150. LA AGONÍA DE CAMELIA

  Y  si eso no fuera suficiente, Ariel..., su Ariel..., la traicionó. Nadie se lo dijo, ella lo vio con sus propios ojos. Y mientras más piensa, mientras las imágenes cruzan por su mente como una película de horror, más llora Camelia sintiendo que todo está perdido, ¡todo! Los brazos fuertes de Ariel Rhys, su suegro, la abrazan también junto a los de su esposa.

—Gracias, Cami, muchas gracias por el respeto con que trataste a nuestro hijo, a pesar de la situación en que lo encontraste —dice con la voz quebrada—. Te estaré eternamente agradecido por salvar la vida de mi hijo. Vamos, tienes que venir con nosotros al hospital.

—¿Al hospital? —pregunta ella incrédula.

—Sí, hija. Ariel está muy grave —confiesa el señor Rhys, separándose de ella para mirarla a los ojos—. Tienes que venir a verlo, quizá
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