Ambas mujeres, a pesar de estar curtidas en el arte del engaño y la traición, no pudieron evitar observar a Marilyn como si fuera una criatura de otra especie. Sus miradas delataban una mezcla de admiración y temor ante la joven que tenían frente a ellas. No es que fueran diferentes en esencia —al fin y al cabo, todas compartían la misma vena manipuladora—, pero había algo en la calculada frialdad de Marilyn que las hacía sentir principiantes en el juego de la conspiración. La manera metódica en que planeaba cada movimiento, sin un atisbo de duda o remordimiento, resultaba perturbadora incluso para dos maestras del engaño como ellas.
—¡Vaya! Y yo que me quejaba de mi familia —comentó Mailen con una sonrisa maliciosa, mientras jugueteaba con su collar—. Hasta lástima me está dando esa pobrecita Camelia al ver cómo la tratan los suyos. ¿C&oaSu instinto le gritaba que huyera, pero justo cuando iba a hacerlo, presenció cómo Ariel, con un sobre en mano, se encontraba con Mailen en la recepción. Ambos se dirigieron hacia las habitaciones mientras las alarmas de incendio comenzaban a sonar estridentemente. Uno de los hombres de los Rhys apareció corriendo, y todos se precipitaron hacia la empresa."¿En qué lío se han metido estas mujeres?", se preguntó alarmado. "Enrique, sal de aquí ahora mismo, esto va a ser un desastre". Se incorporó decidido, pero al ver a Camelia alejándose en un auto con su abuela y los familiares de su mejor amiga, sintió un momentáneo alivio. Intentó seguirlos para escapar de aquel caos, pero al llegar a su vehículo, descubrió que los bomberos habían bloqueado la calle.—¡Maldición...! —exclamó frustrado, golpeando el volante—. No deb&
Enrique se escabulló al ver llegar a los hombres de los Rhys, encabezados por Ismael, cuya mirada prometía tormenta. Se ocultó rápidamente y corrió hasta su auto, donde se refugió con el corazón acelerado. Las preguntas lo atormentaban: ¿Quién era realmente Camelia? ¿Qué tipo de relación tenía con Ariel? ¿Sería todo una elaborada farsa orquestada por Ariel para alejar a Mailen? Su reacción tan poco convencional solo alimentaba más sus dudas.Desde su posición privilegiada, observa la escena que se desarrolla como una obra de teatro macabra: Ismael emerge cargando el cuerpo de Ariel envuelto en sábanas, solo para que Marlon se lo arrebate con un rugido desgarrador que resuena por todo el pueblo. En ese instante, lo comprende con claridad cristalina: este pueblo y todos sus habitantes, incluidas esas dos mujeres desquiciadas, está
Enrique observó por el retrovisor a Mailen, notando algo que jamás había visto en ella: descontrol total. La mujer que siempre planificaba cada detalle con precisión quirúrgica ahora parecía perdida, desorientada, como un animal acorralado. Su fachada de actriz famosa se desmoronaba ante sus ojos.—¿Cómo permitiste que le hicieran eso? ¿No proclamabas amarlo? —espetó Enrique con disgusto apenas contenido—. Si algo le sucede, Mailen, será mejor que te esfumes de la faz de la tierra. Aunque ni siquiera eso te salvará de los Rhys.—¡Ya basta con tus amenazas! —vociferó ella, girándose bruscamente hacia él—. ¡Yo no tuve nada que ver con eso! Pero el padre de Camelia... él parece odiarlo con toda su alma. —Una sonrisa maniática se dibujó en su rostro—. Aunque, pensándolo bien, esto podr&i
Pedro no dijo nada, miró a su hija que lo observaba expectante, y con desgana levantó los hombros mientras murmuraba que ya se le ocurriría algo para tranquilizar a Rigoberto. Una sonrisa de complacencia cruzó su rostro al recordar lo que le había hecho a Ariel Rhys; le costaría mucho recobrarse, si es que llegaba a hacerlo.—Después de todo, Camelia todavía no se ha casado con Ariel, y creo que no lo hará —dijo con una sonrisa maliciosa—. Aunque disimuló muy bien, todos la conocemos. Después de verlo desnudo con dos mujeres engañándola, no lo perdonará. Será nuestra oportunidad cuando la dejen sola, de hacer que regrese.Marilyn asintió dando la razón a su padre, aunque sabía que ahora Camelia siempre andaba con guardias de seguridad, lo que haría casi imposible acercarse a ella. Debían pensar en una manera de
Los Rhys hicieron el trayecto a una velocidad vertiginosa, en completo silencio. Sus hermanos se llevaron a Ariel en un helicóptero que apareció de repente. Los autos los siguieron a toda velocidad, aprovechando al máximo la potencia de sus motores, hasta llegar al hospital. Sin embargo, al arribar no pudieron obtener información. Ariel estaba dentro, mientras los médicos luchaban por salvarlo.Camelia, acompañada por su abuela, quien también fue atendida por los doctores, deambulaba como un alma en pena. Su mirada parecía perdida, incapaz de registrar lo que sucedía a su alrededor. Todos intentaban hablar con ella y hacerle preguntas, pero no reaccionaba; solo se aferraba con fuerza al brazo de su abuela, como si temiera perderla a ella también.—Yo creo que es mejor si nos vamos para la casa, Cami —sugirió su abuela, y ella solo asintió.—Abuela, d
Camelia soltó un suspiro que pareció desgarrarle el pecho, intentando deshacer el enorme nudo que le atenazaba la garganta. El dolor se extendía como un veneno por todo su cuerpo, paralizándola. Quería llorar, gritar, dejar salir toda esa tormenta que rugía en su interior, pero las lágrimas se negaban a brotar. Era como si su alma se hubiera congelado, aprisionando cada emoción en una cárcel de hielo.Con manos temblorosas se apretó el pecho, allí, donde el corazón le latía con una pesada agonía. Las imágenes se repetían una y otra vez en su mente como un cruel recordatorio: Ariel con ella, con la mujer que una vez amó, esa que le dijo que no podía olvidar. Cada respiración dolía, cada pensamiento era una nueva puñalada. Se sentía traicionada, humillada, pero sobre todo, terriblemente impotente.El nudo en su gargan
En la sala de espera del hospital, la familia Rhys se consumía en su propia agonía. Ariel Rhys, demacrado por la quimioterapia, se paseaba furioso de un lugar a otro, maldiciendo a pesar de que cada paso parecía costarle un mundo. Las lágrimas de impotencia brillaban en sus ojos hundidos, mientras su cuerpo, antes imponente, ahora se doblaba bajo el peso de la desesperación.—Mi pequeño... mi Ariel —murmuraba entre dientes, la culpa carcomiendo sus entrañas—. ¿Por qué? ¿Por qué le hicieron esto a mi hijo?Aurora Rhys sostenía el rosario con dedos temblorosos, mientras con la otra mano intentaba detener a su esposo cada vez que éste se detenía frente a ella. Sus oraciones se quebraban entre sollozos contenidos, y sus ojos, llenos de horror, no podían apartarse de su segundo hijo.Ismael, perdido en sus propios demonios, cargaba y descargaba el arma
Es tanto la rabia, la impotencia, la furia y el dolor que experimenta Marlon que casi es un gruñido amenazante lo que sale de su boca, con una promesa de venganza:—Juro por Dios que encontraré al responsable. Ese maldito pueblo pagará por esto. ¡Lo juro por la sangre de mi hermano! Que recen porque no le pase nada a Ari, porque ni el infierno será un lugar agradable para ellos.—¡Marlon! —exclaman Aurora y su esposa Marcia.La explosión de Marlon sacude a todos como una onda expansiva. El hombre de hielo, el que siempre mantiene la compostura, ahora está irreconocible, con las facciones desfiguradas por una furia primitiva y los ojos inyectados en sangre. El peso del fracaso lo aplasta, destrozando la promesa que se hizo años atrás de nunca más permitir que lastimaran a su hermano pequeño.A un lado, Ismael es una tormenta contenida. Los nudillos