Pedro no dijo nada, miró a su hija que lo observaba expectante, y con desgana levantó los hombros mientras murmuraba que ya se le ocurriría algo para tranquilizar a Rigoberto. Una sonrisa de complacencia cruzó su rostro al recordar lo que le había hecho a Ariel Rhys; le costaría mucho recobrarse, si es que llegaba a hacerlo.
—Después de todo, Camelia todavía no se ha casado con Ariel, y creo que no lo hará —dijo con una sonrisa maliciosa—. Aunque disimuló muy bien, todos la conocemos. Después de verlo desnudo con dos mujeres engañándola, no lo perdonará. Será nuestra oportunidad cuando la dejen sola, de hacer que regrese.Marilyn asintió dando la razón a su padre, aunque sabía que ahora Camelia siempre andaba con guardias de seguridad, lo que haría casi imposible acercarse a ella. Debían pensar en una manera deLos Rhys hicieron el trayecto a una velocidad vertiginosa, en completo silencio. Sus hermanos se llevaron a Ariel en un helicóptero que apareció de repente. Los autos los siguieron a toda velocidad, aprovechando al máximo la potencia de sus motores, hasta llegar al hospital. Sin embargo, al arribar no pudieron obtener información. Ariel estaba dentro, mientras los médicos luchaban por salvarlo.Camelia, acompañada por su abuela, quien también fue atendida por los doctores, deambulaba como un alma en pena. Su mirada parecía perdida, incapaz de registrar lo que sucedía a su alrededor. Todos intentaban hablar con ella y hacerle preguntas, pero no reaccionaba; solo se aferraba con fuerza al brazo de su abuela, como si temiera perderla a ella también.—Yo creo que es mejor si nos vamos para la casa, Cami —sugirió su abuela, y ella solo asintió.—Abuela, d
Camelia soltó un suspiro que pareció desgarrarle el pecho, intentando deshacer el enorme nudo que le atenazaba la garganta. El dolor se extendía como un veneno por todo su cuerpo, paralizándola. Quería llorar, gritar, dejar salir toda esa tormenta que rugía en su interior, pero las lágrimas se negaban a brotar. Era como si su alma se hubiera congelado, aprisionando cada emoción en una cárcel de hielo.Con manos temblorosas se apretó el pecho, allí, donde el corazón le latía con una pesada agonía. Las imágenes se repetían una y otra vez en su mente como un cruel recordatorio: Ariel con ella, con la mujer que una vez amó, esa que le dijo que no podía olvidar. Cada respiración dolía, cada pensamiento era una nueva puñalada. Se sentía traicionada, humillada, pero sobre todo, terriblemente impotente.El nudo en su gargan
En la sala de espera del hospital, la familia Rhys se consumía en su propia agonía. Ariel Rhys, demacrado por la quimioterapia, se paseaba furioso de un lugar a otro, maldiciendo a pesar de que cada paso parecía costarle un mundo. Las lágrimas de impotencia brillaban en sus ojos hundidos, mientras su cuerpo, antes imponente, ahora se doblaba bajo el peso de la desesperación.—Mi pequeño... mi Ariel —murmuraba entre dientes, la culpa carcomiendo sus entrañas—. ¿Por qué? ¿Por qué le hicieron esto a mi hijo?Aurora Rhys sostenía el rosario con dedos temblorosos, mientras con la otra mano intentaba detener a su esposo cada vez que éste se detenía frente a ella. Sus oraciones se quebraban entre sollozos contenidos, y sus ojos, llenos de horror, no podían apartarse de su segundo hijo.Ismael, perdido en sus propios demonios, cargaba y descargaba el arma
Es tanto la rabia, la impotencia, la furia y el dolor que experimenta Marlon que casi es un gruñido amenazante lo que sale de su boca, con una promesa de venganza:—Juro por Dios que encontraré al responsable. Ese maldito pueblo pagará por esto. ¡Lo juro por la sangre de mi hermano! Que recen porque no le pase nada a Ari, porque ni el infierno será un lugar agradable para ellos.—¡Marlon! —exclaman Aurora y su esposa Marcia.La explosión de Marlon sacude a todos como una onda expansiva. El hombre de hielo, el que siempre mantiene la compostura, ahora está irreconocible, con las facciones desfiguradas por una furia primitiva y los ojos inyectados en sangre. El peso del fracaso lo aplasta, destrozando la promesa que se hizo años atrás de nunca más permitir que lastimaran a su hermano pequeño.A un lado, Ismael es una tormenta contenida. Los nudillos
Marlon mira a su padre y la culpa lo golpea, pero la impotencia es más fuerte. Toma aire, las palabras saliendo entre dientes apretados: —Lo siento, papá, pero fuimos unos completos idiotas. Solo por complacer a Ari, bajé la guardia y mira lo que pasó. Caímos directo en su trampa —se interrumpe ante la mirada severa de su madre—. De acuerdo, mamá, déjame terminar de explicarle a papá. Cometí un error imperdonable. Todos mis instintos me gritaban que algo andaba mal, no podía identificar el peligro, pero lo sabía. Todo el maldito pueblo conspiró contra nosotros, y voy a hacer que paguen, ¡cada uno de ellos! Aunque te enfurezcas conmigo, papá, ¡nadie me detendrá esta vez, nadie! Ariel Rhys contempla a sus hijos como si fueran extraños. Siempre supo que Marlon llevaba un león dormido en el pecho; a pesar de ello, jamás tuvo una pelea, siempre destacó en todo, empeñándose en enorgullecerlo. Y vaya que lo logró. Hoy es el empresario más poderoso del país, rivalizando con gigantes mundial
La sangre se le heló en las venas. No había entrado al hotel, no había visto a nadie. Como todos, creyó que su hermano estaba paranoico, que la vigilancia era excesiva. Sus hombres le habían jurado que ella estaba fuera del país. ¿Cómo mierda había vuelto? La mirada enloquecida de Ismael se clavó en ellos, destilando veneno.—¡¿Es que están ciegos?! ¡¿No vieron quién estaba encima de Ari como una maldita hiena?! —rugió, escupiendo cada palabra— ¡Era Mailen! ¡Esa perra desgraciada de Mailen con Eleonor! ¡Y el bastardo de Enrique Mason dirigiendo el circo afuera con los periodistas! —golpeó nuevamente la pared— ¡Los voy a hacer pedazos aunque me pudra en la cárcel! ¡No volverán a tocar a mi hermano!—Ismael... —la voz de su padre sonó peligrosamente baja&m
Ariel Rhys apretó los puños y su cuerpo entero se tensó con una rabia contenida. El dolor que lo había mantenido postrado durante días pareció evaporarse, reemplazado por una furia que le devolvió las fuerzas. Sus mandíbulas parecían a punto de estallar por el gran esfuerzo que hacía para contenerse, y las venas de su cuello se marcaron prominentemente bajo su pálida piel.El color había regresado a su rostro, pero no era el rubor saludable de la recuperación, sino el rojo intenso de la ira. Por primera vez en semanas, se irguió como si la preocupación por su hijo hubiera despertado en él una energía que creía perdida. Con la mirada brillando con una determinación feroz, recordando a todos los presentes al poderoso hombre de negocios que siempre había sido.—Y esa actriz… —repitió con rabia. — No q
Y si eso no fuera suficiente, Ariel..., su Ariel..., la traicionó. Nadie se lo dijo, ella lo vio con sus propios ojos. Y mientras más piensa, mientras las imágenes cruzan por su mente como una película de horror, más llora Camelia sintiendo que todo está perdido, ¡todo! Los brazos fuertes de Ariel Rhys, su suegro, la abrazan también junto a los de su esposa.—Gracias, Cami, muchas gracias por el respeto con que trataste a nuestro hijo, a pesar de la situación en que lo encontraste —dice con la voz quebrada—. Te estaré eternamente agradecido por salvar la vida de mi hijo. Vamos, tienes que venir con nosotros al hospital.—¿Al hospital? —pregunta ella incrédula.—Sí, hija. Ariel está muy grave —confiesa el señor Rhys, separándose de ella para mirarla a los ojos—. Tienes que venir a verlo, quizá