245. LA EXTRAÑA EN LA CÁRCEL 

Volvió a cambiar de estrategia. Habían conseguido trabajo frente al edificio donde quedaba el apartamento que alquilaba Camelia, lo cual le facilitaba vigilar lo que hacía todo el tiempo. Hasta un telescopio se compró para poder ver qué hacía dentro de su casa. Sin embargo, por alguna razón, la puerta del balcón permanecía cerrada con las cortinas corridas.

También debía ganarse al portero; comenzó a saludarlo todos los días y a dejarle flores a Camelia, que podía ver que ella nunca las recibía. Después, a su antiguo jefe, Ariel Rhys, le dio por mudarse al edificio. Una sospecha se le fue haciendo grande al enterarse de que la había sacado del almacén y puesto a trabajar como su asistente. No podía dejar que eso avanzara, por eso, al verla llegar corriendo al mediodía, consciente de que el portero a esa hora no estaba, quiso entrar con ella
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