—Yo jamás te entregué mi empresa.
—Si lo hiciste. ¿Acaso jamás leíste ninguno de los papeles que te pedía que firmarás? Lucia, que no puede creer con la frialdad con la que Santiago le cuenta todo, pierde el control nuevamente. —¡Maldito! Me estuviste estafando… Te juro que te haré pagar. Jamás te quedarás con lo que es mío. —Sin poder controlarse, lo golpea una y otra vez, y Santiago, deja que desquite su ira con él, consiente de que aunque ha sido cruel, la culpa lo carcome. Cansada de golpearlo, se deja caer al suelo, sudorosa y agitada, llorando de forma desconsolada. —Parece que ya te has cansado de golpearme. Espero, y de alguna manera, eso sirviera para calmar tu ira. Santiago camina hacia la puerta, dejando a su esposa hecha un manojo de lágrimas. Antes de salir, se gira para decirle una última cosa. —Me iré hoy de la casa, así que te pido que firmes los papeles. Lucia se levanta, y lo mira con odio. —No tienes por qué, después de todo, ahora es tu casa. —Solo lo haré hasta que consigas un lugar a donde irte. —Dice con frialdad el hombre que ya habiendo fallado, desea quedar como el malo de la historia en todo su esplendor. Después de todo, nada de lo que dijera, o la culpa que sintiera, servirían para resarcir el daño que le había hecho a la mujer que en algún momento amo con todo su corazón. —¡Santiago! Solo respóndeme una cosa… —¿Qué? —¿Te casaste conmigo por interés? —Como puedes siquiera pensarlo, cuando tú y yo hemos estado juntos desde que no éramos más que unos niños con sueños e ilusiones. ¡Yo realmente te amaba Lucia! —Entonces, ¿me dejaste de amar cuando Lorena regresó? —¿Crees realmente que esto es culpa de Lorena? —La mira con algo de repudio. —¿Eh? —Lucia, te dejé de amar desde el momento en que tú dejaste de amarte a ti misma. Sé que sonará cruel lo que te voy a decir, pero tú no eres la misma mujer con la que me casé, ni de la que me enamoré ¿Acaso no te has visto en un espejo? Últimamente, no me inspirabas ni un mal pensamiento. Toda la poca autoestima que Lucia podía tener en ese momento, había terminado de ser destruida con esas palabras. Santiago la estaba matando, y lo peor, era que él lo sabía. Sale, y Lucia, desesperada, llama a la única persona que le queda en el mundo, Macarena; que no logra entender nada de lo que dice su amiga, por los fuertes berridos que da a través del teléfono. —Lucia, ¿qué ha pasado? ¿Por qué estás así? Dime, por lo menos, ¿dónde estás? —En el hotel saint Louis. —¿Y qué haces allí? Pensé que estabas donde tu suegra… Eso dijiste cuando me llamaste hace un rato. De pronto, Lucia recuerda que su suegra le dijo que la ayudaría, pero ya no sería necesario. Sin embargo, había firmado los papeles de la casa, a cambio de ese favor. Tal vez aún tenía tiempo de pedirle que cancelaran ese acuerdo, y que hablara con su hijo, esta vez para que le devolviera la empresa. Después de todo, ella no podría apoyar a su hijo después de saber la verdad. Le contaría todo, y de seguro la ayudaría. El comportamiento de Santiago, y Lorena era inaceptable. Y Rosaura podía ser muy cascarrabias, y gruñona a veces, pero Lucia siempre la consideró una persona correcta. Sí, eso haría… Sale corriendo de la habitación, sin tiempo de limpiar su rostro enrojecido, y manchado por el rímel. De pronto, choca con alguien, un hombre bastante alto y guapo, con una barba negra, que lo hacía lucir interesante. Tenía lentes de sol, pero se podía ver su ceño fruncido. —¡Deberías fijarte mejor por donde vas, mujer! —Dice con una voz fuerte y ronca, con un acento algo extraño, parecía ser extranjero. —¡Lo siento! —Se disculpa, bajando un poco la mirada, bastante avergonzada. De la nada, el hombre toma su barbilla con su mano y levanta su rostro. —¿Te pasa algo? —Se fija en el rostro demacrado de la mujer que se nota, ha estado llorando de forma desconsolada. Sorprendida, no puede dejar de mirar el rostro del desconocido, pensando en cómo serían los ojos de aquel hombre, que sin saber quién era ella, se interesaba por su situación, pero la voz de su amiga Macarena, que aún estaba al teléfono, la saca de su frenesí. —¡Lucia! ¡Lucia! ¿Qué pasa? ¿Aún estás allí? ¿Por qué no me contestas? Se aparta de inmediato del hombre, retomando su camino, mientras levanta su mano, para ponerse el teléfono en su oído y calmar a Macarena. —Sí, aún estoy aquí. Por favor no te preocupes, debo ir a hablar con Rosaura, pero cuando termine de hablar con ella, te contaré todo. —¡Está bien! Por favor, que no se te olvide, o estaré muy preocupada por ti. Lucia cuelga, y toma su auto, manejando sin control, desesperada por llegar a casa de Rosaura. De pronto, un aguacero torrencial, empieza a caer, nublando un poco la visibilidad de las calles, por lo que baja la velocidad, e intenta calmarse. El tráfico empieza a tornarse lento, y entonces aprovecha para llamar a Rupert Saavedra, abogado de Rose Green, mientras avanza lentamente. Pide la averiguación de las afirmaciones de Santiago, y asesoría en caso de que esto fuera real. Rupert, que estaba bastante sorprendido ante la petición de Lucia, le pide que se calme, ya que él aún no ha sido notificado sobre un cambio de dueño; sin embargo, pide unos minutos para averiguar. Esa afirmación llena de esperanzas a Lucia, que finalmente sale del centro de la ciudad, y toma la carretera que conduce hacia la casa de su suegra. Cuando finalmente llega, observa el auto de Santiago frente a la casa de Rosaura. —¿Así que viniste con tu madre? —Dice para sí misma. Decide parquear más adelante, y a pesar de que aún llovizna, se baja del auto, completamente decidida a desenmascarar a su esposo, frente a su suegra. De pronto, ve cómo se abre la puerta principal, y al ver a su marido, salir de la mano con Lorena, se esconde tras de su auto, observando cómo Rosaura y sus cuñadas, abrazan con emoción a su hermana. —No sabes lo feliz que me hace saber que pronto no tendrán que esconder su amor. —Afirma Rosaura terminando de agrandar la herida de Lucia, que no entendía, como esa mujer podía acolitar a su hijo de forma tan descarada. —Si hermanito, felicidades por tener una novia tan hermosa. Esa Lucia no era más que una pesada, ¡literalmente! —Comenta Irma, que se burla descaradamente de su cuñada. —Por favor, no hablen así. Aún es mi hermana. —Pide con mesura Lorena, como si ella fuera un ángel que quiere lo mejor para todos. —Sí, una hermana bastante mala. No deberías tenerle tanta consideración, después de todo, ella no pensó en ti, ni en mi amado hijo. Es una egoísta, que solo piensa en comer. Todo lo que le está pasando se lo tiene bien merecido. Jamás le dio a mi hijo el lugar que se merecía como hombre de la casa. ¡No se lo merecía! Y pensar que en algún momento llegue a pensar que era la mujer perfecta para ti, hijo.—Comenta Rosaura, y Lucia, que la escucha, no entiende a que se refiere, pues ella creyó siempre ser una buena esposa. —Mamá, ya dejemos de hablar de Lucia. —Tienes razón, no vale la pena seguir mencionando a esa mujer. Después de todo, ahora no es nadie en nuestras vidas. —¡Mamá! —La regaña Santiago, que ya se sentía lo bastante mal por haber sido tan despiadado con Lucia, como para que su madre siguiera echándole sal a la herida. —Está bien, está bien… Es hora de que ambos empiecen a centrarse en su futuro. Estoy segura de que de ahora en adelante Dios tendrá grandes cosas para ustedes. —Afirma la mujer que sonríe ampliamente y abraza a Lorena. —Mírate, pero qué hermosa eres. Siempre quise una nuera así de bella. —La adula Rosaura. —¡Lo mismo decías de Lucia! —Se burla Irma. —¡Cállate niña imprudente! —La regaña Rosaura. —Ya tenemos que irnos, mamá. Pero luego vendremos a visitarte. —Le da un abrazo y guía a Lorena hacia el auto, que nota la presencia de Lucia, pues ve su auto, y sus pies asomándose por un costado. Aprovecha, entonces, y toma de forma desprevenida a Santiago y lo besa con pasión. —¡Oh! ¡Pero qué hermosa pareja! —Comenta Rosaura. —Gracias, suegra, ¿o debería decirle, mamá? —Le pregunta con descaro Lorena, que lo dice en un tono de voz más alto, por si Lucia no logra escucharlos. —¡Claro que si querida! ¡Llámame mamá!… —Entonces a Lucia viene el recuerdo de hace un tiempo, cuando Rosaura le había pedido que ya no la llamara así, porque ya no le gustaba. Sentía un vacío inexplicable. Sus padres habían muerto hace mucho, y sin ellos, las personas que creyó eran su familia, terminaron siendo los traidores que la estaban destruyendo, pero ni siquiera entendía ¿por qué? ¿Qué era lo que había hecho tan mal, para que esas personas que, hasta hace unas horas, ella amaba con todo su corazón, quisieran causarle tanto daño? Finalmente, Santiago y Lorena se van. Y su suegra y cuñadas, entran con una expresión de satisfacción en su rostro. Lucia, que se siente completamente devastada, sabe que ya no tiene nada que hacer ahí, y sube a su auto, llorando desconsolada, pidiendo al cielo que todo fuera una pesadilla de la cual pronto despertaría. Como puede, arranca el auto, y minutos después, una llamada de Rupert termina de acabar con sus pocos motivos para seguir adelante. —Lo siento Lucia. No podemos hacer nada, tú legalmente cediste Rose Green a tu esposo. —¿Y con el divorcio? —No obtendrás nada. Firmaste un contrato posnupcial, donde aceptas voluntariamente no recibir nada. Lucia deja caer el teléfono de su mano, y entiende que no le queda absolutamente nada. Es una fracasada. Todo por lo que trabajo, ya no está. Ni su empresa, ni su familia, ni su matrimonio. Ya ni siquiera tenía una razón para volver a empezar, tenía 31 años, y lo único que le quedaba era la vida que se le estaba escapando, incluso de sus propias manos. Desesperada, acelera el auto, dejándose llevar por la desesperanza, y las ganas de rendirse, sintiendo que no quiere, ni puede vivir siendo la víctima de su propia familia. La lluvia aumenta, y un auto que viene detrás no deja de pitar, haciéndole señales con las luces, lo que distrae un poco a Lucia, que termina perdiendo el control del auto, y se sale de la carretera chocando con un enorme árbol. —¿Que pasó? —Pregunta el hombre que venía en el auto de atrás al conductor, que frenó de forma brusca. —Señor, la mujer acaba de sufrir un accidente.En la cama, a punto de morir, está el gran Máximo Capone, reconocido por ser el dueño de varios viñedos, y el máximo exportador de vino del país. Un hombre cruel y de mal carácter, que ha vivido solo desde hace más de dos décadas, cuando perdió a su mujer e hijos en un trágico accidente que lo sumió en el dolor. El hombre, quien no esperaba más que morir, tenía miedo de que su alma se pudriera en el infierno, por todas las atrocidades que hizo de joven. Como violar a una de sus empleadas, a la cual embarazó y lanzó a la calle sin piedad a pesar de llevar un hijo en su vientre, al que despreció hasta el día de hoy, y quien resultó ser su única familia. Temeroso de lo que le espera al morir, decide reconocerlo y dejarle toda su fortuna, con la egoísta intención de ser redimido de sus pecados. —Gregory, acércate… —Le pide el hombre, después de firmar, reconociéndolo como único heredero de la fortuna Capone. Espera pedirle perdón al hombre de más de 30 años, de 1,85 de estatura, de m
Las malas noticias son las primeras en saberse, y la muerte de Lucia, no era la excepción. Muchos estaban desconsolados por la sorpresiva tragedia que hoy los enlutaba, empezando por Macarena, que se recriminaba y culpaba por no haber sido más insistente con su amiga. Sabía que algo pasaba, y que Lucia no estaba bien; sin embargo, prefirió confiar en ella, sin siquiera pensar que esa sería la última vez que escucharía su voz. La Policía no había encontrado un cuerpo, y los investigadores asumieron que la mujer había salido expulsada del auto, y que había caído al barranco, ya que encontraron, el cinturón y el ventanal frontal completamente rotos. Identificaron a la víctima, por la placa del auto, y los papeles que estaban en el asiento trasero en su bolso. Un altar, lleno de flores y una foto, fueron la representación para llevar a cabo el funeral simbólico, porque no había un cuerpo que enterrar. Macarena, realmente destrozada, lloraba aferrada a la foto de su ú
Ya habían pasado tres días desde que había ocurrido el accidente de Lucia, ella recién despertaba, recobrando el conocimiento, sintiendo su cuerpo pesado y adolorido. Un fuerte dolor punzante en la cabeza la molestaba. —¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? —Pregunta la mujer que tiene mucha sed. —¡Vaya! ¡Hasta que por fin despertaste! —Comenta de forma despreocupada un hombre que está de espaldas observando por la ventana. —¿Quién eres tú? —Pregunta intentando recomponerse sobre la cama de hospital. —Soy quien te salvo de morir, Lucia —Se gira dándole la cara a la mujer que queda por un momento anonadada por lo atractivo que es el hombre que le parece haber visto antes. —¿Morir? —Se sorprende, y a su mente vienen los recuerdos tormentosos del accidente. Con ambas manos, agarra fuertemente su cabeza, y cierra los ojos, muy asustada por la sensación de vértigo y miedo. De pronto, una cálida mano, sobre su hombro, la calma. —Llovía y manejabas a alta velocidad. Le dije a mi co
—¿Puedes decirme por qué carajos no le contaste a Lucia toda la verdad? —Le pregunta Mariano en la habitación de hotel a Gregory que está de pie frente al minibar sirviéndose un trago. —¡No lo sé! —Le da un sorbo a su trago. —Supongo que porque no quería que pensara que la estoy usando. —¡Es lo que estás haciendo! —Sí, pero… ¿Qué esperabas? Que le dijera, ¿la única razón por la que me acerqué a ti, es porque se me ocurrió la idea de usarte para vengarme de tu hermana? —Ok, no tan literalmente, pero quizás si le cuentas sobre Lorena, los dos puedan unirse… —Ya estamos unidos, y tal vez más adelante lo haga, pero ahora la mujer piensa que todos a su alrededor la han usado, si se lo digo, podría sentirse igual y no aceptar mi ayuda. —Sería su decisión. ¿No te parece peor usarla a sus espaldas como todos los demás? —¡Ey! No soy un niño, ok. Sé lo que hago. Y siendo honestos, le cuente o no todo, ella sería la más beneficiada en todo esto. —¡Si tú lo dices! —Comenta d
Pesadillas atormentan a Lucia, evitando que pueda dormir. Se levanta finalmente de la cama a mitad de la noche y toma algunas pastillas para el dolor, pues su tobillo le duele terriblemente. Luego, sentada en la cama, comienza a llorar desconsolada, preguntándose por qué tiene una vida tan desgraciada. —¿En qué momento me cambio tanto la vida? —Se pregunta así misma en voz alta. Y observa en la oscuridad de su habitación la silueta de la pequeña nevera del hotel. Se acerca sigilosamente y la abre, observando todo tipo de dulces y refrescos. Su adicción por calmar su dolor con comida, se hace presente, y como loca empieza a comer con descontrol, sintiéndose culpable después de haber consumido casi todos los productos que allí había, sintiéndose aún peor de lo que se sentía antes, y dejándose llevar nuevamente por la desesperación y la tristeza. —¿Para qué comes de esa manera si luego te vas a poner peor? —Una voz ronca y gruesa se escucha al fondo de la habitación asustando a
—Sé que todos estamos muy afligidos por la pérdida tan repentina de Lucia, en especial yo. —Afirma Santiago frente a todos los empleados. —Pero precisamente por mantener su legado y cumplir sus sueños es que estoy aquí hoy frente a ustedes. Quiero decirles que ahora, más que nunca, trabajaré arduo para que Rose Green sea lo que Lucia siempre soñó. No descansaré hasta hacer de esta casa de modas, la mejor del país y del mundo. Es por eso que les pido me apoyen, y que en el nombre de mi amada esposa pongan su mayor esfuerzo. —Estás palabras molestan a Lorena, que se retira y se mete a una de las oficinas. Macarena, que se percata, aprovecha que Santiago sigue hablando y la sigue de forma disimulada, al ver que ha entrado a su oficina. —¿Todo bien? —Pregunta al verla ojeando sin ninguna intención algunos papeles sobre el escritorio. —¿Es tu oficina? ¡No me percaté! —Le dice Lorena, apenas levanta la mirada. —¡Tranquila! No pasa nada. Supongo que querías simplemente aislarte de
—Es tan fácil decirlo… “Olvídate de él”… ¿Crees que no es lo que quiero? —Se aparta y limpia sus lágrimas, y luego le dedica una mirada de enojo. —Pero no es tan sencillo. No cuando ese "imbécil", ha sido el único hombre al que he amado toda mi vida, con el que imaginé tener una familia, y con el que deseé quedarme por siempre. —Muy bien, entonces sigue llorando por él. —Dice de mala gana Gregory y arranca el auto. Durante el trayecto, ambos permanecieron en silencio, y el ambiente se tornó algo tenso para Lucia, que no entendía por qué Gregory parecía tan enojado. Al llegar a la casa, ella entra e intenta encerrarse en su habitación, pero Gregory la sigue, alcanzándola en las escaleras. —¿Quiero que me digas algo? —La toma del brazo sin previo aviso y esto la sorprende. —¿Qué pasa? —¿Quieres aún vengarte de tu hermana y tu esposo? —Obvio que si… —Responde mirándolo a los ojos. —Entonces prepara tus maletas. Nos iremos mañana mismo. —¿Qué!? ¿A dónde? —A mi
Durante meses, Lucia trabajó en su estado físico y mental sin descanso con ayuda de varios profesionales contratados por Gregory en la ciudad de Sicilia. Al principio le costó mucho adaptarse a la casa y a la ciudad en general, lloraba a diario y se sentía muy sola, pues veía muy poco a Mariano, que se había convertido en un gran amigo, y Gregory desde el viaje, seguía siendo él, pero un poco más callado, lo que le atribuía al cansancio del trabajo, pues jamás se llegó a imaginar que tuviera tanto dinero y una empresa de vinos demandara tanto tiempo; aun así, siempre estaba al pendiente de ella, y la ayudaba en todo lo que pudiera. —Creo que deberíamos ir a comprarte algo de ropa, es obvio que has bajado mucho de peso, y esa ropa holgada no se te ve muy bien. —Le sugiere Gregory mientras almuerzan. —Me gusta esta ropa, es muy cómoda, pero tienes razón. No te preocupes, cuando tengas tiempo iremos. Por cierto… Mariano hace mucho que no lo veo. —Entre el trabajo y sus conquista