—¡Creo que iré por más té! —Afirma con labios temblorosos Lucia, después de escuchar a Santiago, y escapa a la cocina, donde no puede parar de llorar.
De pronto, siente como una mano toca su espalda, y se gira con algo de esperanza, creyendo que puede ser su esposo, que fue a buscarla arrepentido por lo que dijo, pero es Lorena. Sin poder evitarlo, se lanza sobre los brazos de su hermana, con quien no tiene una relación muy cercana desde que eran adolescentes, debido a las inseguridades de Lorena en ese entonces. Sin embargo, para Lucia, ella sería por siempre su hermana, y desde que volvió de Europa hace un año, derrotada por una fallida relación, donde un hombre rompió su corazón, su única intención ha sido ayudarla a resurgir. Ahora es el rostro de Rose Green, y su carrera como modelo, va viento en popa. —¿Por qué lloras así? ¿Acaso alguien se murió? No deberías darle el gusto a ninguno de ellos de que te vean así. —Le dice Lorena, que la aparta con sus manos y la mira fijamente a los ojos. —¿Eh? ¿Cómo puedes decirme eso? ¿Acaso no escuchaste lo que me dijo? ¡Santiago me pidió el divorcio! —¿Y? Si lo hizo es porque ya no te quiere. No deberías seguir rebajándote de esa manera. Lo mejor que puedes hacer es desistir de estar con una persona que ya no siente nada por ti. —¿¡Qué!? ¡No! ¡Él me quiere! Simplemente, dijo eso porque estaba enojado. Pero cuando se le pase el enojo, todo estará bien entre nosotros. —Limpia sus lágrimas —No lo creo, hermana. Varias amigas, me han dicho que lo han visto con otra mujer. —¡No! ¡Eso no es cierto! —Afirma Lucia, que siente como si su mundo se termina de derrumbar con cada palabra de Lorena. —Está bien si no me crees, pero deberías investigar. Santiago ya no te quiere, y lo mejor que puedes hacer es dejarle el camino libre. No deberías retener a alguien que no quiere estar a tu lado. —Hablas como si quisieras que me divorciara de él. —Solo digo lo que pienso. —Afirma la mujer que tiene un único cometido, y es lograr que Santiago se separe de Lucia, y se quede con Rose Green. *** —¿Tienes que hacer tanto drama para divorciarte de la gorda de tu esposa? —Le dice Rosaura a su hijo, que parece genuinamente arrepentido de haber sido tan impulsivo. —Hablemos después, mamá, debo disculparme con Lucia. —Intenta ir a la cocina luego de ver a Lorena ir en esa dirección, temeroso de que pudiera decir o hacer algo imprudente, pero Rosaura lo detiene. —Ni se te ocurra. Llevas meses acobardándote con esto, y ahora que finalmente lo has hecho, no dejaré que retrocedas. —Me divorciaré madre, eso está decidido, pero no quiero hacerle daño a Lucia. —Eso debiste pensarlo antes de romper tu voto de fidelidad. Ahora, céntrate en lo realmente importante. La empresa. ¿Lucia firmó los papeles? —Sí. Legalmente, todo es mío, ella ni siquiera lo sospecha. Confía mucho en mí. —¡Vaya idiota! —Exclama Irma, una de sus hermanas, burlándose de Lucia. —¡No que muy inteligente! —Comenta Celina, su otra hermana. —¿Podrían cerrar la boca? —Las regaña fuertemente. —¿Y la casa?, ¿y el auto? —Sigue preguntando Rosaura. —Están a mi nombre, pero con el divorcio, la mitad de todo legalmente le pertenece. —Entonces, debes buscar la manera de que, al igual que la empresa, Lucia renuncie a todo. Hazla firmar un acuerdo postnupcial… o yo qué sé… —¡Mamá! ¿Acaso quieres que la deje en la calle? —Ya la engañaste, y si se entera y demuestra tu infidelidad, es ella quien te dejará a ti en la calle. Se acerca a su hijo, que parece indeciso. —No te preocupes… Se recuperará. Nadie se ha muerto de amor… —Mamá, me estás pidiendo que la estafe. —¡Ya lo hiciste! Le quitaste la empresa, la casa y el auto, son solo premios de consolación. —Entonces debería dejárselos… —Has lo que quieras. Siempre tan débil. —Dice Rosaura. —¡Vámonos niñas! —Sale, sin despedirse de Lucia y Lorena, decepcionada de su hijo, que incluso ahora muestra cierta vacilación, a la hora de tomar decisiones, demostrando lo débil de carácter que puede ser, tal y como lo era su padre. … Lucia, que finalmente decide irse a su habitación, evita la mirada de Santiago, al verlo en la sala. —¿Tu familia ya se fue? —Le pregunta al hombre que está inmerso en sus pensamientos. —Sí. Acaban de marcharse. No se despidieron, porque creyeron que estabas enojada. —Las excusa —¿Por qué habría de estarlo? Entiendo, que los dos estábamos muy ofuscados en ese momento, y dijimos cosas sin querer. Libera un gran suspiro de frustración ante la negación de su esposa. —Lucia, lamento si te hice daño con mis palabras. —Se acerca y coge su barbilla y levanta su rostro para que lo mire, viendo sus ojos rojos e hinchados por el llanto. —Pero, lo que dije, es la verdad. Quiero el divorcio. —Debo irme… Macarena me está esperando, para ver unas telas. —Intenta escapar nuevamente para evadir la conversación, y Lorena, que se esconde tras la pared, observa atenta. —¡Lucia! —La toma del brazo. —No cambiaré de opinión, así que no evadas más el tema. He tomado una decisión y espero, la aceptes. —¿Aceptar? ¿Me pides que acepte que ahora después de 15 años de estar juntos me quieres dejar? Él libera un gran suspiro sintiéndose mal, pues si bien es cierto que por mucho tiempo estuvo enamorado de su esposa, también es cierto, que ahora está enamorado de otra mujer. —Te pido que aceptes, que a veces las cosas cambian. —¿Qué cambió? —Lo mira muy alterada, y al ver su silencio, se llena de ira, y lo empuja con sus manos. —Dime, ¿qué cambio? —El amor. Ya no estoy enamorado de ti. —Lucia siente como su corazón, su alma y todo su ser, se destrozan. Una opresión en el pecho, la hace sentir un dolor inexplicable, como si le faltara el aire… Por un momento, siente como sus piernas tambalean, pero se queda estática, intentando entender el porqué ya Santiago no la ama. Y su única explicación, es su cuerpo. —¿Acaso es por qué ya no soy tan bonita como antes? Mi cuerpo descuidado y con kilos de más no te agrada. ¿Es eso? ¿Ya no te parezco linda, ni atractiva? —No… No es eso… —Dice sintiéndose mal, porque la realidad es que desde hace mucho dejo de desear a Lucia. Es cierto que no le parecí atractiva, y que en muchas ocasiones le daba vergüenza que la vieran con ella. —Sí, lo es… puedo verlo en tus ojos. Y por eso no puedo aceptar que te divorcies de mí. Volveré a ser la mujer de antes, y haré que te vuelvas a enamorar de mí. Sale, de la casa, con nada más que el teléfono que estaba en su bolsillo, sin esperar a que Santiago le diga algo. Llama a su amiga Macarena, y se encuentra con ella, para sentirse de alguna manera apoyada, en la decisión que acaba de tomar. … —¿Por qué estamos aquí? —Pregunta Macarena, al ver que están en una clínica estética. —¡Porque quiero volver a ser linda! —Afirma Lucia, que se acerca a la recepción, donde le informan que el doctor no podrá atenderla, porque para realizar una valoración inicial, debe tener cita previa, por lo que aprovecha entonces para agendarla. —¿Esto lo estás haciendo por Santiago? —Pregunta Maca cuando salen de allí. —No… —Afirma sin mirarla a la cara y sigue caminando… —¿Ah, no? ¿Entonces por quién? Porque hasta donde sé, tú eres la persona más cobarde que conozco, y sé que jamás te someterías a este tipo de cirugías, por voluntad propia. Dime, ¿acaso él te lo pidió? —¡Claro que no! —Afirma y por primera vez ve a su amiga a los ojos que se fija en la hinchazón de su rostro, denotando que había llorado. —¿Estuviste llorando? —Pregunta, y Lucia, sin poder contenerse más, se le llenan los ojos de lágrimas y se arroja sobre su amiga… —Lucia, ¿qué ha pasado? ¿Por qué lloras? ¿Tanto quieres esa cirugía?, si es por eso, está bien… te apoyaré. Aunque, no necesitas de esto, con un poco de ejercicio, podrás estar en forma de nuevo. Además, me retracto de lo que dije, Santiago es un tonto, pero tú siempre has dicho, que a él no le importa tu peso. Lucia al escuchar estas palabras llora aún más fuerte, con desconsuelo, y algunas personas que pasan por ahí la observan mientras Macarena no entiende qué pasa. —Lucia ya no llores por favor. ¡Me tienes preocupada! —San… Santiago… me… me… —¿Te qué?… —Me dijo que ya no me ama… —¡Eh! —Es lo único que exclama Macarena, quien abraza a su amiga sintiendo tanta pena, ya que sabía lo mucho que Lucia amaba a su esposo, y era una persona tan buena, que solo merecía recibir amor de los demás. —¡Ay Lucia! … Más tranquila en el apartamento de Macarena, Lucia le explica todo a su amiga que al principio está furiosa, pero luego aconseja a su amiga a que lo mejor es que acepte el divorcio, después de todo aún puede centrarse en su empresa y en su trabajo. —¡No quiero! —¿Por qué? —Tú siempre me has dicho que tengo que luchar por lo que quiero, y yo lo quiero a él… —Lucia, él no es una meta que alcanzar. —No, es más que eso. Es el hombre que amo. *** Durante varios días, Lucia evitó a Santiago, para no tener que hablar sobre el divorcio, por lo menos hasta que se realizará la cirugía que creía haría que su marido, desistiera de separarse de ella. Santiago, se había pasado a dormir a la habitación de huéspedes, aunque siempre buscaba hablar con ella, pues ya había presentado la solicitud de divorcio sin importarle si se quedaba o no con la mitad de la casa y quería avisarle, antes de que le llegara la notificación por escrito. Dos semanas después, con casi todo listo para la cirugía de pérdida de peso, Lucia recibe un sobre en casa. —¡Hola Maca! Mi cirugía es en dos días… ¿Quería saber si puedes acompañarme? —Le pregunta a su amiga por teléfono, mientras abre el sobre. —¡Por supuesto! Jamás te dejaría sola… Las palabras de su amiga la hacen sentir feliz… —¡Gracias, amiga! —No tienes que agradecerme nada. Eres mi mejor amiga. Por cierto, ¿cómo van las cosas con Santiago en casa? —Muy bien, parece que ha desistido del divorcio. Ya no intenta hablarme de ello. —Afirma, intentando creer ella misma que así era. —Saca los papeles del sobre. —Ojalá todo mejore pronto. Últimamente, está hecho un ogro aquí en la empresa. Ya quiero que regreses—Afirma Maca, que de pronto escucha un sollozo a través de la línea. —Lucia, ¿pasa algo? ¿Lucia? —Llama a lucia varías veces, al escuchar que no deja de llorar… —Lo siento Maca, debo colgar… Hay algo que tengo que hacer… —Pero, ¿todo está bien? Te escuché llorar… —Luego te cuento… Cuelga y deja a su mejor amiga bastante preocupada. Lucia observa con detenimiento el papel, que lee varias veces, donde su esposo alega divorciarse por diferencias irreconciliables. Muy afectada, llama al celular de Santiago que es atendido por su hermana. —Lorena, ¿por qué contestas el teléfono de mi esposo? —Eh… es que estamos en un almuerzo de trabajo, pero fue al baño, y dejó su teléfono en la mesa, y como vi que eras tú, te contesté para que no te preocuparas. —Entiendo ¿Podrías por favor decirle que me llame? —Sí, claro… —¡Gracias hermana! Cuelga y sin poder quedarse de brazos cruzados, se le ocurre una pésima idea. Toma su auto, y va a casa de su suegra, desesperada por encontrar ayuda… —¡Vaya!, no esperaba verte aquí. Últimamente, no vienes tan seguido a visitarnos. —Afirma Rosaura delante de sus hijas que no eran más que unas desocupadas, que siempre estaban en casa durmiendo o de fiesta y eran mantenidas por Santiago al igual que su madre. —Lo siento suegra. Prometo que la visitaré más. Pero hoy, necesito su ayuda. ¿Podríamos hablar en privado? —¿Mi ayuda? Ya veo… —Con sus manos la guía hacia una oficina. —Vamos a la antigua oficina de mi difunto esposo, allí nadie nos molestará. Lucia la sigue, mientras no deja de ser mal vista por sus cuñadas. —¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres de mí? —Cierra la puerta Rosaura tras de sí. —Quiero que me ayude a salvar mi matrimonio. —Saca los papeles de divorcio de su bolso y se los muestra. —Yo sé que Santiago la quiere mucho y escucha sus consejos. Por favor ayúdeme… —La toma de las manos y la mira esperanzada. —Está bien… ¡Lo haré! —Afirma la mujer que sorprende a su nuera, pues no la reprochaba, ni le dio un discurso, diciendo que era su culpa. —¿En serio? Lo hará? —Si… solo tengo una condición… —¿Cuál es? La mujer se acerca al escritorio y saca unos documentos que parecía tener listos desde hace mucho tiempo. —Quiero que firmes esto… —Y… ¿Qué es? —La confirmación de que nunca dejarás a mi hijo en la calle… —¿De qué habla? —Aquí renuncias a todo lo que han adquirido en el matrimonio, como la casa, el auto y demás… —¿¡Qué!?—¡No entiendo suegra! —Dice un poco desconcertada Lucia que no entendía el porqué Rosaura tenía unos documentos preparados para que ella le cediera todo a Santiago. —Es simple. —Empieza a caminar de un lado a otro la mujer. —Si Santiago se divorcia de ti, perdería todo, tú tienes una empresa, la mitad de todos los bienes son tuyos. Eres exitosa y puedes salir adelante fácilmente, pero mi niño, ¿mi niño que tiene? Un maldito puesto en tu empresa, gracias a que hizo a un lado sus proyectos por ayudarte a crecer a ti. —¡Yo no le pedí que lo hiciera! —¡Ja! Pero qué desagradecida resultaste. Ya veo que te importa más el dinero y las cosas materiales que mi hijo. ¡No lo mereces! De inmediato, se siente mal Lucia, que había ido allí por ayuda para salvar su matrimonio, pero, en cambio, estaba siendo acusada de no amar a su esposo lo suficiente. ¿Acaso eso era lo que pensaban todos? Incluso Santiago? Recordó cómo en su aniversario, él usó las mismas palabras que ahora usaba
—Yo jamás te entregué mi empresa. —Si lo hiciste. ¿Acaso jamás leíste ninguno de los papeles que te pedía que firmarás? Lucia, que no puede creer con la frialdad con la que Santiago le cuenta todo, pierde el control nuevamente. —¡Maldito! Me estuviste estafando… Te juro que te haré pagar. Jamás te quedarás con lo que es mío. —Sin poder controlarse, lo golpea una y otra vez, y Santiago, deja que desquite su ira con él, consiente de que aunque ha sido cruel, la culpa lo carcome. Cansada de golpearlo, se deja caer al suelo, sudorosa y agitada, llorando de forma desconsolada. —Parece que ya te has cansado de golpearme. Espero, y de alguna manera, eso sirviera para calmar tu ira. Santiago camina hacia la puerta, dejando a su esposa hecha un manojo de lágrimas. Antes de salir, se gira para decirle una última cosa. —Me iré hoy de la casa, así que te pido que firmes los papeles. Lucia se levanta, y lo mira con odio. —No tienes por qué, después
En la cama, a punto de morir, está el gran Máximo Capone, reconocido por ser el dueño de varios viñedos, y el máximo exportador de vino del país. Un hombre cruel y de mal carácter, que ha vivido solo desde hace más de dos décadas, cuando perdió a su mujer e hijos en un trágico accidente que lo sumió en el dolor. El hombre, quien no esperaba más que morir, tenía miedo de que su alma se pudriera en el infierno, por todas las atrocidades que hizo de joven. Como violar a una de sus empleadas, a la cual embarazó y lanzó a la calle sin piedad a pesar de llevar un hijo en su vientre, al que despreció hasta el día de hoy, y quien resultó ser su única familia. Temeroso de lo que le espera al morir, decide reconocerlo y dejarle toda su fortuna, con la egoísta intención de ser redimido de sus pecados. —Gregory, acércate… —Le pide el hombre, después de firmar, reconociéndolo como único heredero de la fortuna Capone. Espera pedirle perdón al hombre de más de 30 años, de 1,85 de estatura, de m
Las malas noticias son las primeras en saberse, y la muerte de Lucia, no era la excepción. Muchos estaban desconsolados por la sorpresiva tragedia que hoy los enlutaba, empezando por Macarena, que se recriminaba y culpaba por no haber sido más insistente con su amiga. Sabía que algo pasaba, y que Lucia no estaba bien; sin embargo, prefirió confiar en ella, sin siquiera pensar que esa sería la última vez que escucharía su voz. La Policía no había encontrado un cuerpo, y los investigadores asumieron que la mujer había salido expulsada del auto, y que había caído al barranco, ya que encontraron, el cinturón y el ventanal frontal completamente rotos. Identificaron a la víctima, por la placa del auto, y los papeles que estaban en el asiento trasero en su bolso. Un altar, lleno de flores y una foto, fueron la representación para llevar a cabo el funeral simbólico, porque no había un cuerpo que enterrar. Macarena, realmente destrozada, lloraba aferrada a la foto de su ú
Ya habían pasado tres días desde que había ocurrido el accidente de Lucia, ella recién despertaba, recobrando el conocimiento, sintiendo su cuerpo pesado y adolorido. Un fuerte dolor punzante en la cabeza la molestaba. —¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? —Pregunta la mujer que tiene mucha sed. —¡Vaya! ¡Hasta que por fin despertaste! —Comenta de forma despreocupada un hombre que está de espaldas observando por la ventana. —¿Quién eres tú? —Pregunta intentando recomponerse sobre la cama de hospital. —Soy quien te salvo de morir, Lucia —Se gira dándole la cara a la mujer que queda por un momento anonadada por lo atractivo que es el hombre que le parece haber visto antes. —¿Morir? —Se sorprende, y a su mente vienen los recuerdos tormentosos del accidente. Con ambas manos, agarra fuertemente su cabeza, y cierra los ojos, muy asustada por la sensación de vértigo y miedo. De pronto, una cálida mano, sobre su hombro, la calma. —Llovía y manejabas a alta velocidad. Le dije a mi co
—¿Puedes decirme por qué carajos no le contaste a Lucia toda la verdad? —Le pregunta Mariano en la habitación de hotel a Gregory que está de pie frente al minibar sirviéndose un trago. —¡No lo sé! —Le da un sorbo a su trago. —Supongo que porque no quería que pensara que la estoy usando. —¡Es lo que estás haciendo! —Sí, pero… ¿Qué esperabas? Que le dijera, ¿la única razón por la que me acerqué a ti, es porque se me ocurrió la idea de usarte para vengarme de tu hermana? —Ok, no tan literalmente, pero quizás si le cuentas sobre Lorena, los dos puedan unirse… —Ya estamos unidos, y tal vez más adelante lo haga, pero ahora la mujer piensa que todos a su alrededor la han usado, si se lo digo, podría sentirse igual y no aceptar mi ayuda. —Sería su decisión. ¿No te parece peor usarla a sus espaldas como todos los demás? —¡Ey! No soy un niño, ok. Sé lo que hago. Y siendo honestos, le cuente o no todo, ella sería la más beneficiada en todo esto. —¡Si tú lo dices! —Comenta d
Pesadillas atormentan a Lucia, evitando que pueda dormir. Se levanta finalmente de la cama a mitad de la noche y toma algunas pastillas para el dolor, pues su tobillo le duele terriblemente. Luego, sentada en la cama, comienza a llorar desconsolada, preguntándose por qué tiene una vida tan desgraciada. —¿En qué momento me cambio tanto la vida? —Se pregunta así misma en voz alta. Y observa en la oscuridad de su habitación la silueta de la pequeña nevera del hotel. Se acerca sigilosamente y la abre, observando todo tipo de dulces y refrescos. Su adicción por calmar su dolor con comida, se hace presente, y como loca empieza a comer con descontrol, sintiéndose culpable después de haber consumido casi todos los productos que allí había, sintiéndose aún peor de lo que se sentía antes, y dejándose llevar nuevamente por la desesperación y la tristeza. —¿Para qué comes de esa manera si luego te vas a poner peor? —Una voz ronca y gruesa se escucha al fondo de la habitación asustando a
—Sé que todos estamos muy afligidos por la pérdida tan repentina de Lucia, en especial yo. —Afirma Santiago frente a todos los empleados. —Pero precisamente por mantener su legado y cumplir sus sueños es que estoy aquí hoy frente a ustedes. Quiero decirles que ahora, más que nunca, trabajaré arduo para que Rose Green sea lo que Lucia siempre soñó. No descansaré hasta hacer de esta casa de modas, la mejor del país y del mundo. Es por eso que les pido me apoyen, y que en el nombre de mi amada esposa pongan su mayor esfuerzo. —Estás palabras molestan a Lorena, que se retira y se mete a una de las oficinas. Macarena, que se percata, aprovecha que Santiago sigue hablando y la sigue de forma disimulada, al ver que ha entrado a su oficina. —¿Todo bien? —Pregunta al verla ojeando sin ninguna intención algunos papeles sobre el escritorio. —¿Es tu oficina? ¡No me percaté! —Le dice Lorena, apenas levanta la mirada. —¡Tranquila! No pasa nada. Supongo que querías simplemente aislarte de