Camelia se percató de que Ariel ya no quería seguir hablando de su vida y, por ello, había cambiado de tema. Así que se puso a terminar de meter todo lo que pretendía llevar en su exclusiva cartera, que le había regalado su suegra y que hacía juego con la ropa y los zapatos que llevaba.
—Mi abuelita es una mujer muy fuerte; es la única persona en el pueblo y creo que en el mundo a la que mi familia le teme —dijo con orgullo Camelia—. Pero ahora está enferma. No puede hacer mucho, por eso quiero traerla conmigo.—Está bien, lo haremos —respondió Ariel. En ese momento, el sonido de unos motores se escuchó y él los reconoció al instante—. Oye, creo que ya llegaron a recogernos. Vamos. No te separes de mí, todo va a salir bien.Al salir del edificio, Camelia se quedó impresionada por la cantidad de autos exclusivos que hab&iacCamelia reflexionó por un momento, pensando que eso era muy bueno, porque al estar ocupada estaría metida en sus cosas. Luego, le informó que los padres de Nadia también estarían en el restaurante con ellos. Les pedirá que pasen por ella para que los espere allá.—No hace falta, querida, yo me las arreglo —contestó su abuela y, con una gran sonrisa, agregó—. Por cierto, Cami, estás muy linda; casi no te reconozco.—Gracias, abuela. Ya conoces a la loca de Nadia. Esto es obra de ella —dijo girando para que ella pudiera apreciarla mejor.—Hiciste muy bien. De ahora en adelante, vístete así —fue el consejo que le dio.Al terminar, todos se marcharon a la empresa, donde se reunieron con otros y se mantuvieron trabajando todo el tiempo. Marlon presentó a Camelia como la responsable, a partir de ahora, de recibir todas las quejas, informa
Sin embargo, antes de que ella pueda contestar, lo hace Ariel, diciendo que lo harán cuando terminen de comer. Pero ante la mirada que le lanza su hermano Marlon, toma una mano de su novia y dice que ya habían planeado ir todos a presentarle sus respetos antes de marcharse.—Preferiría hablar primero a solas con mi hija y luego recibirlos a todos —exigió la madre de Camelia.—Eso no va a ser posible, señora —se opuso Ariel de inmediato.Pero la abuela intervino, diciendo que ella iría con Camelia, pues era mejor resolver todo el asunto antes de irse. A Ariel no le gusta, pero pide acompañarlas mientras ellas conversan; él las esperará afuera.—Nosotros también iremos, Ariel, no te preocupes —interviene Nadia, que, al igual que Camelia, encuentra todo esto muy extraño—. No me separarei de Lía; Ricardo estará comigo também.
Además, el nerviosismo que observa en el tonto del esposo que tiene no le gusta. Está casi segura de que Marilyn tiene algo planeado en contra de su hermana.—Está bien, abuela, vamos —se levantan para irse, pero el grito que da Marilyn las detiene.—¡No, no, esperen aquí! —les corta el paso Marilyn—. Papá y mamá deben estar por llegar; de seguro quieren despedirse de usted, abuela.Todas se quedan mirando un instante a Marilyn, pero siguen avanzando sin hacerle caso hacia la puerta de salida. Están por salir cuando ven que regresan los padres, en compañía del supuesto prometido de Camelia, junto al alcalde. La abuela, de inmediato, pregunta:—¿Qué significa esto?—¿Esto? ¡Que ahora mismo Camelia se va a casar con su prometid
El padre de Camelia vocifera lleno de ira y se cuadra junto a Rigoberto para enfrentar a Ricardo, quien se mantiene firme empuñando una silla. El aire de la habitación se vuelve denso, cargado de una tensión que podría cortarse con un cuchillo. Los nudillos de Pedro están blancos por la presión con que sostiene el madero, sus ojos inyectados en sangre reflejan una determinación que raya en la locura.—¡Pedro, detén esta locura! —suplica su madre, quien con gran esfuerzo avanza hasta colocarse delante de Ricardo. Sus piernas, debilitadas por la enfermedad, tiemblan visiblemente, pero su valentía permanece inquebrantable—. ¿Qué demonios te sucede, Pedro?—Mamá, apártate, ni tú ni nadie impedirá que cumpla mi palabra. ¡Dije que Camelia se casaría con Rigoberto y lo hará, lo hará! —amenaza a todos levantando el madero.Camelia, refugiada tras Ricardo, siente cada latido de su corazón retumbando en sus oídos. El temblor de su cuerpo no es solo miedo; es puro terror, incredulidad y dolor al
La declaración de Camelia resuena en la habitación como un trueno, marcando un momento decisivo que cambiaría su vida para siempre. Ya no es aquella joven que agachaba la cabeza ante cada orden; ahora se yergue como una mujer que ha encontrado su verdadera fortaleza.—¡Camelia, ese hombre no sirve, no sirve! —repite Pedro con rabia y desesperación mientras intenta acercarse, pero los guardias lo mantienen a raya con sus miradas severas.—¡Él no es malo, papá, no lo es, y me casaré con él! —vuelve a decir Camelia con una determinación que sorprende incluso a ella misma por la convicción inquebrantable que transmite.—Ja, ja, ja... eres una estúpida, Camelia, que caíste en sus palabras baratas. En estos momentos está con Mailen en una habitación del hotel, ja, ja, ja... —La risa maliciosa de Marilyn resuena en la habitación, sus palabras destilando veneno mientras observa con deleite el efecto que causan en su hermana.—¡Por última vez, Camelia, firma aquí, y no me hagas pasar esta verg
El miedo y la determinación se entrelazan en el corazón de Camelia mientras sus pies descalzos golpean el pavimento. Los gritos desesperados de Nadia se pierden en el viento, pero ella no puede, no quiere detenerse. Cada segundo se convierte en una eternidad, cada paso está impregnado de un terror que le hiela la sangre.—¡Señorita Camelia, señorita...! —la voz angustiada del guardia resuena mientras sostiene a la abuela, que se tambalea con cada paso—. No haga esto, señorita, espere en el carro y nosotros iremos a ver de qué se trata. Por favor, hagamos eso.Camelia, sorda a todas las súplicas, continúa su carrera frenética por la calle principal. Sus tacones abandonados quedan atrás como testigos silenciosos de su desesperación. Los guardias, divididos entre el deber y la compasión, recogen el calzado mientras
Camelia se encuentra anonadada ante la visión de su prometido con Mailén y Eleonor encima de él. Puede escuchar las risas de todos, el murmullo de las burlas, los flashes de las cámaras de los periodistas que no dejan de fotografiarla incesantemente. Es como si su mundo se hubiera congelado ante esa imagen. Observa la risa de triunfo de Eleonor, en ropa interior reveladora, que en ese momento besa a Ariel, quien yace inmóvil.—¡Ja, ja, ja... te lo dije, cornuda, para eso nada más sirves, ja, ja, ja! —la voz de Marilyn le llega también triunfadora, a sus espaldas—. ¡Eres y serás siempre el hazmerreír de este pueblo, no importa la ropa que te pongas, no eres nada, Camelia! ¡Nada!—¡Imbécil! —le grita Nadia—. ¿Cómo puedes ser tan diabólica? ¡Ni Lucifer te hace nada, Marilyn! Pero te aseguro que lo vas a pagar, ¡un d
Uno de los guardias, con amor paternal, trataba de cubrir la escena con una sábana para que los periodistas no pudieran seguir sacando fotos, mientras el otro intentaba cerrar la puerta y al mismo tiempo cuidar de todos. Ahora Nadia ya no está tan segura de si lo que ve es verdad o si lo que dice el guardia es cierto. Pero el caso es que su mejor amiga, su hermana del alma, está siendo humillada más allá de lo que ella es capaz de soportar.—¡Lía...! ¡Vamos! —insiste Nadia y trata de sacarla de allí tirando de su brazo—. Ese hombre no se merece que te humilles así.Camelia no responde, se suelta del brazo de su amiga y sigue vistiendo a Ariel ante los ojos incrédulos de todos. Nadia no le dice nada más, lo observa fijamente y se da cuenta de que es verdad lo que dijera el guardia: algo no está bien con él. Ha empezado a echar espuma por la boca y tuerce los ojo