Todos, desde que empezamos a hacer planes para nuestras vidas, en algún momento pensamos en formar una familia, tener hijos y vivir felices. Creemos que es un acto que va a suceder sin problemas. Y comienza entonces, para muchos, la odisea de ver mes tras mes que no estás embarazada, aunque se desee con toda el alma. No hay cosa más terrible que asistir a tu ginecólogo y que este te diga que tienes problemas para quedar embarazada naturalmente y que debes probar la reproducción asistida.
Primero, ambos, tanto el hombre como la mujer, se sienten desorientados. La visión, los planes que tenían, se rompen y sienten que la vida está siendo injusta con ellos. Ese fue el caso de Marcia y Marlon, cuando, después de dos años de casados, al fin decidieron asistir al doctor Hernández, que en ese momento, según les habían dicho, era el mejor ginecólogo de la ciudad. Querían saber el moAl sentarse en el auto, entendió que nunca sería madre, al menos, no como había soñado. De pronto, Marcia se vio desdibujada; su vida entera perdió valor, porque ella, como el mundo a su alrededor, consideraba que ser mujer era igual a ser madre. Lloró desconsoladamente hasta no tener más lágrimas.Amaba a su esposo más que a nada en el mundo y ahora comprendía por qué él huía. Regresó a la oficina para encontrarlo tirado en el sofá, con las lágrimas rodando por las mejillas. Lo abrazó y ambos lloraron, sintiéndose los más desdichados del mundo. Luego vino el duelo silencioso, sin decirle nada a nadie.Dejaron de asistir a las comidas, a las fiestas, a reuniones con amigos, a las comidas en casa de sus padres, solo para escapar de las mismas preguntas: ¿Cuándo tendrán un hijo? Para ambos era agotador el enorme sufrimiento
Giró hacia su amigo, percatándose de que se había quedado en silencio, a pesar de ser abogado. Observaba cómo María Graciela lo miraba nerviosa y con una sonrisa tímida, esperando escuchar su opinión. Ante sus ojos, había dejado de ser la vieja señora desaliñada para convertirse en una joven señorita muy bella.—Está muy hermosa, señorita María Graciela, y su cabello es… es realmente espectacular —tartamudeó Oliver, visiblemente impresionado.—Gracias, muchas gracias, no es para tanto —dijo María Graciela, sintiendo cómo los colores le subían al rostro, haciéndola parecer más hermosa y llena de vida.—¡Tía, eres linda… linda…! —exclamaron los niños, mirándola realmente sorprendidos. Era la primera vez que la veían así de arreglada.
En ese mismo momento, en la otra área del hospital, Ariel y Camelia caminaban en busca de la sala de emergencias. De pronto, al pasar por delante del baño, Clavel salió frente a ellos, justo cara a cara con Camelia, que la miró asombrada por el enorme parecido que tenía con ella.—Vaya, joven —exclamó Ariel—, disculpe, pero es que se parece mucho a mi esposa. Se podría decir que son hermanas y todo el mundo lo creería.Clavel se quedó observando a Ariel en silencio. Luego miró a Camelia, que no había dicho nada, pero compartía la opinión de su esposo. Miró hacia el baño de hombres, que permanecía cerrado. Y sin más, tomó a Camelia de la mano y se introdujo con ella en el baño. Ariel la siguió sin pensarlo.—¿Qué le sucede, señorita? —le preguntó molesto, tirando de Camelia&
El senador la miró por un instante y no cedió. Tenía mucho miedo de que la emoción le provocara un infarto y la perdiera. Insistió en que se tomara la pastilla o no le diría, no correría el riesgo de perderla. Ella frunció el ceño, preocupada, mirando hacia la puerta con el miedo de que hubiera sucedido algo con su hija o tal vez…—Vamos, querida, solo esta vez. Me dijo la enfermera que no has querido tomarla. Te aseguro que vale la pena —rogó Camilo, mirando nerviosamente hacia la puerta.—¿La encontraste, a Camelia? ¿Es eso? —preguntó Lirio.—No te diré. Vamos, tómatela si quieres que te responda eso —y le puso la pastilla en la mano.Lirio lo miró por un segundo y, decidida, tomó la píldora y se la tragó ante la mirada sonriente de Camilo, que esperó un rato y le avisó a Cl
Ismael la miró inexpresivamente mientras trataba de entender cómo había sucedido algo así. Miró de nuevo la lámina plástica en su mano mientras intentaba procesar la información que ella le daba. Se acercó a su esposa, que no dejaba de llorar y se había dejado caer en un sillón. Se inclinó hasta estar a la altura de su rostro y colocó la prueba entre los dos.—Sofía, explícame esto —agitó la lámina frenéticamente—. ¿Sabes muy bien que, por el tiro que me dieron, no puede ser mío? ¡Maldición, Sofía, habla ahora antes de que me vuelva loco!—¡Te digo que no sé, no sé cómo pasó! No me he separado de ti un solo día —insistió ella, tan confundida como el propio Ismael.—¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó de
Sofía se había criado en una familia disfuncional y se había jurado que jamás traería hijos al mundo a pasar trabajo. Al encontrarse con Ismael, era como verse a sí misma: no quería hijos y también le gustaba viajar mucho, hacer locuras, quedarse donde quisiera sin preocupaciones. Y para su felicidad, él había perdido sus pelotas, por lo que no podía embarazarla ni de casualidad, y eran felices así.Habían sido de gran apoyo para Marlon y Marcia, que se dedicaron a viajar como ellos también, divirtiéndose sin preocupación. En cuanto al heredero, le tocaba a Ariel, que no tenía ningún problema para garantizar eso. Y ahora resulta que no es estéril y no se cuidó nunca; la dejó embarazada. Salió despacio, mirando a Sofía con miedo. El doctor le había explicado todo claramente.—Perdóname, Sofi. No
Camelia, al fin, se desprende de los brazos de todos, sintiendo por primera vez en su vida que la aman sinceramente unos padres. No puede reprimir las lágrimas de emoción que ruedan por sus mejillas. Camilo saca su pañuelo y, como si fuera una niña pequeña, se las limpia. Ella lo mira sorprendida y, sin saber cómo, le dice:—Gracias, papá.Hasta ella misma se asombra de haberlo dicho y se ruboriza apenada; le ha salido tan natural, sin pensar, que ahora no sabe cómo reaccionar.—Perdón, yo… yo… —balbucea, apenada.Los brazos fuertes de Camilo la estrechan emocionados al escucharla decirlo. Le da un beso en la frente al separarla para mirarla de frente.—¡Oh, hija! Muchas gracias por decirme papá, por reconocerme —habla muy emocionado—. No te sientas cohibida, me lo dirás con orgullo a partir de ahora. Aunque ya eres
Oliver ahora lo comprende. Cierra la puerta al tiempo que le informa que pondrá hombres de seguridad. Luego, pasa a informarle que habían atrapado a Mailen y que estaba presa. María Graciela abre los ojos sorprendida y pregunta si a sus hombres también los habían atrapado. Estaba convencida de que los que lo habían llevado a ver a los niños eran ellos, y de seguro los siguieron al hospital.Él se queda observándola; con la conmoción de encontrar a los niños y de llevarlos al hospital, no se había detenido a pensar en eso. Ella tiene razón. Saca su teléfono para avisar a la seguridad y a Marlon, pero antes de utilizarlo, ella lo detiene tirando suavemente de su brazo.—Oliver, sé que es un gran atrevimiento de mi parte y que a su esposa a lo mejor le molesta. Pero realmente estoy en gran peligro y no quiero quedarme aquí sola. ¿Por favor,