—¿Puedes decirme por qué carajos no le contaste a Lucia toda la verdad? —Le pregunta Mariano en la habitación de hotel a Gregory que está de pie frente al minibar sirviéndose un trago. —¡No lo sé! —Le da un sorbo a su trago. —Supongo que porque no quería que pensara que la estoy usando. —¡Es lo que estás haciendo! —Sí, pero… ¿Qué esperabas? Que le dijera, ¿la única razón por la que me acerqué a ti, es porque se me ocurrió la idea de usarte para vengarme de tu hermana? —Ok, no tan literalmente, pero quizás si le cuentas sobre Lorena, los dos puedan unirse… —Ya estamos unidos, y tal vez más adelante lo haga, pero ahora la mujer piensa que todos a su alrededor la han usado, si se lo digo, podría sentirse igual y no aceptar mi ayuda. —Sería su decisión. ¿No te parece peor usarla a sus espaldas como todos los demás? —¡Ey! No soy un niño, ok. Sé lo que hago. Y siendo honestos, le cuente o no todo, ella sería la más beneficiada en todo esto. —¡Si tú lo dices! —Comenta d
Pesadillas atormentan a Lucia, evitando que pueda dormir. Se levanta finalmente de la cama a mitad de la noche y toma algunas pastillas para el dolor, pues su tobillo le duele terriblemente. Luego, sentada en la cama, comienza a llorar desconsolada, preguntándose por qué tiene una vida tan desgraciada. —¿En qué momento me cambio tanto la vida? —Se pregunta así misma en voz alta. Y observa en la oscuridad de su habitación la silueta de la pequeña nevera del hotel. Se acerca sigilosamente y la abre, observando todo tipo de dulces y refrescos. Su adicción por calmar su dolor con comida, se hace presente, y como loca empieza a comer con descontrol, sintiéndose culpable después de haber consumido casi todos los productos que allí había, sintiéndose aún peor de lo que se sentía antes, y dejándose llevar nuevamente por la desesperación y la tristeza. —¿Para qué comes de esa manera si luego te vas a poner peor? —Una voz ronca y gruesa se escucha al fondo de la habitación asustando a
—Sé que todos estamos muy afligidos por la pérdida tan repentina de Lucia, en especial yo. —Afirma Santiago frente a todos los empleados. —Pero precisamente por mantener su legado y cumplir sus sueños es que estoy aquí hoy frente a ustedes. Quiero decirles que ahora, más que nunca, trabajaré arduo para que Rose Green sea lo que Lucia siempre soñó. No descansaré hasta hacer de esta casa de modas, la mejor del país y del mundo. Es por eso que les pido me apoyen, y que en el nombre de mi amada esposa pongan su mayor esfuerzo. —Estás palabras molestan a Lorena, que se retira y se mete a una de las oficinas. Macarena, que se percata, aprovecha que Santiago sigue hablando y la sigue de forma disimulada, al ver que ha entrado a su oficina. —¿Todo bien? —Pregunta al verla ojeando sin ninguna intención algunos papeles sobre el escritorio. —¿Es tu oficina? ¡No me percaté! —Le dice Lorena, apenas levanta la mirada. —¡Tranquila! No pasa nada. Supongo que querías simplemente aislarte de
—Es tan fácil decirlo… “Olvídate de él”… ¿Crees que no es lo que quiero? —Se aparta y limpia sus lágrimas, y luego le dedica una mirada de enojo. —Pero no es tan sencillo. No cuando ese "imbécil", ha sido el único hombre al que he amado toda mi vida, con el que imaginé tener una familia, y con el que deseé quedarme por siempre. —Muy bien, entonces sigue llorando por él. —Dice de mala gana Gregory y arranca el auto. Durante el trayecto, ambos permanecieron en silencio, y el ambiente se tornó algo tenso para Lucia, que no entendía por qué Gregory parecía tan enojado. Al llegar a la casa, ella entra e intenta encerrarse en su habitación, pero Gregory la sigue, alcanzándola en las escaleras. —¿Quiero que me digas algo? —La toma del brazo sin previo aviso y esto la sorprende. —¿Qué pasa? —¿Quieres aún vengarte de tu hermana y tu esposo? —Obvio que si… —Responde mirándolo a los ojos. —Entonces prepara tus maletas. Nos iremos mañana mismo. —¿Qué!? ¿A dónde? —A mi
Durante meses, Lucia trabajó en su estado físico y mental sin descanso con ayuda de varios profesionales contratados por Gregory en la ciudad de Sicilia. Al principio le costó mucho adaptarse a la casa y a la ciudad en general, lloraba a diario y se sentía muy sola, pues veía muy poco a Mariano, que se había convertido en un gran amigo, y Gregory desde el viaje, seguía siendo él, pero un poco más callado, lo que le atribuía al cansancio del trabajo, pues jamás se llegó a imaginar que tuviera tanto dinero y una empresa de vinos demandara tanto tiempo; aun así, siempre estaba al pendiente de ella, y la ayudaba en todo lo que pudiera. —Creo que deberíamos ir a comprarte algo de ropa, es obvio que has bajado mucho de peso, y esa ropa holgada no se te ve muy bien. —Le sugiere Gregory mientras almuerzan. —Me gusta esta ropa, es muy cómoda, pero tienes razón. No te preocupes, cuando tengas tiempo iremos. Por cierto… Mariano hace mucho que no lo veo. —Entre el trabajo y sus conquista
—Viajaremos la próxima semana —Le dice Gregory a Lucia al llegar a casa, quien estuvo todo el trayecto silenciosa y pensativa. —¡Está bien! —Afirma con ojos tristes —¿Cómo estás? —¿Cómo crees? —Le responde y él asiente, entendiendo que no es un buen momento para hablar. —Si no te sientes capaz… —No termina de hablar, cuando ella lo mira con furia. —¡No! —Ni siquiera me has terminado dejar de hablar, como puedes decirme que no, si no sabes lo que te iba a decir. —Que esperemos un poco más. Que cuando me sienta segura… Y, ¡no! No es necesario esperar más, porque nunca me voy a sentir segura, pero no puedo seguir con este hueco en el corazón que cada día crece más y más, al ver cómo se aprovecharon de mí, y ahora disfrutan tomando el crédito por cosas que yo cree. —Su voz entrecortada hace que Gregory entienda su frustración. —Está bien, entonces no hay más que hablar. Llamaré a Mariano y desde mañana pondremos en marcha todo por lo que te has preparado este tiempo.
Santiago, que llega algo estresado a Rose Green, después de no haber dormido bien, por la preocupación que le generaba que la nueva colección fracasara. Toda la mañana se la pasa dando gritos, porque nada parecía gustarle. —Amor, tal vez deberías calmarte. Vamos a tu oficina, allí pediré que te lleven un té de valeriana. Debes controlar esos nervios. —Le dice Lorena, mientras están en el taller. Todos los empleados los ven, detallándolos, para confirmar si realmente tienen o no un romance, pues aunque no hay nada que lo confirme, las actitudes de ambos han hecho que se tengan sospechas, pero es un chisme que, desde hace algunos meses, ronda por los pasillos de la empresa y se mantiene a baja voz. Al entrar a la oficina, Lorena abraza fuertemente a Santiago. —No me gusta verte así. —Le dice y este se aferra a ella, aspirando su olor. —¡Lo siento! Es que, no sé qué me pasa. En estos últimos días, he estado algo estresado. ¡No lo sé!, es como si tuviera el presentimiento
—¿Qué tal el viaje? —Les pregunta Mariano, que había llegado un par de días antes, y ahora los recogía en el aeropuerto. —Tranquilo —Responde Gregory que mira por el rabillo del ojo a Lucia, que está a unos pocos pasos de él, en silencio, con la mirada perdida. —¿Y tu Lucia? ¿Cómo estás? ¿Feliz de volver? —Feliz, es una palabra que no existe en mi vida. —Dice la mujer de forma seria y triste mientras se acerca y lo saluda con un beso en la mejilla, para luego adelantarse y subirse al auto. —¿Aún sigue enojada por qué no le contaste la verdad sobre Lorena antes? —Le pregunta Mariano a Gregory. —No, aunque no somos los más cercanos después de eso, creo que está así porque al volver finalmente se está dando cuenta de cuál es la realidad que deberá enfrentar. Mariano entiende las palabras de Gregory, y le hace un gesto para que suban al auto. Todo el trayecto mientras él les explicaba, hora y lugar de la recepción. La vida de Lucia Ricci, como debería presen