—¡No entiendo suegra! —Dice un poco desconcertada Lucia que no entendía el porqué Rosaura tenía unos documentos preparados para que ella le cediera todo a Santiago.
—Es simple. —Empieza a caminar de un lado a otro la mujer. —Si Santiago se divorcia de ti, perdería todo, tú tienes una empresa, la mitad de todos los bienes son tuyos. Eres exitosa y puedes salir adelante fácilmente, pero mi niño, ¿mi niño que tiene? Un maldito puesto en tu empresa, gracias a que hizo a un lado sus proyectos por ayudarte a crecer a ti. —¡Yo no le pedí que lo hiciera! —¡Ja! Pero qué desagradecida resultaste. Ya veo que te importa más el dinero y las cosas materiales que mi hijo. ¡No lo mereces! De inmediato, se siente mal Lucia, que había ido allí por ayuda para salvar su matrimonio, pero, en cambio, estaba siendo acusada de no amar a su esposo lo suficiente. ¿Acaso eso era lo que pensaban todos? Incluso Santiago? Recordó cómo en su aniversario, él usó las mismas palabras que ahora usaba Rosaura, acusándola de no valorar el gran esfuerzo que hacía por ella. ¿De verdad estaba siendo tan injusta con su esposo? —¡Está bien, Firmaré!. —No titubea la mujer y toma el bolígrafo que le ofrece su suegra y firma sin perder tiempo en leer el documento. —Una casa no limita el gran amor que siento por su hijo. —Me alegra escuchar eso. —Guarda de inmediato los documentos en un gabinete de su escritorio. —No te preocupes. Hablaré con Santiago, incluso en este momento lo llamaré, para pedir que venga a verme. Te voy a ayudar. —Sonríe con malicia la mujer, que lo único que quería era que su hijo se divorciara de una vez por todas de Lucia, después de todo, ya no había razón para que siguiera al lado de alguien tan poco agradable a la vista. Marca el número de su hijo, y este contesta después de sonar varias veces. —¡Hola mamá! ¿Pasa algo? —Pregunta, apenas descuelga la llamada. —¡Hola querido! No, claro que no mi amor. No pasa nada. Llamaba para saludarte y saber de ti. —Estoy bien mamá, pero ahora estoy algo ocupado. Estoy con Lorena. —Ya veo cariño… Y… ¿Dónde estás? —En el hotel Saint Louis, ¿por qué? —Porque me gustaría hablar más tarde contigo, por lo que me gustaría que vinieras más tarde a mi casa, pero, si estás muy ocupado con el trabajo. —Nada de eso. Lorena me invitó a un pasadía, pues he estado algo estresado estos días. —¡Mmmm! Entiendo cariño. Entonces no quisiera molestarte haciéndote venir. Quizás debería ser yo, quien vaya a verte. —¡Si eso quieres mama! ¿Estás segura de que no ha pasado nada? —Segura, solo me gustaría conversar contigo. Es algo importante. —Afirma, mirando a Lucia y dedicándole una sonrisa que ella inocentemente acepta, mientras espera en silencio que termine de hablar. —De acuerdo, te espero entonces. Ahora estamos en la piscina, tomando algo de sol, pero, por esta noche, nos quedaremos en la habitación 302 —Afirma al otro lado del teléfono. —Muy bien, cariño. Iré a verte entonces. —Cuelga la mujer y Santiago se sorprende un poco, de que su madre ni siquiera le mandara saludos a Lorena, con quien últimamente estaba encantada, ya que afirmaba que su carrera como modelo les iba a dar más exposición, y haría que los conocieran más, y así accederían a una vida social de más nivel, puesto que últimamente era muy cotizada para varios formatos de comerciales y desfiles nacionales, muy importantes, por lo que ya era reconocida en el medio, y estaba adquiéranos algo de fama. Algo que al principio creía de Lucia, que era muy hermosa, e inteligente, pero resultó a su vista ser tan egoísta, que solo se dedicó a su éxito, dejando a su hijo de lado, para luego convertirse en un hipopótamo con dinero, ya ni siquiera para mostrarla en sociedad era útil, y todo lo que había conseguido, para ella, lo merecería Santiago, quien había estado a su sombra durante todo este tiempo para que ella tuviera éxito. … —Suegra, ¿qué dijo? —Pregunta ansiosa Lucia, queriendo que la mujer le confirmara lo que ella misma escuchó. —Que hablará conmigo. No te preocupes querida, ya verás que lo convenceré. Más tarde iré al hotel Saint Louis a verlo. —Comenta adrede la mujer, con la intención de que Lucia sepa donde está Santiago, pues si ya no había más que su gorda, descuidada y fea nuera, pudiera ofrecer, ¿por qué dejaría que siguiera siendo la esposa de su hijo? Si no quería firmar los papeles, la obligaría a hacerlo… —¿Al hotel Saint Louis? ¿Y qué hace allá? —Me dijo que estaba por trabajo, aunque no entendí ¿por qué habló de quedarse esta noche? Incluso reservó una habitación. Me dijo que lo buscara en la habitación 302. —Comenta Rosaura con mala intención, de forma insidiosa. —¿Trabajo? ¿Por qué se quedaría a dormir una noche en un hotel de la ciudad por trabajo? —No sé hija, eso fue lo que Santiago me dijo. —Comenta, avivando la duda en Lucia, que sonríe, y agradece a su suegra por ayudarla. Y apenas sale de la casa de Rosaura, sin dudarlo llama a Macarena, para preguntarle si hay algún evento del que ella no esté enterada, pero Macarena, le asegura que no, asegurándole cuando pregunta por su esposo, que él dijo que se tomaría el resto del día libre, lo que la hace sospechar que Santiago quizás está con alguien más. Con los celos apoderándose de ella, y las inseguridades saliendo a flote, no le cuenta nada a su amiga, hasta no estar segura de sus afirmaciones. Ya sabía donde estaba su esposo, así que lo único que tenía que hacer, era ir y confirmar por sí misma, si realmente había una tercera en discordia, y esa era la verdadera razón por la que él quería el divorcio. Maneja a toda prisa, sintiendo como los latidos de su corazón se aceleran a medida que va llegando al lugar. Cuando llega al hotel, siente como un escalofrío recorre su espalda. Algo que jamás había sentido. Era como si su cuerpo le estuviera diciendo que algo está a punto de pasar. Llega a la recepción y sin dudarlo pregunta por su esposo, de quien le confirman su estancia. —Señorita, ¿podría darme la llave de su habitación? Soy su esposa y quedamos en vernos aquí. —¿Su esposa? ¿Usted es la señora Nashville? —Sí, así es. —Se sorprende un poco Lucia, que se ilusiona un poco creyendo que tal vez su esposo había planeado reconciliarse con ella, y por eso reservó esa habitación de hotel. Sin embargo, la recepcionista sabe su apellido, porque la que aparece registrada como su esposa es Lorena Nashville. La recepcionista le entrega la llave, y Lucia toma el ascensor y sube, mientras otra de las recepcionistas, que recuerda haber registrado en la mañana al hombre, le comenta a la mujer que acaba de atender a Lucia que él se había registrado con otra mujer. —Entonces debemos estar atentas, por si se presenta un escándalo. ¡Hombres! ¡Definitivamente, son todos iguales! —Comenta la mujer. —¿Pero no viste a su esposa? Es gorda y poco agraciada. Se ve, incluso, mayor que él. Mientras que la otra mujer, parece modelo. —Eso no importa. Si no la quiere es mejor decirlo a engañarla. —Comenta la chica, que es callada por el supervisor, que las observa hablando mientras otros huéspedes acaban de llegar. … Lucia, que sube emocionada al tercer piso, entra a la habitación, y observa sobre la cama, algunas prendas de ropa de hombre, y un pequeño bolso de mujer, que de inmediato va a revisar, encontrando la cartera de su hermana. —¿Qué hace el bolso de Lorena aquí? —Se pregunta para sí misma en voz alta, creando varias teorías en su mente. De pronto, escucha voces en el pasillo, y por instinto se esconde en el closet, donde escucha el sonido de la puerta abrirse, La voz de su esposo y de su hermana, ocupan la habitación, y las reconoce al instante. —Cariño, ven aquí… No sabes cuánto he esperado por este momento. —Lo llama Lorena, y al ver por las rendijas de las puertas del closet, cómo Santiago se acerca a ella, y la besa de forma apasionada, siente como si un cuchillo estuviera atravesando su pecho. Totalmente petrificada, no se mueve ni dice nada, tampoco puede dejar de observar la escena que para ella es aberrante y asqueante. Santiago no pierde tiempo, quitándole la ropa a su amante, y ella en entregársele por completo. Desnudos en la cama, Lucia los observa tener sexo, y las ganas de vomitar se apoderan de ella. Los gemidos de los traidores, llenan sus oídos, y las ganas de querer matarlos, finalmente aparecen. Llena de ira, abre las puertas del closet de par en par, poniéndose frente a la pareja que se asusta de inmediato, e intentan cubrirse con las sábanas de la cama. —¡Lu-Lu-Lucia! —Dice Santiago, que no sabe qué hacer, mientras Lorena, observa el rostro de su hermana, segura de que Lucia merecía este sufrimiento. —¡¡¡Malditos bastardos!!! ¡¡¡Desgraciados!!!—Grita alterada y ataca con su bolso a Santiago, que deja que lo golpee, y no hace nada, hasta que Lucia, intenta atacar a Lorena. Entonces, interviene, deteniendo sus manos, sin importarle que la sabana que cubría su cuerpo se cayera al suelo. —¡¡Suéltame!! ¡Le voy a dar su merecido a esa zorra! —Lucia… yo… —Intenta hablar Lorena… —¡Cállate! ¡Ni siquiera digas mi nombre, traidora! —Intenta soltarse del agarre de su esposo, pero este, por primera vez en 5 años, la zarandea. —¡Ya basta Lucia! ¡Ni se te ocurra lastimar a Lorena, o seguir ofendiéndola, porque no respondo de mí! —La amenaza con firmeza, lo que agrada a Lorena, quien al principio lo sedujo para lastimar a su hermana, pero ahora estaba realmente enamorada de él. —¿Te atreves a defenderla? ¡Yo soy tu esposa, no ella! —Hace semanas te pedí el divorcio, te dije que ya no te amaba, pero no quisiste escucharme. —¿Semanas? Sí, desde hace semanas me pediste el divorcio… es cierto, pero dime, ¿desde cuándo me has estado engañando con mi propia hermana? —Lucia, por favor… —Hermana, las cosas se dieron… yo…—Intenta hablar nuevamente Lorena. —¡Te dije que cerraras la m*****a boca! —Y yo te dije que no siguieras ofendiéndola. Lorena no es culpable, si hay un responsable aquí soy yo. —Se gira hacia Lorena. —Por favor sal, y déjame hablar con Lucia. Lorena asiente, toma su ropa del suelo, y se la coloca rápidamente, mientras Lucia es bloqueada por Santiago, para que Lorena pueda salir. —¡Suéltame! —Le exige esta vez, y él accede, ya que Lorena se ha ido. —Mira Lucia, sé que no debías enterarte de esta manera, pero ya lo sabes, y no hay nada que pueda hacer para evitarte el dolor que sientes ahora… —¿Dolor? —Lo mira con los ojos llenos de lágrimas. —Acabas de destruirme la vida Santiago. ¡Es mi hermana! ¿Pero qué grado de maldad pueden tener ambos para hacerme esto? —¿Crees acaso que lo planeamos? Solo sucedió… Me juzgas a mí, y a Lorena, pero esto también es culpa tuya. —En serio eres un descarado. ¿Cómo te atreves siquiera a insinuarlo? —¿Descarado? ¿Por decir la verdad? —Toma su ropa y empieza a vestirse. —Desde que nos casamos no hiciste más que trabajar. Abandonaste este matrimonio desde el principio, y luego te abandonaste tú misma. Mírate, no solo se volvió aburrido para mí vivir contigo, sino incómodo. Ya no te deseaba como mujer. No me inspirabas nada, y eso lo ocasionaste tú misma. Lucia, que no puede seguir escuchándolo, lo abofetea con toda la fuerza que sus brazos pueden tener. —¡Ya cállate! Si quieres el maldito divorcio te lo daré. Esto que me han hecho, no tiene perdón. Yo misma presentaré una nueva demanda por infidelidad, y espero tengas un buen abogado, porque planeo dejarte sin nada. —Afirma la mujer llena de odio. —No lo creo Lucia, ya que tú voluntariamente me entregaste la empresa, y por un mensaje que recibí de mi madre hace un momento, parece que también la casa y el auto. ¡Así que no tienes nada! —Se defiende Santiago, que también está muy alterado. —¿Qué carajos acabas de decir?—Yo jamás te entregué mi empresa. —Si lo hiciste. ¿Acaso jamás leíste ninguno de los papeles que te pedía que firmarás? Lucia, que no puede creer con la frialdad con la que Santiago le cuenta todo, pierde el control nuevamente. —¡Maldito! Me estuviste estafando… Te juro que te haré pagar. Jamás te quedarás con lo que es mío. —Sin poder controlarse, lo golpea una y otra vez, y Santiago, deja que desquite su ira con él, consiente de que aunque ha sido cruel, la culpa lo carcome. Cansada de golpearlo, se deja caer al suelo, sudorosa y agitada, llorando de forma desconsolada. —Parece que ya te has cansado de golpearme. Espero, y de alguna manera, eso sirviera para calmar tu ira. Santiago camina hacia la puerta, dejando a su esposa hecha un manojo de lágrimas. Antes de salir, se gira para decirle una última cosa. —Me iré hoy de la casa, así que te pido que firmes los papeles. Lucia se levanta, y lo mira con odio. —No tienes por qué, después
En la cama, a punto de morir, está el gran Máximo Capone, reconocido por ser el dueño de varios viñedos, y el máximo exportador de vino del país. Un hombre cruel y de mal carácter, que ha vivido solo desde hace más de dos décadas, cuando perdió a su mujer e hijos en un trágico accidente que lo sumió en el dolor. El hombre, quien no esperaba más que morir, tenía miedo de que su alma se pudriera en el infierno, por todas las atrocidades que hizo de joven. Como violar a una de sus empleadas, a la cual embarazó y lanzó a la calle sin piedad a pesar de llevar un hijo en su vientre, al que despreció hasta el día de hoy, y quien resultó ser su única familia. Temeroso de lo que le espera al morir, decide reconocerlo y dejarle toda su fortuna, con la egoísta intención de ser redimido de sus pecados. —Gregory, acércate… —Le pide el hombre, después de firmar, reconociéndolo como único heredero de la fortuna Capone. Espera pedirle perdón al hombre de más de 30 años, de 1,85 de estatura, de m
Las malas noticias son las primeras en saberse, y la muerte de Lucia, no era la excepción. Muchos estaban desconsolados por la sorpresiva tragedia que hoy los enlutaba, empezando por Macarena, que se recriminaba y culpaba por no haber sido más insistente con su amiga. Sabía que algo pasaba, y que Lucia no estaba bien; sin embargo, prefirió confiar en ella, sin siquiera pensar que esa sería la última vez que escucharía su voz. La Policía no había encontrado un cuerpo, y los investigadores asumieron que la mujer había salido expulsada del auto, y que había caído al barranco, ya que encontraron, el cinturón y el ventanal frontal completamente rotos. Identificaron a la víctima, por la placa del auto, y los papeles que estaban en el asiento trasero en su bolso. Un altar, lleno de flores y una foto, fueron la representación para llevar a cabo el funeral simbólico, porque no había un cuerpo que enterrar. Macarena, realmente destrozada, lloraba aferrada a la foto de su ú
Ya habían pasado tres días desde que había ocurrido el accidente de Lucia, ella recién despertaba, recobrando el conocimiento, sintiendo su cuerpo pesado y adolorido. Un fuerte dolor punzante en la cabeza la molestaba. —¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? —Pregunta la mujer que tiene mucha sed. —¡Vaya! ¡Hasta que por fin despertaste! —Comenta de forma despreocupada un hombre que está de espaldas observando por la ventana. —¿Quién eres tú? —Pregunta intentando recomponerse sobre la cama de hospital. —Soy quien te salvo de morir, Lucia —Se gira dándole la cara a la mujer que queda por un momento anonadada por lo atractivo que es el hombre que le parece haber visto antes. —¿Morir? —Se sorprende, y a su mente vienen los recuerdos tormentosos del accidente. Con ambas manos, agarra fuertemente su cabeza, y cierra los ojos, muy asustada por la sensación de vértigo y miedo. De pronto, una cálida mano, sobre su hombro, la calma. —Llovía y manejabas a alta velocidad. Le dije a mi co
—¿Puedes decirme por qué carajos no le contaste a Lucia toda la verdad? —Le pregunta Mariano en la habitación de hotel a Gregory que está de pie frente al minibar sirviéndose un trago. —¡No lo sé! —Le da un sorbo a su trago. —Supongo que porque no quería que pensara que la estoy usando. —¡Es lo que estás haciendo! —Sí, pero… ¿Qué esperabas? Que le dijera, ¿la única razón por la que me acerqué a ti, es porque se me ocurrió la idea de usarte para vengarme de tu hermana? —Ok, no tan literalmente, pero quizás si le cuentas sobre Lorena, los dos puedan unirse… —Ya estamos unidos, y tal vez más adelante lo haga, pero ahora la mujer piensa que todos a su alrededor la han usado, si se lo digo, podría sentirse igual y no aceptar mi ayuda. —Sería su decisión. ¿No te parece peor usarla a sus espaldas como todos los demás? —¡Ey! No soy un niño, ok. Sé lo que hago. Y siendo honestos, le cuente o no todo, ella sería la más beneficiada en todo esto. —¡Si tú lo dices! —Comenta d
Pesadillas atormentan a Lucia, evitando que pueda dormir. Se levanta finalmente de la cama a mitad de la noche y toma algunas pastillas para el dolor, pues su tobillo le duele terriblemente. Luego, sentada en la cama, comienza a llorar desconsolada, preguntándose por qué tiene una vida tan desgraciada. —¿En qué momento me cambio tanto la vida? —Se pregunta así misma en voz alta. Y observa en la oscuridad de su habitación la silueta de la pequeña nevera del hotel. Se acerca sigilosamente y la abre, observando todo tipo de dulces y refrescos. Su adicción por calmar su dolor con comida, se hace presente, y como loca empieza a comer con descontrol, sintiéndose culpable después de haber consumido casi todos los productos que allí había, sintiéndose aún peor de lo que se sentía antes, y dejándose llevar nuevamente por la desesperación y la tristeza. —¿Para qué comes de esa manera si luego te vas a poner peor? —Una voz ronca y gruesa se escucha al fondo de la habitación asustando a
—Sé que todos estamos muy afligidos por la pérdida tan repentina de Lucia, en especial yo. —Afirma Santiago frente a todos los empleados. —Pero precisamente por mantener su legado y cumplir sus sueños es que estoy aquí hoy frente a ustedes. Quiero decirles que ahora, más que nunca, trabajaré arduo para que Rose Green sea lo que Lucia siempre soñó. No descansaré hasta hacer de esta casa de modas, la mejor del país y del mundo. Es por eso que les pido me apoyen, y que en el nombre de mi amada esposa pongan su mayor esfuerzo. —Estás palabras molestan a Lorena, que se retira y se mete a una de las oficinas. Macarena, que se percata, aprovecha que Santiago sigue hablando y la sigue de forma disimulada, al ver que ha entrado a su oficina. —¿Todo bien? —Pregunta al verla ojeando sin ninguna intención algunos papeles sobre el escritorio. —¿Es tu oficina? ¡No me percaté! —Le dice Lorena, apenas levanta la mirada. —¡Tranquila! No pasa nada. Supongo que querías simplemente aislarte de
—Es tan fácil decirlo… “Olvídate de él”… ¿Crees que no es lo que quiero? —Se aparta y limpia sus lágrimas, y luego le dedica una mirada de enojo. —Pero no es tan sencillo. No cuando ese "imbécil", ha sido el único hombre al que he amado toda mi vida, con el que imaginé tener una familia, y con el que deseé quedarme por siempre. —Muy bien, entonces sigue llorando por él. —Dice de mala gana Gregory y arranca el auto. Durante el trayecto, ambos permanecieron en silencio, y el ambiente se tornó algo tenso para Lucia, que no entendía por qué Gregory parecía tan enojado. Al llegar a la casa, ella entra e intenta encerrarse en su habitación, pero Gregory la sigue, alcanzándola en las escaleras. —¿Quiero que me digas algo? —La toma del brazo sin previo aviso y esto la sorprende. —¿Qué pasa? —¿Quieres aún vengarte de tu hermana y tu esposo? —Obvio que si… —Responde mirándolo a los ojos. —Entonces prepara tus maletas. Nos iremos mañana mismo. —¿Qué!? ¿A dónde? —A mi