La primera vez que Leandro vio a Camelia, lo hizo siguiendo los ojos de Manuel. Estaban en una cafetería después de que este le entregara unas fotos de su ex. Hacía más de seis meses que se habían divorciado por violencia doméstica. Ella lo había acusado; luego llegaron al arreglo de que él se iría de la ciudad y nunca más la buscaría. Pero no lo hizo, solo se escondió y contrató a Manuel, a quien conocía por la recomendación de un amigo.
—¡Qué belleza! —exclamó al ver a Camelia, que reía en compañía de Nadia y Ricardo, caminando por la acera del frente.—No la mires, que es mía —protestó Manuel.—¿Es tu novia? —preguntó Leandro, sin dejar de mirar a Camelia.—Pronto lo será —contestó Manuel.—¿Entonces no es tuyaManuel fue hasta la casa de Camelia para ser él quien le hiciera el amor. Pero ella no estaba cuando subió al apartamento por el árbol; todo estaba oscuro y lo confirmó con el portero, que le dijo que ella no había vuelto, por lo que corrió presuroso al trabajo y esperó escondido cerca del almacén, para matar a Leandro si era necesario para defender a su mujer, porque así era como la consideraba: él la vio primero, era suya.Las horas pasaban y Camelia seguía sin aparecer. Leandro fue al almacén, lo abrió y se encontró con que estaba vacío. Manuel lo vio y se dispuso a matarlo, pero cuando Leandro salió solo, respiró aliviado. Después lo vio cerrar todo y salir corriendo a revisar toda la empresa para ver si, por casualidad, Camelia aún se encontraba en ella, pero no la encontró y pensó que de seguro se había ido a casa de Nad
Leandro se quedó sin palabras al escuchar lo que dijo Camelia, mirándolo de frente. Eso nunca lo había pensado; a lo mejor era la loca de Nadia con su esposo, quienes tuvieron sexo toda la noche. No era la primera vez que ellos se quedaban en la casa y los había escuchado. Entonces recordó que Nadia estaba embarazada; no iba a aguantar tener sexo con esa enorme barriga toda la noche, por lo que cambió de estrategia.—Si es así, ¿por qué no me abriste cuando vine a pedirte disculpas? —preguntó con un tono de voz más suave.—¿Viniste a mi casa? ¿Quién te dio mi dirección? ¿Me estás siguiendo acaso? —Lo atacó ella con preguntas.Se quedó observándola incrédulo. Sí que estaba cambiando su Camelia, se dijo. No obstante, trató de responderle con calma; tenía que ganar de nuevo el terre
Volvió a cambiar de estrategia. Habían conseguido trabajo frente al edificio donde quedaba el apartamento que alquilaba Camelia, lo cual le facilitaba vigilar lo que hacía todo el tiempo. Hasta un telescopio se compró para poder ver qué hacía dentro de su casa. Sin embargo, por alguna razón, la puerta del balcón permanecía cerrada con las cortinas corridas.También debía ganarse al portero; comenzó a saludarlo todos los días y a dejarle flores a Camelia, que podía ver que ella nunca las recibía. Después, a su antiguo jefe, Ariel Rhys, le dio por mudarse al edificio. Una sospecha se le fue haciendo grande al enterarse de que la había sacado del almacén y puesto a trabajar como su asistente. No podía dejar que eso avanzara, por eso, al verla llegar corriendo al mediodía, consciente de que el portero a esa hora no estaba, quiso entrar con ella
Todos, desde que empezamos a hacer planes para nuestras vidas, en algún momento pensamos en formar una familia, tener hijos y vivir felices. Creemos que es un acto que va a suceder sin problemas. Y comienza entonces, para muchos, la odisea de ver mes tras mes que no estás embarazada, aunque se desee con toda el alma. No hay cosa más terrible que asistir a tu ginecólogo y que este te diga que tienes problemas para quedar embarazada naturalmente y que debes probar la reproducción asistida.Primero, ambos, tanto el hombre como la mujer, se sienten desorientados. La visión, los planes que tenían, se rompen y sienten que la vida está siendo injusta con ellos. Ese fue el caso de Marcia y Marlon, cuando, después de dos años de casados, al fin decidieron asistir al doctor Hernández, que en ese momento, según les habían dicho, era el mejor ginecólogo de la ciudad. Querían saber el mo
Al sentarse en el auto, entendió que nunca sería madre, al menos, no como había soñado. De pronto, Marcia se vio desdibujada; su vida entera perdió valor, porque ella, como el mundo a su alrededor, consideraba que ser mujer era igual a ser madre. Lloró desconsoladamente hasta no tener más lágrimas.Amaba a su esposo más que a nada en el mundo y ahora comprendía por qué él huía. Regresó a la oficina para encontrarlo tirado en el sofá, con las lágrimas rodando por las mejillas. Lo abrazó y ambos lloraron, sintiéndose los más desdichados del mundo. Luego vino el duelo silencioso, sin decirle nada a nadie.Dejaron de asistir a las comidas, a las fiestas, a reuniones con amigos, a las comidas en casa de sus padres, solo para escapar de las mismas preguntas: ¿Cuándo tendrán un hijo? Para ambos era agotador el enorme sufrimiento
Giró hacia su amigo, percatándose de que se había quedado en silencio, a pesar de ser abogado. Observaba cómo María Graciela lo miraba nerviosa y con una sonrisa tímida, esperando escuchar su opinión. Ante sus ojos, había dejado de ser la vieja señora desaliñada para convertirse en una joven señorita muy bella.—Está muy hermosa, señorita María Graciela, y su cabello es… es realmente espectacular —tartamudeó Oliver, visiblemente impresionado.—Gracias, muchas gracias, no es para tanto —dijo María Graciela, sintiendo cómo los colores le subían al rostro, haciéndola parecer más hermosa y llena de vida.—¡Tía, eres linda… linda…! —exclamaron los niños, mirándola realmente sorprendidos. Era la primera vez que la veían así de arreglada.
En ese mismo momento, en la otra área del hospital, Ariel y Camelia caminaban en busca de la sala de emergencias. De pronto, al pasar por delante del baño, Clavel salió frente a ellos, justo cara a cara con Camelia, que la miró asombrada por el enorme parecido que tenía con ella.—Vaya, joven —exclamó Ariel—, disculpe, pero es que se parece mucho a mi esposa. Se podría decir que son hermanas y todo el mundo lo creería.Clavel se quedó observando a Ariel en silencio. Luego miró a Camelia, que no había dicho nada, pero compartía la opinión de su esposo. Miró hacia el baño de hombres, que permanecía cerrado. Y sin más, tomó a Camelia de la mano y se introdujo con ella en el baño. Ariel la siguió sin pensarlo.—¿Qué le sucede, señorita? —le preguntó molesto, tirando de Camelia&
El senador la miró por un instante y no cedió. Tenía mucho miedo de que la emoción le provocara un infarto y la perdiera. Insistió en que se tomara la pastilla o no le diría, no correría el riesgo de perderla. Ella frunció el ceño, preocupada, mirando hacia la puerta con el miedo de que hubiera sucedido algo con su hija o tal vez…—Vamos, querida, solo esta vez. Me dijo la enfermera que no has querido tomarla. Te aseguro que vale la pena —rogó Camilo, mirando nerviosamente hacia la puerta.—¿La encontraste, a Camelia? ¿Es eso? —preguntó Lirio.—No te diré. Vamos, tómatela si quieres que te responda eso —y le puso la pastilla en la mano.Lirio lo miró por un segundo y, decidida, tomó la píldora y se la tragó ante la mirada sonriente de Camilo, que esperó un rato y le avisó a Cl