129. SEGUNDA TRAMPA

El padre de Camelia vocifera lleno de ira y se cuadra junto a Rigoberto para enfrentar a Ricardo, quien se mantiene firme empuñando una silla. El aire de la habitación se vuelve denso, cargado de una tensión que podría cortarse con un cuchillo. Los nudillos de Pedro están blancos por la presión con que sostiene el madero, sus ojos inyectados en sangre reflejan una determinación que raya en la locura.

—¡Pedro, detén esta locura! —suplica su madre, quien con gran esfuerzo avanza hasta colocarse delante de Ricardo. Sus piernas, debilitadas por la enfermedad, tiemblan visiblemente, pero su valentía permanece inquebrantable—. ¿Qué demonios te sucede, Pedro?

—Mamá, apártate, ni tú ni nadie impedirá que cumpla mi palabra. ¡Dije que Camelia se casaría con Rigoberto y lo hará, lo hará! —amenaza a todos levantando el madero.

Camelia, refugiada tras Ricardo, siente cada latido de su corazón retumbando en sus oídos. El temblor de su cuerpo no es solo miedo; es puro terror, incredulidad y dolor al
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