Todos observaron la entrada triunfal de la despampanante rubia Eleonor, que irrumpía sin permiso en la oficina, deteniéndose en seco al ver a Nadia, Ricardo y Camelia.
—Oh, perdón Ari, no sabía que estabas reunido —dijo con voz melosa.—¿Qué quieres, Eleonor? —preguntó Ariel irritado mientras miraba a su secretaria—. Señorita Selma, haga lo que le pidió mi prometida.—¿Cómo vas a hacer eso? —protestó Eleonor, quien creía tener una carta de victoria cuando Enrique Mason la contactó para este plan—. ¡Esas bolsas son de Camelia!Eleonor habló frustrada al ver la reacción de él. Enrique y ella estaban convencidos de que Camelia no le había contado nada a Ariel. Y debido a su carácter, pensaban que no podría encontrar una excusa convincente para que su novio la creyera, sobre tLos guardias de seguridad, cumpliendo las órdenes de Ariel, escoltaron a Eleonor fuera de la dirección y la acompañaron a su oficina. Posteriormente, la llevaron a gestionar su liquidación y la expulsaron del edificio. Eleonor no dejaba de maldecir y renegar mientras, con su caja de pertenencias en las manos, intentaba conseguir un taxi frente a la empresa. Un lujoso vehículo se detuvo ante ella, revelando a una sofisticada rubia en su interior.—¿Qué tal te fue? —preguntó la rubia, aunque la caja en manos de Eleonor lo decía todo.—¿No me ves? —respondió ella con amargura—. ¡Ariel no se creyó nada y acabó despidiéndome! Les advertí que no era un buen plan.—¿Y Camelia? ¿Se asustó? —insistió la rubia, como si el despido de Eleonor fuera irrelevante.&mdash
Camelia se observa en el espejo; se ha puesto un hermoso conjunto de pantalones, muy estilizado, con unos altos zapatos. Mira los hermosos aretes que le regaló su suegra; le gustan mucho. Toca con cuidado la cadena a juego que cuelga de su cuello. Se mira las largas uñas que Nadia le hizo colocar ayer. No se reconoce en esa joven estilizada que le devuelve el espejo.—Me encanta cómo te hicieron el cabello —dice Ariel, abrazándola por detrás. Y es que se lo cortó en capas, solo un poco, y ahora le cae como una cascada de ondas—. Quiero que a partir de ahora lo traigas así, si puedes; te ves preciosa, Cami.—¿De veras no cambié mucho? —pregunta ella, sin dejar de mirarse en el espejo, sin conocerse. —Esa loca de Nadia no se cansaba de decirle a la peluquera qué hacer. Creo que no me van a reconocer en el pueblo; debería ir con la misma ropa que uso siempre.—No, cariño, Marlon te quiere presentar —Ariel la giró despacio entre sus brazos para que ella lo mirara—. Ha ideado un gran plan;
Ariel siguió contando divertido que su hermano Marlon no era nada fácil; eran sus hermanos, pero tenía que reconocer que ni él ni Ismael se lo piensan dos veces para ajustar cuentas con alguien. —Antes les decía “El Padrino” a mi hermano Marlon y “Pistola” a Ismael, k, k, k… No me mires así; esos dos juntos son capaces de, si hacen algo a su propiedad, quemarla y abandonar el pueblo para darles una lección—dijo en tono divertido y serio a la vez.—¿En serio? ¿No lo dices para asustarme? —giró Camelia, asustada, para mirar a Ariel, que siguió riendo divertido, recordando a sus hermanos mayores.Luego, tratando de distraerla, comenzó a contarle cómo su padre, en su intento de ayudar a los más necesitados, había tenido la idea de instalar empresas en pequeños pueblos para mejorar la vida de los habitantes. Él nació de padres pobres y siempre tiene el instinto de ayudar a todos. Así, al instalar fábricas de materia prima, ayudaba a las personas.Aunque las intenciones del señor Rhys era
Camelia se percató de que Ariel ya no quería seguir hablando de su vida y, por ello, había cambiado de tema. Así que se puso a terminar de meter todo lo que pretendía llevar en su exclusiva cartera, que le había regalado su suegra y que hacía juego con la ropa y los zapatos que llevaba.—Mi abuelita es una mujer muy fuerte; es la única persona en el pueblo y creo que en el mundo a la que mi familia le teme —dijo con orgullo Camelia—. Pero ahora está enferma. No puede hacer mucho, por eso quiero traerla conmigo.—Está bien, lo haremos —respondió Ariel. En ese momento, el sonido de unos motores se escuchó y él los reconoció al instante—. Oye, creo que ya llegaron a recogernos. Vamos. No te separes de mí, todo va a salir bien.Al salir del edificio, Camelia se quedó impresionada por la cantidad de autos exclusivos que hab&iac
Camelia reflexionó por un momento, pensando que eso era muy bueno, porque al estar ocupada estaría metida en sus cosas. Luego, le informó que los padres de Nadia también estarían en el restaurante con ellos. Les pedirá que pasen por ella para que los espere allá.—No hace falta, querida, yo me las arreglo —contestó su abuela y, con una gran sonrisa, agregó—. Por cierto, Cami, estás muy linda; casi no te reconozco.—Gracias, abuela. Ya conoces a la loca de Nadia. Esto es obra de ella —dijo girando para que ella pudiera apreciarla mejor.—Hiciste muy bien. De ahora en adelante, vístete así —fue el consejo que le dio.Al terminar, todos se marcharon a la empresa, donde se reunieron con otros y se mantuvieron trabajando todo el tiempo. Marlon presentó a Camelia como la responsable, a partir de ahora, de recibir todas las quejas, informa
Sin embargo, antes de que ella pueda contestar, lo hace Ariel, diciendo que lo harán cuando terminen de comer. Pero ante la mirada que le lanza su hermano Marlon, toma una mano de su novia y dice que ya habían planeado ir todos a presentarle sus respetos antes de marcharse.—Preferiría hablar primero a solas con mi hija y luego recibirlos a todos —exigió la madre de Camelia.—Eso no va a ser posible, señora —se opuso Ariel de inmediato.Pero la abuela intervino, diciendo que ella iría con Camelia, pues era mejor resolver todo el asunto antes de irse. A Ariel no le gusta, pero pide acompañarlas mientras ellas conversan; él las esperará afuera.—Nosotros también iremos, Ariel, no te preocupes —interviene Nadia, que, al igual que Camelia, encuentra todo esto muy extraño—. No me separarei de Lía; Ricardo estará comigo também.
Además, el nerviosismo que observa en el tonto del esposo que tiene no le gusta. Está casi segura de que Marilyn tiene algo planeado en contra de su hermana.—Está bien, abuela, vamos —se levantan para irse, pero el grito que da Marilyn las detiene.—¡No, no, esperen aquí! —les corta el paso Marilyn—. Papá y mamá deben estar por llegar; de seguro quieren despedirse de usted, abuela.Todas se quedan mirando un instante a Marilyn, pero siguen avanzando sin hacerle caso hacia la puerta de salida. Están por salir cuando ven que regresan los padres, en compañía del supuesto prometido de Camelia, junto al alcalde. La abuela, de inmediato, pregunta:—¿Qué significa esto?—¿Esto? ¡Que ahora mismo Camelia se va a casar con su prometid
El padre de Camelia vocifera lleno de ira y se cuadra junto a Rigoberto para enfrentar a Ricardo, quien se mantiene firme empuñando una silla. El aire de la habitación se vuelve denso, cargado de una tensión que podría cortarse con un cuchillo. Los nudillos de Pedro están blancos por la presión con que sostiene el madero, sus ojos inyectados en sangre reflejan una determinación que raya en la locura.—¡Pedro, detén esta locura! —suplica su madre, quien con gran esfuerzo avanza hasta colocarse delante de Ricardo. Sus piernas, debilitadas por la enfermedad, tiemblan visiblemente, pero su valentía permanece inquebrantable—. ¿Qué demonios te sucede, Pedro?—Mamá, apártate, ni tú ni nadie impedirá que cumpla mi palabra. ¡Dije que Camelia se casaría con Rigoberto y lo hará, lo hará! —amenaza a todos levantando el madero.Camelia, refugiada tras Ricardo, siente cada latido de su corazón retumbando en sus oídos. El temblor de su cuerpo no es solo miedo; es puro terror, incredulidad y dolor al