El miedo y la determinación se entrelazan en el corazón de Camelia mientras sus pies descalzos golpean el pavimento. Los gritos desesperados de Nadia se pierden en el viento, pero ella no puede, no quiere detenerse. Cada segundo se convierte en una eternidad, cada paso está impregnado de un terror que le hiela la sangre.
—¡Señorita Camelia, señorita...! —la voz angustiada del guardia resuena mientras sostiene a la abuela, que se tambalea con cada paso—. No haga esto, señorita, espere en el carro y nosotros iremos a ver de qué se trata. Por favor, hagamos eso.
Camelia, sorda a todas las súplicas, continúa su carrera frenética por la calle principal. Sus tacones abandonados quedan atrás como testigos silenciosos de su desesperación. Los guardias, divididos entre el deber y la compasión, recogen el calzado mientras
Camelia se encuentra anonadada ante la visión de su prometido con Mailén y Eleonor encima de él. Puede escuchar las risas de todos, el murmullo de las burlas, los flashes de las cámaras de los periodistas que no dejan de fotografiarla incesantemente. Es como si su mundo se hubiera congelado ante esa imagen. Observa la risa de triunfo de Eleonor, en ropa interior reveladora, que en ese momento besa a Ariel, quien yace inmóvil.—¡Ja, ja, ja... te lo dije, cornuda, para eso nada más sirves, ja, ja, ja! —la voz de Marilyn le llega también triunfadora, a sus espaldas—. ¡Eres y serás siempre el hazmerreír de este pueblo, no importa la ropa que te pongas, no eres nada, Camelia! ¡Nada!—¡Imbécil! —le grita Nadia—. ¿Cómo puedes ser tan diabólica? ¡Ni Lucifer te hace nada, Marilyn! Pero te aseguro que lo vas a pagar, ¡un d
Uno de los guardias, con amor paternal, trataba de cubrir la escena con una sábana para que los periodistas no pudieran seguir sacando fotos, mientras el otro intentaba cerrar la puerta y al mismo tiempo cuidar de todos. Ahora Nadia ya no está tan segura de si lo que ve es verdad o si lo que dice el guardia es cierto. Pero el caso es que su mejor amiga, su hermana del alma, está siendo humillada más allá de lo que ella es capaz de soportar.—¡Lía...! ¡Vamos! —insiste Nadia y trata de sacarla de allí tirando de su brazo—. Ese hombre no se merece que te humilles así.Camelia no responde, se suelta del brazo de su amiga y sigue vistiendo a Ariel ante los ojos incrédulos de todos. Nadia no le dice nada más, lo observa fijamente y se da cuenta de que es verdad lo que dijera el guardia: algo no está bien con él. Ha empezado a echar espuma por la boca y tuerce los ojo
La llegada de Marlon Rhys con su ejército de guardias de seguridad provoca una oleada de temor entre los presentes, que retroceden instintivamente. No es para menos: la reputación del mayor de los Rhys como hombre implacable cuando se trata de proteger a su familia es legendaria en la región.Apenas había logrado controlar el incendio en su empresa cuando le llegó la noticia sobre su hermano menor. Sin pensarlo dos veces, abandonó todo y se precipitó hacia el hotel. La escena que encuentra al llegar le hiela la sangre: Ismael sostiene a Ariel con expresión de terror absoluto en su rostro. Es un déjà vu macabro de su infancia, cuando por un descuido casi pierden a su hermano pequeño.Marlon arranca prácticamente a Ariel de los brazos de Ismael; su voz, normalmente controlada, ahora tiembla de pánico.—¿Qué le hicieron? ¿Por qué
Un viejo Chevrolet se detuvo sigilosamente frente al hotel del pueblo de Camelia. Enrique Mason, inquieto tras el volante, escudriñaba las calles desiertas como un animal acorralado. A su lado, Mailen, la primera novia de Ariel, lo observaba con una mezcla de diversión y desprecio. El hombre había sido lo suficientemente precavido como para no traer su ostentoso Mercedes, que todos conocían demasiado bien.—¿Te arrepientes? —preguntó Mailen con voz gélida y una sonrisa torcida en los labios.—Mailen, no me gusta esto, no tienes idea de lo que Marlon Rhys es capaz. No pienso participar en nada más. Te hice el favor de traerte, punto. Y eso solo por el asunto del mercado central con Camelia. Ya está pagado, no te debo nada —susurró nervioso mientras miraba de un lado a otro de la calle.—Tienes que ayudarme —exigió Mailen, clavando su mirada en él&mdas
El rencor carcomía a Enrique desde aquel día fatídico en que su padre lo obligó a arrodillarse ante Ariel, suplicando perdón por haberle robado a Mailen y humillarlo públicamente en su graduación. La presión que Marlon e Ismael ejercieron sobre los negocios familiares casi los lleva a la quiebra. Desde entonces, su venganza personal consistía en conquistar a cada mujer que se relacionaba con Ariel.Pero Camelia era diferente. Por primera vez desde aquella humillación, percibía que Ariel estaba genuinamente interesado en alguien. Desde que la vio en aquella reunión de negocios, algo en ella despertó un deseo incontrolable en su interior. Quizás fueron esas palabras que le escuchó decir a Ariel, jurando que nunca lo abandonaría, lo que intensificó su obsesión por conquistarla. Esta podría ser su oportunidad.—Me quedaré por e
Marilyn, apenas conteniendo su entusiasmo por compartir lo que consideraba su plan maestro, se inclinó hacia ellas y comenzó a explicar con lujo de detalles. Sus padres, durante el almuerzo que se daría a cabo en el hotel, solicitarían hablar con Camelia en privado en la casa familiar, fingiendo una repentina aceptación de su matrimonio con Ariel. Conociendo el deseo que su hermana tenía porque su padre aceptara su relación, estaba segura de que accedería sin dudar.—Entonces, Mailen —continuó Marilyn con un brillo calculador en los ojos—, cuando mis padres se retiren, tú le envías esa carta que mencionaste a Ariel. Lo esperas en la recepción y lo traes hasta aquí con el pretexto que acordamos. —Hizo una pausa dramática antes de proseguir—. Yo me encargaré de que papá pase por aquí antes de irse para ayudarte a dormirlo, y nos marc
Ambas mujeres, a pesar de estar curtidas en el arte del engaño y la traición, no pudieron evitar observar a Marilyn como si fuera una criatura de otra especie. Sus miradas delataban una mezcla de admiración y temor ante la joven que tenían frente a ellas. No es que fueran diferentes en esencia —al fin y al cabo, todas compartían la misma vena manipuladora—, pero había algo en la calculada frialdad de Marilyn que las hacía sentir principiantes en el juego de la conspiración. La manera metódica en que planeaba cada movimiento, sin un atisbo de duda o remordimiento, resultaba perturbadora incluso para dos maestras del engaño como ellas.—¡Vaya! Y yo que me quejaba de mi familia —comentó Mailen con una sonrisa maliciosa, mientras jugueteaba con su collar—. Hasta lástima me está dando esa pobrecita Camelia al ver cómo la tratan los suyos. ¿C&oa
Su instinto le gritaba que huyera, pero justo cuando iba a hacerlo, presenció cómo Ariel, con un sobre en mano, se encontraba con Mailen en la recepción. Ambos se dirigieron hacia las habitaciones mientras las alarmas de incendio comenzaban a sonar estridentemente. Uno de los hombres de los Rhys apareció corriendo, y todos se precipitaron hacia la empresa."¿En qué lío se han metido estas mujeres?", se preguntó alarmado. "Enrique, sal de aquí ahora mismo, esto va a ser un desastre". Se incorporó decidido, pero al ver a Camelia alejándose en un auto con su abuela y los familiares de su mejor amiga, sintió un momentáneo alivio. Intentó seguirlos para escapar de aquel caos, pero al llegar a su vehículo, descubrió que los bomberos habían bloqueado la calle.—¡Maldición...! —exclamó frustrado, golpeando el volante—. No deb&