Camelia se prepara algo de comer con las cosas que no necesitan cocinarse y se dedica a averiguar cómo funciona el televisor. Esto le causa molestia, pues para cuando logra encontrar el canal que le gusta, su programa favorito ya había terminado.Se levanta molesta, sintiéndose frustrada. "Hablaré con él muy seriamente en cuanto pueda", se dice a sí misma mientras nota cómo las fragancias la han relajado increíblemente. Se dirige a la habitación y exclama: "Vamos a probar esta preciosura". Al acostarse en la cama, no puede evitar pensar: "¡Jamás había tenido una cama tan cómoda como esta, ni sábanas tan delicadas!" Se duerme profundamente casi al instante.Por su parte, Ariel está contento con el arreglo realizado en un solo día en el apartamento
Camelia le ha dado todo y siempre ha hecho lo que su hermana quería, y aún así, no la trata bien. Nadia la mira y sabe exactamente lo que está pensando.—No entiendo porqué mi hermana siempre ha sido tan mala conmigo Nadia, de veras no lo sé —le dice Camelia a su mejor amiga. —No hay motivo, Lía; hay personas así, que nacen creyendo que se lo merecen todo —asegura Nadia y agrega—: Y me vas a perdonar, pero tus padres también tienen culpa; siempre le concedían todos los caprichos. Si se antojaba de algo tuyo, te pedían que se lo dieras. Ella siempre ha querido lo tuyo para, después de obtenerlo, desecharlo. —¿Por qué dices eso? Ella no hace eso —protesta Camelia, causando el desconsuelo de Nadia. —¡Lía, no intentes tapar el sol con un dedo, que nos criamos juntas! —exclama Nadia, y comienza a enumerar todo lo que recuerda—. Lo primero que me viene a la mente fue tu décimo cumpleaños. Te habían regalado aquella hermosa muñeca que hablaba, y aunque a ella le compraron la que había pe
Camelia abraza a su amiga y le pide que deje de preocuparse; ya se las arreglará. Hasta ahora no ha sucumbido ni en las navidades ni en fin de año. Nadia dice que es porque la tenía a ella. Camelia insiste en que deje de preocuparse por ella y se concentre en que su hijo nazca sano y salvo. Asegura que estará bien, ya no es la misma de antes; no necesita a nadie que la defienda.—Mira, ya llegó tu esposo a buscarte —dice señalando a un hombre que se acerca a ellas—. Hola, Ricardo, ¿cómo estás?—Hola, Lía, muy bien. Terminando de arreglar el cuarto del niño —responde mostrando su ropa manchada de pintura—. Disculpa, por eso les pedí que se encontraran aquí; tengo la casa hecha un reguero descomunal.—Tienes que terminar ya, querido; en cualquier momento llega el niño y va a encontrarse la casa así —suplica Nadia.—Ya casi termino, amor. Hoy culminé el cuarto del bebé; solo faltan unos pocos detalles. Espero te guste; hice todo lo que me pediste —dice y se gira hacia Camelia—. ¿Quieres
Al llegar al almacén Camelia, por mucho que intenta olvidarse del asunto y concentrarse en su trabajo, no lo logra. Hasta que la señora Elvira le avisa que la llaman por teléfono.—Sí —responde intrigada.—Hola, Camelia, soy Marilyn. ¿Es que nunca contestas tu teléfono? —le grita su hermana con su voz chillona. Camelia tiene grandes ganas de colgar porque por experiencia sabe que su hermana la hará sentir mal. Pero ya ha respondido y piensa que debe ser algo muy importante para que Marilyn se haya tomado el trabajo de llamarla a su trabajo. —Hola, Marilyn. Lo mantengo apagado en el trabajo —le explica con desgana—. ¿Qué quieres?—Necesito que me digas el nombre de tu acompañante para ponerlo en las tarjetas de reservación. Eso, si tienes uno; si no, dime para colocarte en la mesa de las solteronas, ja, ja, ja —ríe Marilyn al otro lado de la línea a todo dar.Camelia se quita el teléfono del oído con una mueca de desagrado bajo la mirada de su jefe Elvira que puede oír toda la conver
La irritación de Camelia es palpable; no sabe si es por haberlo visto con la cremallera abierta e imaginar lo que estaba haciendo con la rubia, o por la insinuación tan obvia. O quizás por lo ocurrido con su hermana Marilyn. El caso es que no tiene paciencia para soportar las insinuaciones de su jefe ese día.—Ja, ja, ja... —Ariel ríe intentando que ella se relaje y porque también está nervioso—. Sí, fue para eso, señorita Camelia, pero usted todavía no me ha dicho cuántas veces piensa devolverme mi favor. Además, es usted quien tiene que hacerme el favor, no al revés. ¿En qué quedamos con mis favores, señorita?Camelia lo mira fijamente, intentando descifrar si se está burlando o habla en serio. Realmente está muy
Ariel Rhys se detiene al ver cómo Camelia levanta la cabeza y lo mira asombrada, con un atisbo de sonrisa en sus labios. No cabe duda de que, aunque ella no sea consciente de ello, ha empezado a sentir algo por él, a importarle. Y eso lo llena de alegría. Prefiere hacer como si no hubiera notado nada y continúa explicando todo con profesionalismo.—No obstante, no voy a negar que salía con Eleonora a todas partes en las que debía llevar una acompañante. Pero nuestra relación se limitaba a eso, y... alguna vez, tuvimos sexo —dice, observando cómo Camelia se pone seria—. Aclaro que fue mucho antes de nosotros; después de que le hice aquel favor, solo he estado con usted.—No me parece que ella crea eso; me dio la impresión de que se creía con derecho a pedirle cualquier cosa —dice Camelia, sin saber bien por qué, o quizás porque quiere conocer hasta qué punto estaban involucrados. —¿Está celosa de nuevo, señorita Camelia? —pregunta él sonriendo.—¿Por qué iba a estar celosa? ¡Usted y y
Ariel Rhys le responde a Camelia mientras le abre la puerta para que ella se siente en el asiento del copiloto. Hoy ha querido conducir él mismo, buscando fomentar una mayor confianza entre ellos; se ha propuesto hacerla sentir su amiga, o quizás algo más. Aún no sabe qué pretende con Camelia, pero de una cosa se ha dado cuenta: le gusta su compañía y quiere mantenerla.Por eso, cuando Eleonor lo amenazó con irse, aceptó su partida sin dudarlo. Había estado buscando la manera de echarla para que no le buscara problemas con camelia y porque realmente se había cansado de ella. Su amigo el abogado Oliver le había aconsejado mucho antes de conocer a Camelia, que soltara a esa mujer que se estaba atribuyendo un lugar en su vida que él jamás le daría.&
Ariel disfrutaba viendo el entusiasmo de Camelia, pero sobre todo le maravillaba cómo su rostro se había iluminado, haciéndola ver extremadamente hermosa ante sus ojos. Dejó que ella hablara un rato sin interrumpirla, hasta que se calmó. Fue entonces cuando habló seriamente. Quería que ella se diera cuenta de que no la había ascendido por haberse acostado con él. Y aunque en parte tenía razón al pensar que la quería a su lado, no le hubiera dado ese puesto si no estuviera tan capacitada como lo estaba.—Camelia, usted se lo ganó; no tiene que agradecerme nada —Ariel ahora le hablaba muy serio; se daba cuenta de que ella tenía muy baja autoestima—. Y ya me ha hecho confiar en usted; sé que nunca me traicionará, ni yo a usted. Ahora vamos a comer.