La irritación de Camelia es palpable; no sabe si es por haberlo visto con la cremallera abierta e imaginar lo que estaba haciendo con la rubia, o por la insinuación tan obvia. O quizás por lo ocurrido con su hermana Marilyn. El caso es que no tiene paciencia para soportar las insinuaciones de su jefe ese día.—Ja, ja, ja... —Ariel ríe intentando que ella se relaje y porque también está nervioso—. Sí, fue para eso, señorita Camelia, pero usted todavía no me ha dicho cuántas veces piensa devolverme mi favor. Además, es usted quien tiene que hacerme el favor, no al revés. ¿En qué quedamos con mis favores, señorita?Camelia lo mira fijamente, intentando descifrar si se está burlando o habla en serio. Realmente está muy
Ariel Rhys se detiene al ver cómo Camelia levanta la cabeza y lo mira asombrada, con un atisbo de sonrisa en sus labios. No cabe duda de que, aunque ella no sea consciente de ello, ha empezado a sentir algo por él, a importarle. Y eso lo llena de alegría. Prefiere hacer como si no hubiera notado nada y continúa explicando todo con profesionalismo.—No obstante, no voy a negar que salía con Eleonora a todas partes en las que debía llevar una acompañante. Pero nuestra relación se limitaba a eso, y... alguna vez, tuvimos sexo —dice, observando cómo Camelia se pone seria—. Aclaro que fue mucho antes de nosotros; después de que le hice aquel favor, solo he estado con usted.—No me parece que ella crea eso; me dio la impresión de que se creía con derecho a pedirle cualquier cosa —dice Camelia, sin saber bien por qué, o quizás porque quiere conocer hasta qué punto estaban involucrados. —¿Está celosa de nuevo, señorita Camelia? —pregunta él sonriendo.—¿Por qué iba a estar celosa? ¡Usted y y
Ariel Rhys le responde a Camelia mientras le abre la puerta para que ella se siente en el asiento del copiloto. Hoy ha querido conducir él mismo, buscando fomentar una mayor confianza entre ellos; se ha propuesto hacerla sentir su amiga, o quizás algo más. Aún no sabe qué pretende con Camelia, pero de una cosa se ha dado cuenta: le gusta su compañía y quiere mantenerla.Por eso, cuando Eleonor lo amenazó con irse, aceptó su partida sin dudarlo. Había estado buscando la manera de echarla para que no le buscara problemas con camelia y porque realmente se había cansado de ella. Su amigo el abogado Oliver le había aconsejado mucho antes de conocer a Camelia, que soltara a esa mujer que se estaba atribuyendo un lugar en su vida que él jamás le daría.&
Ariel disfrutaba viendo el entusiasmo de Camelia, pero sobre todo le maravillaba cómo su rostro se había iluminado, haciéndola ver extremadamente hermosa ante sus ojos. Dejó que ella hablara un rato sin interrumpirla, hasta que se calmó. Fue entonces cuando habló seriamente. Quería que ella se diera cuenta de que no la había ascendido por haberse acostado con él. Y aunque en parte tenía razón al pensar que la quería a su lado, no le hubiera dado ese puesto si no estuviera tan capacitada como lo estaba.—Camelia, usted se lo ganó; no tiene que agradecerme nada —Ariel ahora le hablaba muy serio; se daba cuenta de que ella tenía muy baja autoestima—. Y ya me ha hecho confiar en usted; sé que nunca me traicionará, ni yo a usted. Ahora vamos a comer.
No cedería en esto y lo manejaba como si estuviera en una importante reunión de negocios, y en eso él no tenía rival. Además, percibía que Camelia no tenía ninguna experiencia en relaciones de pareja, nada que ver con la enorme experiencia que él tenía lidiando con todo tipo de mujeres víboras que estaban muy lejos de su inocente Camelia, se dijo para sí y continuó:—¿O se le olvida que por el favor que me pidió tuve que acostarme con una mujer que no conocía? —y continuó enumerando lo que pasó entre ellos—. La vi por primera vez esa noche, una chica extraña envuelta en ropas nada femeninas y oculta detrás de ese enorme abrigo suyo. Y no solo eso, tuve que emplearme al máximo sin poder descansar ni un solo minuto en toda la noche y parte de
Ariel se quedó en silencio por un momento, realmente deseoso de comprender qué era lo que Camelia quería. Estaba claro que ella buscaba escapar de la tensión entre ambos, pero al mismo tiempo, su instinto le sugería que, al igual que él, ella comenzaba a acostumbrarse a su presencia. ¿O estaría él equivocado? —¿A qué se refiere? —preguntó Ariel, buscando claridad. —¿Solo tendremos sexo, verdad? —Camelia lo miró con seriedad, era evidente que quería establecer que su arreglo era únicamente el pago de los favores, nada más. —Sí —confirmó Ariel con un suspiro, consciente de que aún no estaba seguro de lo que realmente quería con ella—. ¿Estamos de acuerdo entonces? Ah, y tengo una pregunta, señorita Camelia, algo que me ha tenido inquieto toda la semana. —Adelante — contestó Camelia dejando escapar todo su aire. —He estado esperando que usted tome la iniciativa..., ya sabe..., me refiero a la intimidad entre nosotros —susurró él—. ¿Debería seguir esperando? —¡¿No dijo que me enseñar
Camelia guarda silencio, manteniendo la mirada de Ariel hasta que, finalmente, aparta los ojos. No deja de tener razón lo que le dice su jefe; sin embargo, ella nunca ha sido dada a contar su miserable vida familiar a nadie. No obstante, aparecerse sola en la boda de su hermana le aterra más que ser sincera con su jefe. Toma otro sorbo de vino, exhala profundamente y decide abrirse.—Verá, señor —comienza Camelia, mostrando su reluctancia—, no quería hacer esto. Pero usted tiene razón. Le contaré sobre mi vida y así comprenderá por qué me veo obligada a actuar de esta manera.—Soy todo oídos —responde Ariel complacido, acomodándose en su asiento para escucharla.—No me interrumpa, se lo contaré de un tirón —le pide seriamente e inicia:"Mis padres tuvieron a mi hermana mayor cinco años antes que a mí. Para ellos, mi llegada fue una sorpresa, ya que solo habían planeado tener una hija, a la que le darían todo. Y cuando yo nací, ella ya era tratada como una reina, y eso nunca cambió. Sie
Ariel se quedó observando a su acompañante, incapaz de creer que todo aquello no fuera más que una mera coincidencia. Se preguntaba cómo una hermana podría actuar de tal manera, recordando a sus propios hermanos que darían la vida por él. Incluso si se encontrara en una situación similar, lo consideraría un honor. Con una mirada seria, le dijo:—Señorita Camelia, creo que es demasiado duro juzgar a su hermana, seguramente es solo una coincidencia.—Lo dice porque no conoce a mi hermana —replicó ella, manteniendo su mirada fija en la de él—. Ha estado aplazando la boda para que coincida con mi cumpleaños, que cae el sábado. Ese día, papá siempre organiza una comida y a ella le molesta porque es el único día en que yo soy el centro de atención; todos me felicitan y me hacen regalos. ¡Tenía que robarme ese día también!—Bueno, es cierto que no la conozco —admitió Ariel, captando la sinceridad en los ojos de Camelia—. Pero si es así y no desea que él sea su esposo, ¿qué le parece si nos co