Sin embargo, antes de que ella pueda contestar, lo hace Ariel, diciendo que lo harán cuando terminen de comer. Pero ante la mirada que le lanza su hermano Marlon, toma una mano de su novia y dice que ya habían planeado ir todos a presentarle sus respetos antes de marcharse.
—Preferiría hablar primero a solas con mi hija y luego recibirlos a todos —exigió la madre de Camelia.—Eso no va a ser posible, señora —se opuso Ariel de inmediato.Pero la abuela intervino, diciendo que ella iría con Camelia, pues era mejor resolver todo el asunto antes de irse. A Ariel no le gusta, pero pide acompañarlas mientras ellas conversan; él las esperará afuera.—Nosotros también iremos, Ariel, no te preocupes —interviene Nadia, que, al igual que Camelia, encuentra todo esto muy extraño—. No me separarei de Lía; Ricardo estará comigo também.Además, el nerviosismo que observa en el tonto del esposo que tiene no le gusta. Está casi segura de que Marilyn tiene algo planeado en contra de su hermana.—Está bien, abuela, vamos —se levantan para irse, pero el grito que da Marilyn las detiene.—¡No, no, esperen aquí! —les corta el paso Marilyn—. Papá y mamá deben estar por llegar; de seguro quieren despedirse de usted, abuela.Todas se quedan mirando un instante a Marilyn, pero siguen avanzando sin hacerle caso hacia la puerta de salida. Están por salir cuando ven que regresan los padres, en compañía del supuesto prometido de Camelia, junto al alcalde. La abuela, de inmediato, pregunta:—¿Qué significa esto?—¿Esto? ¡Que ahora mismo Camelia se va a casar con su prometid
El padre de Camelia vocifera lleno de ira y se cuadra junto a Rigoberto para enfrentar a Ricardo, quien se mantiene firme empuñando una silla. El aire de la habitación se vuelve denso, cargado de una tensión que podría cortarse con un cuchillo. Los nudillos de Pedro están blancos por la presión con que sostiene el madero, sus ojos inyectados en sangre reflejan una determinación que raya en la locura.—¡Pedro, detén esta locura! —suplica su madre, quien con gran esfuerzo avanza hasta colocarse delante de Ricardo. Sus piernas, debilitadas por la enfermedad, tiemblan visiblemente, pero su valentía permanece inquebrantable—. ¿Qué demonios te sucede, Pedro?—Mamá, apártate, ni tú ni nadie impedirá que cumpla mi palabra. ¡Dije que Camelia se casaría con Rigoberto y lo hará, lo hará! —amenaza a todos levantando el madero.Camelia, refugiada tras Ricardo, siente cada latido de su corazón retumbando en sus oídos. El temblor de su cuerpo no es solo miedo; es puro terror, incredulidad y dolor al
La declaración de Camelia resuena en la habitación como un trueno, marcando un momento decisivo que cambiaría su vida para siempre. Ya no es aquella joven que agachaba la cabeza ante cada orden; ahora se yergue como una mujer que ha encontrado su verdadera fortaleza.—¡Camelia, ese hombre no sirve, no sirve! —repite Pedro con rabia y desesperación mientras intenta acercarse, pero los guardias lo mantienen a raya con sus miradas severas.—¡Él no es malo, papá, no lo es, y me casaré con él! —vuelve a decir Camelia con una determinación que sorprende incluso a ella misma por la convicción inquebrantable que transmite.—Ja, ja, ja... eres una estúpida, Camelia, que caíste en sus palabras baratas. En estos momentos está con Mailen en una habitación del hotel, ja, ja, ja... —La risa maliciosa de Marilyn resuena en la habitación, sus palabras destilando veneno mientras observa con deleite el efecto que causan en su hermana.—¡Por última vez, Camelia, firma aquí, y no me hagas pasar esta verg
El miedo y la determinación se entrelazan en el corazón de Camelia mientras sus pies descalzos golpean el pavimento. Los gritos desesperados de Nadia se pierden en el viento, pero ella no puede, no quiere detenerse. Cada segundo se convierte en una eternidad, cada paso está impregnado de un terror que le hiela la sangre.—¡Señorita Camelia, señorita...! —la voz angustiada del guardia resuena mientras sostiene a la abuela, que se tambalea con cada paso—. No haga esto, señorita, espere en el carro y nosotros iremos a ver de qué se trata. Por favor, hagamos eso.Camelia, sorda a todas las súplicas, continúa su carrera frenética por la calle principal. Sus tacones abandonados quedan atrás como testigos silenciosos de su desesperación. Los guardias, divididos entre el deber y la compasión, recogen el calzado mientras
Camelia se encuentra anonadada ante la visión de su prometido con Mailén y Eleonor encima de él. Puede escuchar las risas de todos, el murmullo de las burlas, los flashes de las cámaras de los periodistas que no dejan de fotografiarla incesantemente. Es como si su mundo se hubiera congelado ante esa imagen. Observa la risa de triunfo de Eleonor, en ropa interior reveladora, que en ese momento besa a Ariel, quien yace inmóvil.—¡Ja, ja, ja... te lo dije, cornuda, para eso nada más sirves, ja, ja, ja! —la voz de Marilyn le llega también triunfadora, a sus espaldas—. ¡Eres y serás siempre el hazmerreír de este pueblo, no importa la ropa que te pongas, no eres nada, Camelia! ¡Nada!—¡Imbécil! —le grita Nadia—. ¿Cómo puedes ser tan diabólica? ¡Ni Lucifer te hace nada, Marilyn! Pero te aseguro que lo vas a pagar, ¡un d
Uno de los guardias, con amor paternal, trataba de cubrir la escena con una sábana para que los periodistas no pudieran seguir sacando fotos, mientras el otro intentaba cerrar la puerta y al mismo tiempo cuidar de todos. Ahora Nadia ya no está tan segura de si lo que ve es verdad o si lo que dice el guardia es cierto. Pero el caso es que su mejor amiga, su hermana del alma, está siendo humillada más allá de lo que ella es capaz de soportar.—¡Lía...! ¡Vamos! —insiste Nadia y trata de sacarla de allí tirando de su brazo—. Ese hombre no se merece que te humilles así.Camelia no responde, se suelta del brazo de su amiga y sigue vistiendo a Ariel ante los ojos incrédulos de todos. Nadia no le dice nada más, lo observa fijamente y se da cuenta de que es verdad lo que dijera el guardia: algo no está bien con él. Ha empezado a echar espuma por la boca y tuerce los ojo
La llegada de Marlon Rhys con su ejército de guardias de seguridad provoca una oleada de temor entre los presentes, que retroceden instintivamente. No es para menos: la reputación del mayor de los Rhys como hombre implacable cuando se trata de proteger a su familia es legendaria en la región.Apenas había logrado controlar el incendio en su empresa cuando le llegó la noticia sobre su hermano menor. Sin pensarlo dos veces, abandonó todo y se precipitó hacia el hotel. La escena que encuentra al llegar le hiela la sangre: Ismael sostiene a Ariel con expresión de terror absoluto en su rostro. Es un déjà vu macabro de su infancia, cuando por un descuido casi pierden a su hermano pequeño.Marlon arranca prácticamente a Ariel de los brazos de Ismael; su voz, normalmente controlada, ahora tiembla de pánico.—¿Qué le hicieron? ¿Por qué
Un viejo Chevrolet se detuvo sigilosamente frente al hotel del pueblo de Camelia. Enrique Mason, inquieto tras el volante, escudriñaba las calles desiertas como un animal acorralado. A su lado, Mailen, la primera novia de Ariel, lo observaba con una mezcla de diversión y desprecio. El hombre había sido lo suficientemente precavido como para no traer su ostentoso Mercedes, que todos conocían demasiado bien.—¿Te arrepientes? —preguntó Mailen con voz gélida y una sonrisa torcida en los labios.—Mailen, no me gusta esto, no tienes idea de lo que Marlon Rhys es capaz. No pienso participar en nada más. Te hice el favor de traerte, punto. Y eso solo por el asunto del mercado central con Camelia. Ya está pagado, no te debo nada —susurró nervioso mientras miraba de un lado a otro de la calle.—Tienes que ayudarme —exigió Mailen, clavando su mirada en él&mdas