En la cama, a punto de morir, está el gran Máximo Capone, reconocido por ser el dueño de varios viñedos, y el máximo exportador de vino del país. Un hombre cruel y de mal carácter, que ha vivido solo desde hace más de dos décadas, cuando perdió a su mujer e hijos en un trágico accidente que lo sumió en el dolor. El hombre, quien no esperaba más que morir, tenía miedo de que su alma se pudriera en el infierno, por todas las atrocidades que hizo de joven. Como violar a una de sus empleadas, a la cual embarazó y lanzó a la calle sin piedad a pesar de llevar un hijo en su vientre, al que despreció hasta el día de hoy, y quien resultó ser su única familia. Temeroso de lo que le espera al morir, decide reconocerlo y dejarle toda su fortuna, con la egoísta intención de ser redimido de sus pecados.
—Gregory, acércate… —Le pide el hombre, después de firmar, reconociéndolo como único heredero de la fortuna Capone. Espera pedirle perdón al hombre de más de 30 años, de 1,85 de estatura, de mirada dulce y expresión ruda, que no siente absolutamente más que rencor por ese que jamás se comportó como su padre. —Hijo, ven… Tu padre te llama. —Le pide el sacerdote que ungía al hombre en lecho de muerte, quien también era el padrino de Gregory, aquel que se hizo cargo de él cuando su madre murió, hasta la edad de 16 años, cuando decidió irse y probar suerte en la vida, decidido a convertirse en un hombre aún más rico que Máximo Capone, y que este ya no lo despreciara. Sin embargo, sus sueños jamás se cumplieron, pues terminó trabajando en varios restaurantes como mesero, para poder pagarse los estudios, y cuando finalmente terminó la escuela, entró a la universidad pública a estudiar administración, pero al graduarse no pudo encontrar un trabajo decente, pues en las grandes empresas, solicitaban años de experiencia, especialidades y maestrías que él no tenía. Hasta hoy, se había mantenido como empleado de un banco, donde se desempeñaba como cajero, y también trabajaba como administrador de un gimnasio, en un barrio muy elegante, donde conoció hace un par de años, a quien lo tendría hoy aquí, recibiendo sin ningún tipo de escrúpulos el dinero del hombre que lo rechazó desde antes de nacer. Gregory se acerca, y observa con una mirada inquieta al desahuciado, que parece querer hablar, pero ninguna palabra sale de su boca, solo un suspiro liberador, que finalmente le permite descansar, quedando con los ojos completamente abiertos y sin ningún signo de vida. El mismo Gregory es quien se encarga de cerrar los ojos del hombre, que ni en sus últimos momentos pudo pedirle perdón. … —¿Ahora qué harás? —Le pregunta el padre Clemente, después del entierro de Máximo. —¿A qué se refiere padrino? —Bueno, ahora eres acreedor de una gran fortuna. —Sí. Quien iba a pensar que el hombre que me lanzó a la miseria, es el mismo que terminaría por sacarme de ella. Si mi madre estuviera viva, seguramente no lo creería. —Todo en manos de Dios hijo… Él siempre es quien nos traza el camino, aunque nosotros tengamos planes diferentes. —Pues espero, y ahora mis planes, sigan el camino que Dios me ha trazado, padrino. —¿Qué quieres decir? —Digo que ya sé que es lo primero que haré ahora que tengo tanto dinero. —¿Y qué es? —Vengarme de quien me despreció. Esa mujer que me humilló por ser un don nadie. —Ándate con cuidado hijo mío. La mujer que se enamora de tus bienes y no de tu corazón, puede llegar a ser tan traicionera como Judas. —Tranquilo padrino, yo sé lo que hago. Por ahora, me tomaré unos días para ponerme al tanto del negocio del vino. … Gregory, que estuvo muy al pendiente de los viñedos y la producción del vino en la fábrica, trabajó de la mano de su único amigo Mariano, a quien contrató como nuevo contador de empresas “Vinicius”. Luego de ser reconocido por la junta directiva como el nuevo dueño de la fortuna Capone, decidió no adoptar el apellido de su padre, y mantener su rostro en el anonimato, pretendiendo seguir disfrutando de su vida libremente, sin ningún tipo de cohibiciones. Para la ciudad de Sicilia, fue una gran sorpresa, que Máximo Capone, tuviera un heredero, y se generó gran expectativa sobre cómo sería. Durante ese tiempo, también mandó a investigar el paradero, de aquella que fríamente se burló de sus sentimientos, y quien, a pesar de todos sus esfuerzos, jamás fue lo suficientemente bueno para ella. Por fin, la había localizado, y era hora de restregarle en la cara en quien se había convertido, y hacerle pagar por haber roto su corazón. —¿Te importaría acompañarme a un viaje? —Le pregunta a Mariano, que está frente a él, revisando la lista de precios de las nuevas botellas que pronto saldrán al mercado. —¿A dónde? —A los Estados Unidos, hay alguien a quien debo ver. —¿Aún sigues con eso? Deberías olvidarte de una vez por todas de esa mujer. Ahora eres rico, y puedes tener a la mujer que quieras a tus pies, ¿por qué sigues obsesionado con Lorena, que no fue más que la causa de tu amargura? —Porque tengo algo atorado entre pecho y espalda que no me deja avanzar por culpa de ella. Si no quieres ir está bien. Iré solo… —¡Ey! Yo no dije que no quería ir, simplemente dije que te olvidaras de esa mujer, pero si tanto insistes, jamás me perdería de unas vacaciones pagadas. —Muy bien, entonces empaca tus cosas, apenas llegues a tu casa, porque nos iremos mañana. … No fue difícil para Gregory obtener información sobre Lorena Nashville y su prominente carrera como modelo al llegar a los Estados Unidos. Había contratado a un investigador, que le había contado que actualmente trabajaba para varias marcas, siendo el rostro de Rose Green, una casa de modas que curiosamente era de su hermana, Lucia Nashville, quien estaba casada con Santiago Riquelme, un hombre que, para su sorpresa, sin ningún tipo de escrúpulos mantenía una relación con la mismísima Lorena, lo que le dolió, pues en el fondo, aunque no lo reconociera, aún tenía sentimientos por la mujer de la que tanto deseaba vengarse. —¡Vaya! ¡Tu ex, sí que es una joyita! —Comenta en forma algo burlona, Mariano, mientras pide otra taza de café en el restaurante del hotel donde se hospedan. —¿Algo más que deba saber? —Le pregunta Gregory al investigador, que le acerca un sobre con algunas fotos. —Sí, la señorita Lorena y su amante, están desde esta mañana, hospedados en un hotel cerca de aquí. Gregory observa las fotos de ambos besándose en la piscina, y tomados de la mano por el pasillo. Siente celos, y enojo, no puede creer como no dudó en dejarlo a él en vísperas de su matrimonio por no gozar de una abundante economía, pero sin ningún tipo de escrúpulos se ha convertido en la amante del esposo de su propia hermana. ¿Realmente esa era la mujer de la que él se había enamorado perdidamente en el pasado? —Gracias por sus servicios. —Dice y saca un sobre de manila que le entrega al hombre, donde está su paga. —Para servirle. —Se levanta el hombre, guarda el sobre, en la parte interior de su chaqueta y se marcha del lugar. —¡Muy bien! ¡Vamos, ya sácalo! —Le dice Mariano, que conoce muy bien a su amigo y sabe que se está controlando. Furioso, golpea la mesa, llamando la atención de todos los presentes. —¡Esa m*****a! Es tan despreciable. ¿Cómo pudo? —Exclama a baja voz de forma irritada. —Ya ves… No vale la pena que sigas perdiendo tu tiempo con esa mujer. Ya deberías mejor centrarte en encontrar una buena chica, con la que puedas casarte, tener una familia. —¿No has escuchado el dicho que para seguir hay que soltar? Pues yo para soltar debo demostrarle a Lorena que ya no soy el muerto de hambre al que despreció.—Mariano, que arroja un fuerte suspiro, le da un sorbo a su café, negando con la cabeza, por lo terco que era su amigo. —Pues ve, lánzale el dinero a la cara y disfrutemos de este viaje. —Lanza de forma hipotética Mariano, que no cree que su amigo lo tomara de forma literal —¿Por qué no? —Se levanta rápidamente y va a la recepción del hotel, pide que le renten un auto con chofer. —¿Eres tonto? Acaso no conoces la palabra “sarcasmo” —Comenta Mariano, que lo alcanza en el vestíbulo, mientras espera su auto. —Me entenderías si alguna vez hubieras sufrido un desamor. —No gracias, verte sufrir y amargarte por Lorenita, bastó para mí. Además, estoy feliz así. Vivo mi vida al máximo, sin compromisos. —Pues ojalá esa felicidad, te dure por siempre amigo. —Le toca el hombro, y en ese momento uno de los empleados del hotel, se acerca para informarle que ya ha llegado el auto que solicitó. —¿Vienes? —Le pregunta a Mariano. —¿Y ver cómo pierdes la cabeza nuevamente por esa mujer? No, gracias, pero prefiero disfrutar del servicio a la habitación. —Está bien, entonces nos vemos luego. —Sale rápidamente y se ubica en la parte trasera del auto, indicándole al chofer que lo lleve al hotel Saint Louis. … Al llegar, se baja rápidamente del auto, y va hacia la recepción, donde no alcanza a preguntar por los amantes, cuando escucha a una mujer preguntar por Santiago Riquelme, un nombre que, desde que lo supo hace menos de una hora, no ha podido borrar de su mente. Prudentemente espera, y disimuladamente se mantiene cerca, escuchando la conversación entre la mujer y las recepcionistas. No puede evitar sentir enojo, al escuchar la conversación que terminan teniendo a espaldas de la mujer las dos empleadas; sin embargo, no pierde tiempo en ellas y prefiere seguir a quien escuchó, identificarse como Lucia Nashville, una mujer de mediana estatura, que se veía un poco más pequeña debido a su sobrepeso. Llevaba el cabello negro y recogido e iba vestida con ropas no muy favorecedoras. La observa ingresar a la habitación 302, y decide esperar, seguro de que algo puede ocurrir, pero después de varios minutos, se desespera y prefiere tocar a la puerta, alcanza a dar unos leves golpes, que no son escuchados, cuando escucha boches que se van acercando, se da la vuelta y se pone de espaldas, frente a la puerta de la habitación de enfrente, y saca unos lentes de sol, para cubrir un poco su rostro. Lorena y Santiago, aparecen y entran tomados de la mano a la habitación. Al observarlos, el corazón se le acelera, y siente como la sangre en su cuerpo empieza a hervir por la ira que lo consume, pero prefiere esperar y observar que pasará ahora que serán descubiertos, era de cierta manera un placer que no podía dejar pasar. Empiezan a escucharse gritos desde afuera, ya primera que sale es Lorena, bastante alterada, incluso pasa por su lado, sin notar siquiera su presencia, casi al instante más gritos se oyen, y varios minutos después sale Santiago, que incluso al verlo, se toma la molestia de preguntarle si vio a una mujer refiriéndose a Lorena, pero él se limita a negar con la cabeza, controlándose para no golpear a quien a sus ojos no era más que un poco hombre. Pocos minutos después, sale Lucia, quien estaba hecha un completo desastre. Él se había quedado para ver a la mujer, pues sin conocerla, sentía pena, después de todo, estaba sola y acababa de descubrir que su esposo la estaba engañando con su hermana, y verla tan destruida le recordó lo mal que Lorena lo había hecho sentir en el pasado. Ver los ojos tristes de la mujer, le dieron ganas de ayudarla, y entonces a su mente vino la idea de tener una aliada. La siguió sin pensarlo, y observó la aberrante y vergonzosa situación de aquella que bajo la lluvia lloraba en silencio, mientras observaba cómo, a su parecer, más personas sabían de esa traición. —¡Pobre mujer! ¡Realmente la han lastimado! —Siente pena por ella, que luego de estar escondida, miserablemente tras su auto para que no la vieran, como si ella fuese quien hubiera hecho algo malo, después que parten los traidores, sube al carro y empieza a andar de forma veloz. —¡No la pierda de vista! —Le ordena Gregory al chofer. —Señor, pero es que está manejando muy rápido. —Aun así, intente seguirla. —Le pide el hombre que se preocupa por la desconocida. —Lo siento, señor, pero la mujer parece aumentar cada vez más la velocidad, y con estas lluvias la carretera está resbalosa, podríamos tener fácilmente un accidente. —Comenta minutos después el hombre que prefería ser prudente. —Entonces intentemos hacer que pare. Toque la bocina, realice un cambio de luces. No sé, algo para que se detenga. —Sugiere, y el hombre obedece. En ese momento, una llamada de Mariano, lo distrae. —¡Hola! ¿Mariano? ¿Qué pasa? —Contesta y de pronto la forma brusca de frenar del conductor que lo hace irse hacia adelante y dejar caer su teléfono lo preocupan. —¿Qué paso? —Señor, la mujer acaba de sufrir un accidente. —Afirma y señala hacia la ventana, mostrando el auto a unos pocos metros, contra un árbol. —Llame de inmediato a una ambulancia. —Le dice y se baja rápidamente, observando la trágica escena, que de no ser por el árbol, pudo irse el auto al barranco. Abre la puerta que estaba un poco atorada con una fuerza impresionante y arranca el cinturón de seguridad del asiento, intentando sacar a Lucia que aún respiraba. —Vamos, no te mueras Lucia. —Le dice, observando su frente llena de sangre, sin poder revisar que otra parte de su cuerpo podía haber sido afectada. —La carga, dándose cuenta de que no es tan pesada como pensaba. La lleva al auto, y le exige rápidamente al hombre que lo lleve al hospital más cercano. De la nada, siente un apretón en su mano. —¡A-a-ayuda! —Pide la mujer. —Tranquila, pronto recibirás la atención necesaria. —No-no me-me dejes morir —Le pide con las pocas fuerzas que le quedan y pierde nuevamente el conocimiento.Las malas noticias son las primeras en saberse, y la muerte de Lucia, no era la excepción. Muchos estaban desconsolados por la sorpresiva tragedia que hoy los enlutaba, empezando por Macarena, que se recriminaba y culpaba por no haber sido más insistente con su amiga. Sabía que algo pasaba, y que Lucia no estaba bien; sin embargo, prefirió confiar en ella, sin siquiera pensar que esa sería la última vez que escucharía su voz. La Policía no había encontrado un cuerpo, y los investigadores asumieron que la mujer había salido expulsada del auto, y que había caído al barranco, ya que encontraron, el cinturón y el ventanal frontal completamente rotos. Identificaron a la víctima, por la placa del auto, y los papeles que estaban en el asiento trasero en su bolso. Un altar, lleno de flores y una foto, fueron la representación para llevar a cabo el funeral simbólico, porque no había un cuerpo que enterrar. Macarena, realmente destrozada, lloraba aferrada a la foto de su ú
Ya habían pasado tres días desde que había ocurrido el accidente de Lucia, ella recién despertaba, recobrando el conocimiento, sintiendo su cuerpo pesado y adolorido. Un fuerte dolor punzante en la cabeza la molestaba. —¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? —Pregunta la mujer que tiene mucha sed. —¡Vaya! ¡Hasta que por fin despertaste! —Comenta de forma despreocupada un hombre que está de espaldas observando por la ventana. —¿Quién eres tú? —Pregunta intentando recomponerse sobre la cama de hospital. —Soy quien te salvo de morir, Lucia —Se gira dándole la cara a la mujer que queda por un momento anonadada por lo atractivo que es el hombre que le parece haber visto antes. —¿Morir? —Se sorprende, y a su mente vienen los recuerdos tormentosos del accidente. Con ambas manos, agarra fuertemente su cabeza, y cierra los ojos, muy asustada por la sensación de vértigo y miedo. De pronto, una cálida mano, sobre su hombro, la calma. —Llovía y manejabas a alta velocidad. Le dije a mi co
—¿Puedes decirme por qué carajos no le contaste a Lucia toda la verdad? —Le pregunta Mariano en la habitación de hotel a Gregory que está de pie frente al minibar sirviéndose un trago. —¡No lo sé! —Le da un sorbo a su trago. —Supongo que porque no quería que pensara que la estoy usando. —¡Es lo que estás haciendo! —Sí, pero… ¿Qué esperabas? Que le dijera, ¿la única razón por la que me acerqué a ti, es porque se me ocurrió la idea de usarte para vengarme de tu hermana? —Ok, no tan literalmente, pero quizás si le cuentas sobre Lorena, los dos puedan unirse… —Ya estamos unidos, y tal vez más adelante lo haga, pero ahora la mujer piensa que todos a su alrededor la han usado, si se lo digo, podría sentirse igual y no aceptar mi ayuda. —Sería su decisión. ¿No te parece peor usarla a sus espaldas como todos los demás? —¡Ey! No soy un niño, ok. Sé lo que hago. Y siendo honestos, le cuente o no todo, ella sería la más beneficiada en todo esto. —¡Si tú lo dices! —Comenta d
Pesadillas atormentan a Lucia, evitando que pueda dormir. Se levanta finalmente de la cama a mitad de la noche y toma algunas pastillas para el dolor, pues su tobillo le duele terriblemente. Luego, sentada en la cama, comienza a llorar desconsolada, preguntándose por qué tiene una vida tan desgraciada. —¿En qué momento me cambio tanto la vida? —Se pregunta así misma en voz alta. Y observa en la oscuridad de su habitación la silueta de la pequeña nevera del hotel. Se acerca sigilosamente y la abre, observando todo tipo de dulces y refrescos. Su adicción por calmar su dolor con comida, se hace presente, y como loca empieza a comer con descontrol, sintiéndose culpable después de haber consumido casi todos los productos que allí había, sintiéndose aún peor de lo que se sentía antes, y dejándose llevar nuevamente por la desesperación y la tristeza. —¿Para qué comes de esa manera si luego te vas a poner peor? —Una voz ronca y gruesa se escucha al fondo de la habitación asustando a
—Sé que todos estamos muy afligidos por la pérdida tan repentina de Lucia, en especial yo. —Afirma Santiago frente a todos los empleados. —Pero precisamente por mantener su legado y cumplir sus sueños es que estoy aquí hoy frente a ustedes. Quiero decirles que ahora, más que nunca, trabajaré arduo para que Rose Green sea lo que Lucia siempre soñó. No descansaré hasta hacer de esta casa de modas, la mejor del país y del mundo. Es por eso que les pido me apoyen, y que en el nombre de mi amada esposa pongan su mayor esfuerzo. —Estás palabras molestan a Lorena, que se retira y se mete a una de las oficinas. Macarena, que se percata, aprovecha que Santiago sigue hablando y la sigue de forma disimulada, al ver que ha entrado a su oficina. —¿Todo bien? —Pregunta al verla ojeando sin ninguna intención algunos papeles sobre el escritorio. —¿Es tu oficina? ¡No me percaté! —Le dice Lorena, apenas levanta la mirada. —¡Tranquila! No pasa nada. Supongo que querías simplemente aislarte de
—Es tan fácil decirlo… “Olvídate de él”… ¿Crees que no es lo que quiero? —Se aparta y limpia sus lágrimas, y luego le dedica una mirada de enojo. —Pero no es tan sencillo. No cuando ese "imbécil", ha sido el único hombre al que he amado toda mi vida, con el que imaginé tener una familia, y con el que deseé quedarme por siempre. —Muy bien, entonces sigue llorando por él. —Dice de mala gana Gregory y arranca el auto. Durante el trayecto, ambos permanecieron en silencio, y el ambiente se tornó algo tenso para Lucia, que no entendía por qué Gregory parecía tan enojado. Al llegar a la casa, ella entra e intenta encerrarse en su habitación, pero Gregory la sigue, alcanzándola en las escaleras. —¿Quiero que me digas algo? —La toma del brazo sin previo aviso y esto la sorprende. —¿Qué pasa? —¿Quieres aún vengarte de tu hermana y tu esposo? —Obvio que si… —Responde mirándolo a los ojos. —Entonces prepara tus maletas. Nos iremos mañana mismo. —¿Qué!? ¿A dónde? —A mi
Durante meses, Lucia trabajó en su estado físico y mental sin descanso con ayuda de varios profesionales contratados por Gregory en la ciudad de Sicilia. Al principio le costó mucho adaptarse a la casa y a la ciudad en general, lloraba a diario y se sentía muy sola, pues veía muy poco a Mariano, que se había convertido en un gran amigo, y Gregory desde el viaje, seguía siendo él, pero un poco más callado, lo que le atribuía al cansancio del trabajo, pues jamás se llegó a imaginar que tuviera tanto dinero y una empresa de vinos demandara tanto tiempo; aun así, siempre estaba al pendiente de ella, y la ayudaba en todo lo que pudiera. —Creo que deberíamos ir a comprarte algo de ropa, es obvio que has bajado mucho de peso, y esa ropa holgada no se te ve muy bien. —Le sugiere Gregory mientras almuerzan. —Me gusta esta ropa, es muy cómoda, pero tienes razón. No te preocupes, cuando tengas tiempo iremos. Por cierto… Mariano hace mucho que no lo veo. —Entre el trabajo y sus conquista
—Viajaremos la próxima semana —Le dice Gregory a Lucia al llegar a casa, quien estuvo todo el trayecto silenciosa y pensativa. —¡Está bien! —Afirma con ojos tristes —¿Cómo estás? —¿Cómo crees? —Le responde y él asiente, entendiendo que no es un buen momento para hablar. —Si no te sientes capaz… —No termina de hablar, cuando ella lo mira con furia. —¡No! —Ni siquiera me has terminado dejar de hablar, como puedes decirme que no, si no sabes lo que te iba a decir. —Que esperemos un poco más. Que cuando me sienta segura… Y, ¡no! No es necesario esperar más, porque nunca me voy a sentir segura, pero no puedo seguir con este hueco en el corazón que cada día crece más y más, al ver cómo se aprovecharon de mí, y ahora disfrutan tomando el crédito por cosas que yo cree. —Su voz entrecortada hace que Gregory entienda su frustración. —Está bien, entonces no hay más que hablar. Llamaré a Mariano y desde mañana pondremos en marcha todo por lo que te has preparado este tiempo.