedarse con la joven, le había demostrado ser muy eficiente.—Creo, señorita Ariana, que hay una confusión y no me he explicado bien. La asistente que necesito tiene que estar disponible para trabajar y responder mi teléfono las veinticuatro horas. Salir de viaje en cualquier momento que se le pida. Correr a mi oficina si necesito algo. No puedo tenerla preocupada por sus padres, que estarán muy lejos de usted, llenos de deudas. Si los tiene cerca, podrá trabajar desde su casa muchos días y correr a ella si la necesitan. Y más de las veces, hasta podr
Camelia abrió los ojos en la penumbra del camarote, donde la ventanilla permanecía cerrada. Le parecía que había dormido una eternidad, aunque el tiempo había perdido todo significado. Las lágrimas brotaron de sus ojos, incontenibles, empapando la almohada que abrazaba como único consuelo. Su cuerpo dolía, pero era su alma la que estaba destrozada.Se acurrucó más en la cama, preguntándose por qué el destino se ensañaba con ella. Su vida había sido una sucesión interminable de traiciones y dolor: robada de sus verdaderos padres antes de nacer, criada en el vientre de una ladrona que la maltrató sin piedad durante años. Las humillaciones constantes de Marilyn, quien se hacía llamar su hermana, resonaban aún en su memoria. La misma Marilyn que había conspirado con Leandro para destruirla de la peor manera posible.La ironía
La última frase quedó suspendida en el aire, pesada como plomo, mientras el sonido de las olas golpeando el casco del yate parecía amplificar el silencio que siguió. Por un instante, un destello de sorpresa atravesó los ojos vacíos de Camelia, pero fue tan fugaz como una estrella fugaz en la noche oscura.Ariel vio cómo el cuerpo de su esposa se inclinaba ligeramente hacia adelante, preparándose para el salto. No lo pensó dos veces. Con la adrenalina corriendo por sus venas, se lanzó hacia adelante con toda la fuerza que pudo reunir. Sus músculos se tensaron al máximo mientras saltaba, extendiendo sus brazos como garras desesperadas.Sus dedos se cerraron alrededor de la cintura de Camelia justo cuando ella comenzaba a caer. El impulso los arrojó a ambos hacia atrás, sobre la cubierta del yate. Cayeron con fuerza, Ariel recibiendo el impacto principal contra la dura superficie